20/10/2025
Publicado en
Expansión
Mirko Abbritti |
director del Navarra Center for International Development, Universidad de Navarra.
Ana Marta González |
catedrática de Filosofía, Universidad de Navarra.
Antonio Moreno |
catedrático de Economía, Universidad de Navarra.
Beatriz Simón-Yarza |
doctora en Economía e investigadora del Grupo Trabajo, cuidado y desarrollo, Universidad de Navarra.
El Nobel de Economía 2025 ha premiado a Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt por explicar cómo la innovación impulsa el crecimiento sostenido. Su pionera investigación -sin duda merecedora de este premio- arroja una importante luz para entender los factores que contribuyen al desarrollo de la tecnología y el conocimiento. Si bien son esenciales, estos dos factores no agotan el concepto de desarrollo. El desarrollo en sentido integral requiere también de un trabajo digno, instituciones sólidas (tal y como señalaron Acemoglu, Johnson y Robinson, premios Nobel del pasado año) y una orientación ética que ponga a la persona en el centro.
Durante décadas, el desarrollo se midió casi exclusivamente en términos económicos: más crecimiento equivalía a más bienestar. Hoy esa visión resulta insuficiente. Las crisis climáticas, las tensiones geopolíticas y las desigualdades crecientes obligan a repensar qué entendemos por progreso y cómo alcanzarlo.
En las últimas décadas, el concepto se ha ido ampliando para integrar dimensiones esenciales de la vida humana: la salud, la educación, las instituciones democráticas o el respeto al medio ambiente. La idea de desarrollo sostenible ha marcado esta evolución, en paralelo a la noción de desarrollo humano integral, que sitúa la dignidad de las personas en el centro y busca articular estas dimensiones de forma coherente.
Sin embargo, el contexto actual exige actualizar esta reflexión. La guerra en Ucrania, la fragmentación geopolítica, el envejecimiento poblacional o la irrupción de la inteligencia artificial plantean nuevas condiciones que pueden acelerar o frenar el desarrollo, tanto en países avanzados como en regiones más vulnerables.
Desarrollo sostenible: entre el ideal y los límites políticos
La primera cuestión es revisar la idea misma de desarrollo sostenible y sus límites en un mundo en transformación. El cambio climático, por ejemplo, tiene efectos especialmente dramáticos en los países menos desarrollados. Hacer frente a este desafío exige transformar nuestras sociedades para que sean más resilientes, mediante estrategias de mitigación y adaptación que combinen innovación tecnológica con políticas públicas ambiciosas y una profunda cooperación internacional.
Pero los retos no son sólo medioambientales. Las democracias afrontan presiones internas y externas crecientes, mientras la competencia geopolítica limita el margen de acción global. Las tensiones internacionales complican la coordinación necesaria para alcanzar metas comunes, como los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
El papel del trabajo y la tecnología
Si queremos comprender el desarrollo en el siglo XXI, debemos mirar de nuevo al trabajo. No solo como motor económico, sino como dimensión central de la realización personal y social. El trabajo estructura comunidades, da sentido a la vida de millones de personas y contribuye a la cohesión social.
En este terreno, la inteligencia artificial está transformando rápidamente el panorama. Aunque promete aumentos significativos de productividad, también plantea interrogantes cruciales: ¿cómo se repartirán sus beneficios? ¿Qué empleos desaparecerán y cuáles surgirán? ¿Cómo formar a las nuevas generaciones para un mercado laboral en mutación constante?
Integrar estas innovaciones tecnológicas en una visión más amplia del desarrollo implica asegurar que la productividad no se logre a costa de la dignidad humana y que sus beneficios no queden solo en manos de unos pocos. La tecnología debe ser una aliada del florecimiento humano, no un factor de exclusión.
Mercados, instituciones y ética
El desarrollo depende de individuos y empresas, pero también requiere instituciones sólidas y mercados bien articulados que canalicen la innovación hacia objetivos compartidos. El acceso a la vivienda, educación, sanidad y el cuidado, así como la ausencia de conflictos, constituyen elementos necesarios para este desarrollo. Asimismo, la emergencia de nuevos mercados digitales y verdes ofrece oportunidades inéditas, pero también exige marcos regulatorios que garanticen competencia justa y protección de derechos.
Por ello, cualquier reflexión seria sobre el desarrollo debe incluir un marco ético. No basta con crecer: es necesario preguntarse para qué y para quién crecemos. Un desarrollo sostenible ha de contener un propósito humano integral, tanto a nivel personal como colectivo.
Hacia una nueva conversación global
Estos debates estarán en el centro de la conferencia internacional “The Roads to Development: Work, Markets and Institutions”, que reunirá en la Universidad de Navarra a expertos internacionales para repensar las condiciones del desarrollo en la actualidad. Más allá de diagnósticos, el objetivo es generar un diálogo interdisciplinar que ayude a articular caminos concretos hacia un progreso más justo y sostenible.
El mundo está cambiando a una velocidad inesperada. El orden internacional y el multilateralismo instaurados tras la Segunda Guerra Mundial se están disolviendo, dando lugar a una nueva ola de proteccionismo, a la división del mundo en bloques y a nuevas guerras —a veces híbridas— entre países. La democracia, incluso en las naciones más desarrolladas, atraviesa una crisis marcada por la proliferación de partidos populistas, una creciente polarización política y constantes ataques del poder político a la independencia del poder judicial. Las nuevas tecnologías y las inteligencias artificiales ofrecen oportunidades increíbles, pero también enormes riesgos, muchos de ellos aún desconocidos para la humanidad. En estos tiempos de incertidumbre geopolítica, tecnológica y climática, necesitamos una visión más rica y humana, que ponga la solidaridad personal y entre países, el trabajo, la dignidad y la cooperación global en el centro. Solo así podremos construir un futuro que merezca realmente llamarse “desarrollo”.