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2025_11_7_COM_Jornada_Contar_Terror

Territorios de memoria: el relato del terrorismo en el centro del debate

Víctimas, comunicadores y expertos se dan cita en la Universidad para reflexionar sobre cómo narrar el terror y preservar su recuerdo


PhotoManuel Castells/

07 | 11 | 2025

‘Territorios de memoria’ ha sido el título de la cuarta edición de la Jornada Contar el Terror, celebrada el 6 de noviembre en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, en Pamplona. El evento ha sido organizado conjuntamente por el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, la Fundación Víctimas del Terrorismo y la propia Universidad, con la financiación del Gobierno de Navarra. La cita reunió a víctimas, periodistas, cineastas y académicos en torno a una misma pregunta: ¿Cómo contar la violencia política sin olvidar a quienes la sufrieron?

La decana, Charo Sádaba, encargada de inaugurar la jornada, definió el programa de este año como “un espacio de reflexión, testimonio y análisis que reúne voces imprescindibles para profundizar en la comprensión de cómo la violencia política ha marcado nuestras sociedades y también nuestras narrativas sobre la identidad social”. María Zarauz, directora gerente de la Fundación Víctimas del Terrorismo, subrayó el papel fundamental de los comunicadores en la transmisión del conocimiento sobre el terrorismo y sus efectos. “Los profesionales de la información han sido testigos directos de tragedias que marcaron nuestra historia, y su labor ha resultado clave para preservar la memoria de las víctimas”, afirmó. Por su parte, Gaizka Fernández, responsable de investigación del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, recordó el asesinato del periodista José Luis López de Lacalle en el año 2000 para enfatizar ante los alumnos que “por mucho que los grupos fanáticos se empeñen en coartar la libertad de expresión, no lo van a lograr”.

El encuentro continuó con un diálogo entre Alejandro Ruiz-Huerta, profesor jubilado de Derecho Constitucional de la Universidad de Córdoba y sobreviviente del atentado contra los abogados laboralistas de Atocha, y María Jiménez, profesora de la Facultad de Comunicación. En su conversación, Ruiz-Huerta, autor del libro Violencia, compasión, memoria, relató cómo vivió lo ocurrido el 24 de enero de 1977, cuando un comando de extrema derecha asesinó a cinco abogados laboralistas del despacho de Atocha 55 e hirió a otros cuatro, de los que Ruiz-Huerta es hoy el único que sigue vivo. “No éramos superhéroes, sino abogados comprometidos con la España de la Transición”, aseguró.  Subrayó cómo a lo largo de los años algunas personas han puesto en duda su relato de lo sucedido. Ante ello, Ruiz-Huerta, parafraseando a su compañero y también sobreviviente Miguel Sarabia, invitó a los presentes a recordar a las víctimas de la violencia: “Hay que decir sus nombres despaciosamente porque, diciéndolos, cobra sentido la historia y pone en armonía el Universo”.

Hacia el final de la conversación, la profesora Jiménez leyó un fragmento del libro en el que Ruiz-Huerta reflexiona sobre la capacidad de la compasión para dar una respuesta revolucionaria ante la violencia. El abogado añadió que, con los años, había iniciado un camino hacia la compasión que le ha generado “la necesidad de considerar que los asesinos de Atocha tenían unos derechos y, por lo tanto, tienen derecho a una segunda oportunidad”.

A continuación, la mesa titulada ‘Oriente Medio, epicentro del terror’, moderada por el profesor Aurken Sierra, puso el foco en el conflicto en Gaza y la dificultad de la prensa internacional para cubrir lo que ocurre en el interior de la Franja. En el debate participaron los periodistas Mikel Ayestarán, freelance en Oriente Medio, y Beatriz Lecumberri, que trabaja para la sección de Internacional, así como Sonia Sánchez, profesora de Relaciones Internacionales y experta en Oriente Medio de la Universidad Francisco de Vitoria. 

En el plano de la información, Ayestarán y Lecumberri coincidieron en la importancia de humanizar las historias de las víctimas y de tener fuentes locales. “Yo insisto mucho en la necesidad de poner nombre y apellidos a las personas”, afirmó Ayestarán. El periodista hizo hincapié en el poder de las redes sociales para contar historias cotidianas de la guerra y mencionó la cobertura “Menú de Gaza”, en la que él mismo ha mostrado diariamente en su cuenta de Instagram el plato de comida de una familia gazatí. Gracias a este proyecto, obtuvo el Premio Ortega y Gasset 2025 a la mejor cobertura multimedia. Además, tanto Ayestarán como Lecumberri destacaron el trabajo de los periodistas gazatíes que, desde dentro y pese al riesgo para su propia seguridad y las de sus familias, consiguen relatar el día a día de la guerra. “Los periodistas de Gaza, para poder informar en este momento, atraviesan unas dificultades que nos resultan difíciles de imaginar cuando estamos aquí. Ellos sufren el hambre y cuentan el hambre. Sufren el desplazamiento y cuentan el desplazamiento. Tienen miedo e intentan describir ese miedo. No son periodistas que a la noche se van al hotel a descansar o tienen una cama limpia. Son narradores y víctimas y eso lo cambia todo”, concluyó Lecumberri.

Sánchez dotó a la mesa de una capa más analítica. Además de tratar de ver el conflicto desde todas las aristas que rodean la guerra, como las tensiones geopolíticas, la profesora planteó un debate sobre por qué hay conflictos más visibilizados que otros y el papel de las víctimas en la geopolítica. “El terror en Oriente Medio no se entiende si no se interpreta dentro de los equilibrios de poder que existen en la región”, destacó. 

Para concluir la jornada, el Museo Universidad de Navarra acogió la proyección de la película Un fantasma en la batalla (Netflix), que relata la historia de una joven guardia civil que se infiltra en ETA durante doce años. A continuación, el director Agustín Díaz Yanes, las productoras Sandra Hermida y Belén Atienza, y Andrés Gertrúdix, uno de los actores protagonistas, participaron en un coloquio moderado por Pablo Castrillo, profesor de la Facultad de Comunicación. La conversación giró en torno a cómo narrar el terror y preservar la memoria desde el lenguaje cinematográfico. Díaz Yanes destacó el reto de contar historias locales para audiencias globales, pues la película en Netflix se ha estrenado en 190 países: “La tarea no era fácil, tienes que lograr que todo se entienda desde los sentimientos, que son humanos”. 

Por su parte, Gertrúdix se refirió a las dificultades de abordar la violencia política en la gran pantalla. Afirmó que “es un síntoma de salud democrática que haya gente que se pueda manifestar y no pase nada, y nosotros estemos hablando de cómo la guardia civil acabó con los zulos y se propició el final de ETA. Siempre que no haya violencia, la disparidad de opiniones es lo que enriquece una sociedad democrática”. 

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