20/10/2025
Publicado en
Diario de Navarra
Ricardo Fernández Gracia |
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
Conceptos, ideas y virtudes como la justicia han tenido cabida en las artes visuales navarras a lo largo de los siglos pasados. Su representación ha variado, no sólo en la forma, sino en el fondo, a la luz de los tiempos y en distintos contextos, desde imágenes y escenas del Antiguo Testamento hasta alegorías y símbolos. No poseemos pinturas como la de Martín de Vos para la Casa de la Moneda de Amberes, en donde encontramos la personificación de la justicia junto a una compilación de los grandes legisladores: Moisés, Justiniano, la ninfa Egeria dictando las leyes de Roma a Numa Pompilio “el Ceremonioso” y el erudito romano Plinio el joven.
Moisés y las tablas de la ley
La historia de Moisés, profeta y legislador, en el Monte Sinaí, con las tablas de la ley, fue un motivo utilizado y asimilado por su didactismo. Al fin y al cabo, era el mismo Yahvé quien le había entregado el código de los diez mandamientos. El relato veterotestamentario narra cómo Moisés rompió las tablas, inscritas por el dedo divino al ver a los israelitas adorando al becerro de oro. En un segundo momento, el texto sería cincelado por el profeta y reescrito por Dios.
Entre sus representaciones más antiguas tenemos la dovela de la parte de los justos y salvados, en la puerta del Juicio de la catedral de Tudela, realizada en torno a 1230. Allí figuran emparejados Moisés y su hermano Aarón, el primero con las tablas sencillas rematadas en recto, no en curvo como se hará más tarde, y el segundo con la vara florida. El texto bíblico narra que en el caso de Aarón llegó a brotar flores y almendras, en alusión a la elección de su tribu para el servicio sagrado.
La escena de la entrega recibiendo las tablas de la ley, en forma de díptico, la encontramos, entre otros lugares, en el banco del retablo mayor de la parroquia de San Juan de Estella, obra contratada por Pierres Picart, en1563. Allí se figura al profeta dentro de una vistosa cartela y Dios Padre en una esquina con el brazo desplegado y en actitud de mando.
Sin embargo, lo más usual fue presentar a Moisés en imágenes unipersonales, frecuentemente en los áticos de los retablos, con las tablas y los cuernos en la cabeza. Este último detalle se debió a la traducción de la Vulgata, en donde se comparaban los rayos luminosos con cuernos, así: “Videbant faciem Moysi esse cornutam”. Los retablos del romanismo, o manierismo miguelangelesco, como el de Santa María de Tafalla (Pedro González de San Pedro, 1588-1592), la taza del retablo de Galdeano (Bernabé Imberto, 1612), o Zubielqui (Juan Imberto, 1625) son excelentes ejemplos de cómo se trató al profeta estéticamente, bajo la influencia del gran escultor florentino. El tipo pasó al primer barroco, con plástica de menor calidad, como ocurre en el banco del retablo de Larumbe (1644) en donde, como particularidad, no se sintetizan los mandamientos con sus números del 1 al 10, sino con las letras con la que empieza cada uno (A-N-S-O-N-N-N-N-N-N).
Las propias Tablas, como elemento simbólico se perpetuaron en el tiempo, como sinónimo de la justicia. No hay sino contemplar su presencia multiplicada en el remate de la fachada de la Antigua Audiencia de Pamplona, obra de Julián Arteaga de la última década del siglo XIX.
El juicio de Salomón
El otro tema del Antiguo Testamento apto para evocar la virtud de la justicia fue, sin duda, el del Juicio de Salomón, a fortiori porque también llevaba implícita la idea de prudencia. Como es sabido, el Libro de los Reyes nos relata la presencia de dos mujeres con sus hijos, uno muerto y otro vivo, ante el rey para resolver la disputa sobre cuál de ellas era la verdadera madre del niño vivo, ya que ambas afirmaban serlo. Salomón propuso partir por la mitad al vivo, dando la mitad a cada una, ante lo cual la verdadera madre se opuso y dejó claro que era ella la auténtica madre, ya que se negó a tal determinación por no ver muerto a su hijo.
Pese a ello, apenas tenemos imágenes con el tema en el arte navarro. Destaca el capitel de la portada de Santa María de Sangüesa, de la segunda mitad del siglo XII, con una inscripción en latín que recuerda: “Este es el Rey Salomón que juzga rectamente”. En cualquier caso, parece que la historia fue más de glosarla en literatura y, especialmente, en los sermones.
La imagen del Juicio Final en base al texto del Apocalipsis
Las portadas de las iglesias en época románica fueron como biblias en piedra. Entre los temas preferidos del siglo XII figuró el del Juicio Final en base al texto del Apocalipsis (20, 11-15) que recuerda “Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado sobre Él, de delante del cual huyó la tierra y el cielo; y no fue hallado el lugar de ellos. Y vi los muertos, grandes y pequeños, que estaban delante de Dios; y los libros fueron abiertos: y otro libro fue abierto, el cual es Libro de la Vida: y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras ... y la muerte y el infierno dieron los muertos que estaban en ellos; y fue hecho juicio de cada uno según sus obras”.
Las portadas navarras, como la de Santa María de Sangüesa, presentan lo que se refiere a castigos infernales con enorme crudeza, junto al Cristo Juez, triunfante, sedente dentro de una mandorla, iconográficamente la denominada Maiestas Domini. Será en Tudela, en la puerta del Juicio de su catedral (c. 1230) en donde encontramos la diversificación de pecados y la variedad de actividades punibles relacionadas con los mismos. A modo de ejemplo, la lujuria se explicará como la mujer que peca como prostituta y adúltera, compartiendo condena con el hombre, por adúltero o sodomita. La avaricia se concretará en cambistas, mercaderes y banqueros.
La figura del juez
Otro modo de evocar la justicia ante los ojos de las gentes, fue la figura del juez. De modo mayestático estaba el Cristo juez, bien presente en las portadas medievales, singularmente en las románicas.
El tema del magistrado que juzga dejó importantísimas representaciones en las artes del siglo XVI, tanto en pintura, como en escultura. En general, son hombres maduros, bajo dosel y sedentes en destacadas sedes, y en algunas ocasiones, luciendo el cetro de la potestad. Entre los ejemplos más destacados, citaremos la tabla de pintura de san Andrés ante el juez, en el retablo de Cizur Mayor; el relieve del mismo tema del retablo de El Busto; o el san Román ante el juez en el retablo mayor de Arzoz. En el retablo de Arellano, ya del siglo XVII, el magistrado, sobre unas escaleras, se toca la cabeza con una corona. De comienzos del siglo XVIII es el elegante relieve de san Román ante el juez en su retablo de la parroquia de Santiago de Sangüesa, realizado por Pedro Onofre.
La balanza de san Miguel que pesa las almas
Entre los tipos iconográficos más difundidos de la figura del arcángel san Miguel, dada su gran fama como guardián terrenal y salvador de almas, destaca el que le representa con una balanza en la que se pesan las almas en el Juicio Final. Con el término griego de psicostasis, se indica el peso del espíritu, en aras a la salvación eterna o la condenación. Al santo arcángel le correspondería esa acción de las buenas y malas acciones, en una escena en la que suele aparecer el diablo, utilizando todo tipo de artimañas para inclinar el platillo de la balanza a su favor.
Al arte románico pertenecen los relieves escultóricos del pesaje de las almas de la parroquia de San Miguel de Estella, Santa María de Sangüesa y Larumbe. Durante el periodo gótico, encontramos la escena en diferentes artes y soportes. Del siglo XVI mencionaremos la tabla del tríptico de la Visitación de Olite, de bellísima factura, así como la pintura de Juan del Bosque del retablo de Burlada. Ambas obras se pueden contemplar en el Museo de Navarra. En las imágenes barrocas no suele ser frecuente la presencia de la balanza, pero la encontramos en algunos casos, como la gran escultura dieciochesca del castillo de Javier.
La balanza, por otra parte, fue el motivo de que san Miguel fuese aclamado por patrón por los oficios que se servían del mencionado elemento: pasteleros, barquilleros, especieros o merceros.
Alegorías
La identificación de la alegoría o personificación de la justicia se reconoce por varios atributos. Aparece muchas veces con los ojos vendados y se acompaña muy frecuentemente de la espada y la balanza, esta última como símbolo de equilibrio y equidad. El codificador de las alegorías, Cesare Ripa, afirma en su Iconología (1593) que se podía acompañar también de un haz de varas, una llama de fuego y un avestruz, por diversas razones que argumenta. En la edición francesa (Gravelot-Cochin, París, 1791) de la obra de Ripa, se describe así: “El emblema aceptado generalmente para designar a la Justicia es la balanza que pesa los derechos del ciudadano y la espada que sirve para vengar estos mismos derechos ofendidos”. Los ojos vendados significan el modo de actuar, sin ojos para nadie, porque la opinión del juez siempre estará oculta hasta que se dicte sentencia y no tendrá en cuenta amigos o enemigos.
Su presencia es importante en los relieves de los retablos romanistas, e incluso en algunos anteriores y del primer Barroco. Junto a los titulares de los mismos, la Virgen o los mártires, venía muy bien para realizar un discurso catequético y aún encomiástico de los mismos, adaptando siempre cada virtud al santo en cuestión, por ejemplo, la fortaleza y la justicia siempre con san Miguel … etc. En ocasiones, la justicia y el resto de las virtudes cardinales, como en el retablo de Ezcároz y o el del monasterio de la Oliva, alcanzaron la categoría de grandes bultos redondos, pero lo usual es encontrarlas en pequeños relieves que las representan tumbadas, adaptándose a los rectángulos de los banquillos de los sucesivos cuerpos de los retablos. La sillería de la parroquia de Aguilar de Codés, del segundo tercio del siglo XVI, es un buen y temprano ejemplo de la representación de alegorías, como puede verse en sus tableros. En los retablos mayores de Cábrega, Learza, Ugar, Olazagutía, Berrioplano, Tirapu, Arellano y Muruzábal y en colaterales de Azagra, Ochagavía, Garisoain, Lumbier, Villatuerta o Mañeru, entre otros, se pueden contemplar virtudes teologales y cardinales con sus correspondientes atributos.
En el siglo XVIII, podemos destacar la escultura pétrea de la fachada del Ayuntamiento de Pamplona (1753-1755), las tallas de madera policromada de las capillas de Santa Ana de Tudela (1751) y de la Virgen del Camino de Pamplona (1766-1773), así como la pintura que luce junto a las personificaciones de otras virtudes en el ayuntamiento de Goizueta (1771-1776).
En pleno siglo XIX destaca su presencia en el salón del trono del palacio de Diputación, obra de Miguel Azparren (1860), junto a las alegorías de las virtudes cardinales y una interesantísima personificación de Navarra. La justicia y la prudencia, propias del buen gobierno y presentes también en la fachada del Ayuntamiento de Pamplona, junto a la templanza y la fortaleza, figuran con sus atributos tradicionales. La justicia se acompaña de la balanza (pesa lo bueno y lo malo) y la espada (ejecuta) y viste manto con vueltas de armiño, relacionado con el buen obrar y la pureza de intención. Otra pintura de la alegoría de la justicia de mediados del siglo XIX, atribuida al citado pintor Miguel Azparren se encuentra en el Museo de Navarra.