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Patrimonio e identidad (96). Nuestra Señora de los Navarros en un pueblo de Teruel

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Diario de Navarra

Ricardo Fernández Gracia |

Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro. Universidad de Navarra

La provincia aragonesa de Zaragoza cuenta con algunas localidades que, en su toponimia, incorporan “de los Navarros” como Herrera de los Navarros o Villar de los Navarros, incluso una de las grandes parroquias de la capital aragonesa también tiene como titular a San Miguel de los Navarros. En todos los casos hay razones históricas e incluso legendarias que nos explican esos hechos.

En esta ocasión nos vamos a detener en una advocación mariana, la de Nuestra Señora de los Navarros del pueblo turolense de Fuentes Claras, en donde cuenta con un santuario propio.

Los testimonios impresos del siglo XVIII

Las historias de los santuarios y advocaciones de la Virgen suelen mezclarse con lo devocional y legendario. Por lo general, son sus gozos y novenarios los que nos dan primera cuenta por escrito de todo ello. Fue en 1726 cuando un jesuita, el padre Juan de Villafañe publicó su Compendio Histórico en que se da Noticia de las milagrosas y devotas Imagenes de la Reyna de los cielos y tierra María Santísima que se veneran en los mas celebres Santuarios de España. Un sinnúmero de milagros narra su autor, siguiendo los usos de siglos pasados y basándose en manuscritos e impresos de los mismos, amén de la transmisión oral de padres a hijos, en el contexto de una España que seguía siendo gran consumidora de relatos hagiográficos y espectaculares apariciones en tantos y tantos santuarios.

Con un esquema parecido, un fraile aragonés, el padre carmelita observante fray Roque Alberto Faci Agud (1684-1744) hizo lo propio con los iconos de Cristo y María más célebres en tierras aragonesas, en un voluminoso tomo, salido de las prensas zaragozanas de Joseph Fort, en 1739, con el título de Aragón, Reyno de Christo y dote de María Santísima fundado sobre la columna inmóvil de Nuestra Señora en su ciudad de Zaragoza. El padre Faci alcanzó el grado en teología, fue maestro de novicios y prior, tras adquirir una extensa la formación que se exigía a los regulares de su tiempo. Como escritor destacó por la implicación en sus lectores y actividad. Fue muy trabajador y tuvo aptitudes destacadas para los idiomas. 

Al finalizar el siglo XVIII, en 1789, un escolapio natural de Fuentes Claras, el padre Joaquín Ibáñez Gasia (1738-1809) editó el Novenario para implorar el patrocinio de María Santísima Virgen y Madre de Dios que baxo el título de Nuestra Señora de los Navarros se venera en el lugar de Fuentes Claras (Zaragoza, Francisco Magallón, 1789). Desde Zaragoza fue destinado a Madrid y desarrolló su magisterio en las cátedras de Retórica y Filosofía, en el Real Colegio de San Fernando. A su vuelta, en Aragón, fue rector de los colegios de Peralta y Zaragoza y, durante el trienio 1794-1797, provincial de las Escuelas Pías de Aragón y Valencia. Destacó como predicador y como “hombre de mucha instrucción y de buen gusto literario con notables muestras de ingenio, envueltas en un lenguaje castizo y en un estilo natural y fácil”. 

La leyenda en torno a unos navarros pendencieros

Los textos de Faci e Ibáñez recogen una serie de datos históricos y legendarios que han sido copiados hasta nuestros días, sirviendo para historias locales y estudios más o menos profundos, como los volúmenes del Año de María (1875).

El padre Faci escribe lo siguiente sobre ella: “La imagen se llamó antes Nuestra Señora de la Fuente, tomando el nombre de una que hay allí y riega una huerta del santuario, pero después mudóse este título en el de los Navarros por ocasión de un milagro hecho con unos de aquel Reyno, como consta por la tradición constante de Fuentes Claras y su comarca. Pasando unos navarros a Valencia en tiempos antiguos, trabaron entre sí una contienda, que paró en recibir algunos de ellos unas puñaladas; afligidos los heridos apelaron misericordia a María Santísima en su santuario de la fuente y la hallaron tan segura y tan pronta, que luego se vieron sanos y libres del riesgo de muerte que los amenazaba. Fue tan ruidoso el prodigio que de él tomó ocasión la devoción para apellidarla Nuestra Señora de los Navarros. Estos, favorecidos, alargaron una copiosa limosna para la fábrica del templo de Nuestra Señora”.

Los gozos a la Virgen recogen en esta copla del suceso “De una pendencia reñida,/ que los navarros trabaron/ de muerte heridos quedaron/, casi sin aliento y vida;/ más Vos les dais acogida / salud y consolación”.

La versión del escolapio Joaquín Ibáñez poco difiere de lo escrito por Faci, si acaso incorpora ligeras variantes, como la de añadir una advocación primitiva de la imagen, la del Camino, precisamente por la ubicación del santuario en la ruta desde Zaragoza a Teruel, para ir luego a Valencia. Sobre un segundo suceso de 1682, que tuvo como protagonista a una familia de navarros que detalla el padre Faci, el escolapio identifica como una familia de vizcaínos.

Este último suceso quedó recogido en la documentación parroquial, con numerosos detalles. En este caso, la familia compuesta por el padre, dos hijos y una hija, se encontraban sesteando en las inmediaciones del santuario, cuando los hermanos se enzarzaron en una riña. El padre desenvainó una daga para intentar parar la pendencia, dando golpes al aire, pero en un momento determinado se interpuso la doncella, recibiendo una herida gravísima en la garganta. En aquel momento presentaron a la Virgen a la moribunda, quedando repentinamente sana.

Otra versión del origen de la advocación, recogida más recientemente y no presente en las fuentes dieciochescas, señala que unos navarros robaron la imagen, percatándose, cuando ya estaban alejados de la ermita, de que la escultura había desaparecido, pues se encontraba en su santuario, a donde había regresado milagrosamente, en una evocación de otras leyendas marianas muy divulgadas, como la de la Virgen del Camino de Pamplona.

La imagen y sus estampas

La escultura titular es medieval, de factura románica, pero ya realizada en el siglo XIII. Su estado actual evidencia restauraciones e intervenciones, algunas poco convincentes. El padre Faci afirma en su libro: “no es aparecida, pero sí muy antigua y milagrosa. Su antigüedad se cree ser la misma que la del lugar de Fuentes Claras, que es uno de los muy antiguos de nuestro Reyno de Aragón. Es la santa imagen de madera, está en pie y tiene en su brazo izquierdo al Santísimo Niño Jesús y en su mano diestra una manzana. Su rostro es hermoso sobre toda ponderación; adórnase con ricos y preciosos manticos que ofrecen para su culto los devotos agradecidos por tantos favores, como reciben de su mano liberal”. Con el adjetivo “aparecida” nos viene a indicar que las imágenes marianas se consideraban en aquellos tiempos como más milagrosas y en cierto modo celestiales, si contaban con un relato que tratase de su aparición a gentes de la calidad que fuesen, generalmente pastores y labriegos. Respecto a ser imagen erguida, no corresponde a la realidad, ya que es un icono sedente. Lo que ocurre es que, al dotarse las imágenes de mantos y delantales, se les transformó en imágenes que parecían más altas y de pie. Fue un fenómeno usual en las prácticas devocionales del momento y de la presentación de aquellos venerables iconos ante los pueblos.

Como no podía ser de otro modo, al ser una imagen devocional, no faltaron estampas para divulgar su culto. Conocemos algunas xilografías y calcografías, siempre con el mismo esquema compositivo. Presenta a una imagen vestidera con forma de alcuza con delantal, manto, toca, rostrillo y corona. Junto a su peana aparecen las espadas y dagas de las peleas entre los navarros, que dieron origen a la advocación mariana. No falta el manantial de dos caños, cercano al santuario al que se describe como “copiosa, que dispensa liberal las aguas necesarias a todos los pueblos vecinos que la veneran”.

Santuario, culto, milagros y las albadas

El profesor Santiago Sebastián en el Inventario de Teruel y su Provincia, clasifica el santuario como obra del siglo XVII, de mampostería, con una sola nave y cabecera poligonal. La presencia de yeserías se deberá relacionar con la reforma del edificio, a la que alude el texto que vimos del padre Faci. 

El mencionado padre Roque Alberto Faci en su obra, editada en 1739, lo describe así: “No muy distante del lugar de Fuentes Claras, situado en las riberas del río Jiloca se venera Nuestra Señora de los Navarros. Está su magnífico templo en el camino real de Valencia, por lo que es conocido este santuario, no sólo en este país, sino también en los distantes. Este se ha renovado, pocos años ha, a lo moderno, y es una de las iglesias más admirables de nuestro Reyno de Aragón y para que la devoción tuviera algún halago y más hermosura el templo, al sitio de su naturaleza ameno, añadióse lo frondoso de muchos álamos que hacen paraíso aquel santuario”.

La fiesta principal se celebraba secularmente el 8 de septiembre y corría a cargo de una cofradía establecida en su honor. Se conmemoraba con  una gran procesión y, al día siguiente, los aniversarios por las almas de los cofrades difuntos. El día segundo de la Pascua de Pentecostés también se iba al santuario en procesión para dar gracias por los beneficios de las lluvias, repitiéndose el acto los sábados de mayo. 

El culto se acrecentó en el siglo XVII con motivo del alivio de una gran sequía de 1648, agravada por la peste. En aquella ocasión y tras numerosas peticiones, el éxito de las oraciones sólo llegó con el traslado de la imagen a la parroquia en “devota y penitente procesión”, en la que fue portada por cuatro sacerdotes, cuyos nombres quedaron recogidos en una crónica manuscrita. El palio lo llevaron los jurados y personas de distinción de la localidad. Hubo novena en el mes de mayo y llovió muchísimo, devolviéndose la imagen a su santuario, “y creció con este público beneficio la devoción a Nuestra Señora en aquel su pueblo y comarca. Esta fue la primera vez en que se sacó de su casa la santa imagen”. En 1674 se volvió a repetir la sequía y las peticiones, acudiendo también la villa de Calamocha, con cuyo motivo se volvió a trasladar la imagen a la parroquia con gran solemnidad y regocijo.

De otro milagro también nos da cuenta el mencionado padre Faci. Fue en 1698 y tuvo como protagonista al autor del chapitel de la parroquia, el maestro Diego del Campo, que había venido de Madrid, para realizar aquel remate de la torre “que es de las más altas y hermosas de Aragón”. El maestro dio un mal paso sobre una tabla y viéndose en peligro mortal, invocó a la Virgen de los Navarros, salvándose de muerte segura. Como exvoto, el citado maestro labró unos bancos que se conservaban cuando el padre Faci publicó su obra en 1739.

A día de hoy son célebres las albadas en la media noche del día 7 de septiembre, víspera de la fiesta, en honor de la Virgen de los Navarros, que consisten, como en otros pueblos de Aragón, en unos cantos de ronda entonados tradicionalmente por la noche o al amanecer, con motivo de celebraciones de todo tipo, como bodas, fiestas patronales … etc. En este caso tienen carácter religioso y festivo. Son coplas que, al ser cantadas, adquieren cierto aire de jota. Voluntariamente, las entonan los hijos del pueblo, con versos de tema libre, con octosílabos, con rima asonante en los pares. Durante algún tiempo, en el pasado, entre una composición y otra se disparaban trabucos a modo de salvas.