“La teología pide ser hecha en un contexto de fe cristiana vivida, es decir, de fe, oración y compromiso evangelizador”, asegura el profesor de la Universidad de Navarra Antonio Aranda

El profesor Antonio Aranda, del departamento de Teología Dogmática. FOTO: Manuel Castells

"La teología pide ser hecha en un contexto de fe y oración. Ningún gran teólogo ha recibido directamente de la dogmática el dinamismo de su propio pensamiento teológico, sino que su raíz ha sido, ante todo, la santidad recibida y vivida en el seno de la espiritualidad a la que pertenecía". Así se expresó Antonio Aranda, profesor del departamento de Teología Dogmática de la Universidad de Navarra, con motivo de un seminario de profesores organizado por la Facultad de Teología sobre el tema ‘La teología y la experiencia espiritual de los santos. En torno a la enseñanza de San Josemaría Escrivá'.

En ese sentido, el experto apostó por la "mutua y necesaria referencia entre teología y vida espiritual". Y es que, según explicó, esas dos vías no sólo tienen que complementarse, sino entretejerse: "La vida espiritual agudiza la inteligencia del creyente y le permite penetrar en la verdad contemplada con más profundidad. La reflexión teológica que hace un autor sobre la fe está necesariamente emparentada con su personal experiencia cristiana, y su desarrollo no es nunca completamente separable de tal origen".

Así, insistió en que "en el sistema teológico de un autor se penetra no sólo a través de la coherencia lógica de sus construcciones o de la plausibilidad de sus conclusiones, sino también gracias al conocimiento de las intuiciones fundamentales que están en la base de su vida espiritual".

Del mismo modo, el profesor Aranda se refirió a cómo los grandes santos –"hombres y mujeres que Dios regala de tiempo en tiempo a su Iglesia poniéndolos como luminarias en medio de Ella"- constituyen también para la teología "una nueva explicación de la revelación, un enriquecimiento de la doctrina, una profundización en verdades que quizás habían sido menos consideradas hasta entonces".

"Aunque no hayan sido teólogos, su persona, su existencia y su enseñanza admiten ser consideradas como Evangelio vivo, capaz de innovar y vigorizar en ciertos aspectos no sólo la vida sino también el pensamiento cristiano", recalcó. A modo de ejemplo mencionó, entre otros, el caso de Santa Teresa de Jesús o Santa Catalina de Siena, doctoras de la Iglesia.

Añadió también que, "comprendidas y asimiladas en conexión con la misión que Dios les encomendó, y meditadas en clave tanto espiritual como teológica, las enseñanzas de los santos constituyen una verdadera transfusión de vitalidad cristiana, útil también para una adecuada renovación de los conceptos teológicos".

Por último, Antonio Aranda esbozó varias líneas de trabajo en torno al impulso que la teología recibe a la luz de San Josemaría Escrivá. Recordó a ese respecto una sugerencia del entonces Cardenal Ratzinger a un grupo de teólogos que trabajaban sobre dicha cuestión: "Analizar el acentuado y singular cristocentrismo de San Josemaría, en el que la contemplación de la vida terrena de Jesús y la contemplación de su presencia viva en la Eucaristía conducen al descubrimiento de Dios y a la iluminación, a partir de Dios, de las circunstancias del vivir cotidiano. De ese núcleo deriva toda una comprensión teológica del hombre, del mundo y de la historia, como atestiguan, de modo preciso e incisivo, muchos textos San Josemaría".

El profesor Aranda concluyó que "esa concreta antropología cristocéntrica, cuando es proyectada -desde la inteligencia cristiana, conformada por tales categorías espirituales y morales- sobre el conjunto del mensaje cristiano, aporta ideas iluminantes para la teología, es decir, permite establecer claves operativas de interpretación y desarrollo útiles para la reflexión teológica".