Leccion inaugural
Lección inaugural: "El espejo roto. Filosofía e identidad"
María Jesús Soto Bruna
Profesora de la Facultad Eclesiástica de Filosofía
Es para mí un honor estar en la tribuna de este Aula Magna de la Universidad de Navarra con ocasión del acto académico constitutivo del comienzo de curso. Y, además, en representación de la Facultad Eclesiástica de Filosofía.
El tema del que voy a hablar tiene que ver con la metáfora del espejo, que ha sido y es una constante en el pensamiento occidental; así como en la rica tradición oriental, para cuya cultura los espejos están dotados de un gran poder místico. Sin duda, el primer espejo que se trató en ambas historias fue el reflejo del cielo y las estrellas, también del propio rostro, en el agua clara. Aunque también los ojos acuosos han sido relevantes para la visión especular.
He titulado a esta lección: El espejo roto. Filosofía e identidad1 y recordaré para empezar un pasaje literario sobre la rotura del espejo:
Cogió un espejo y miró su rostro. Le disgustó, y tiró el espejo al suelo, donde se rompió en miles de trozos de plata.
[…]
Hubo entonces un horrible y agonizante grito y un desplome2.
El repetido marco de la muerte de Dorian Grey nos sirve para recordar que, también hoy, el ser humano cuestiona su propia identidad; la pregunta misma por su ser indica el cuestionamiento del sentido de su existencia3.
Hoy pesa -según Hans Blumenberg- la sospecha de que el mundo pudiese no tener sentido o que pudo haber perdido el sentido que antaño tuvo4.
Ese instrumento fascinante que es el espejo es ante todo un "instrumento de mirada". Un espejo roto quiebra la identidad de quien se mira en él y de la parte del mundo que estaba ahí. Aunque a veces se hace necesario romper el espejo para acceder a un mundo que revela la realidad o la identidad del nuestro.
Esta exposición tendrá una primera parte fenomenológico-literaria, y una segunda parte filosófica; en ambas trataré los diversos sentidos que he encontrado acerca de la rotura del espejo.
I
En The Mirror Crak’d, célebre novela de Agatha Christie, el espejo roto es usado como indicativo de la fragmentación del propio mundo. Se tradujo al castellano como El espejo se rajó de lado a lado; seguramente por el paralelismo de los aterrados ojos de la protagonista con una expresión de la dama de Shalott5.
Si recordamos, en la Parte tercera del poema Lady of Shalott de Alfred Lord Tennyson (1833) se describe la llegada del flamante caballero Sir Lancelot a Camelot. Su armadura y adornos reflejan una brillante luz en un espejo, y va cantando alegremente. La dama -que vive encerrada en un castillo en la isla de Shalott- tiene prohibido mirar a Camelot, porque está bajo una maldición; por esta razón, ha de ver el mundo por intervención de un espejo en el que ve reflejadas las "sombras" de la vida que hay fuera, lo cual va tejiendo en hilos de bellos colores.
Pues bien, cuando aparece el caballero, la dama deja de tejer y se levanta -"estoy harta de sombras", dice-, y al pasear por la habitación ve por la ventana el pueblo de Camelot y al caballero. En ese momento, el manto que estaba tejiendo se escapa volando por la ventana y su reflejo fragmenta, ante la visión ocular, el espejo de la estancia. "El espejo se quebró de lado a lado ¡La maldición ha caído sobre mí!", grita ella.
Se puede también traer a la memoria el Narcissus de Caravaggio (1594-1596), el cual retrata en el siglo XVI el antiguo mito de Ovidio. Ante tal representación pictórica quisiéramos agarrar al muchacho que queda embelesado con su figura reflejada en las aguas cristalinas, evitando así su certera muerte. Pues cuando rompa con sus brazos el agua espejeada, tendrá lugar su trágico final. Antes de que eso aconteciese, ansiaríamos, como Rainer Maria Rilque en Sonetos a Orfeo, "liberar a Narciso": "Espejos -declama-: jamás a sabiendas, todavía se ha dicho / lo que en vuestra esencia sois. […] / A veces, llenos estáis de pinturas. […] / Pero la más hermosa perdurará hasta que / allá, en sus mejillas todavía virginales, / haya penetrado la claridad del Narciso liberado"6. Narciso rompe las aguas espejeadas y muere.
Dante sitúa en el purgatorio a Narciso como espejo de vanidad.
El espejo aparece a veces como figura del resquebrajamiento del mundo y de la desintegración del yo, e impone la elección entre su reflejo y la realidad. Esto, por ejemplo, lo podemos ver en la película Como en un espejo, de Ingmar Bergmann7. La protagonista,-Harriet Andersson-, una criatura atormentada, confiesa a su marido -el propio Ingmar Bergmann- que no puede vivir en dos mundos: "No puedo estar yendo de un mundo a otro. Debo hacer lo que las voces me dicen. Es horrible ver tu confusión y entenderla". Cuando Karin se va a "su mundo" (un hospital psiquiátrico), su hermano Minus, mantiene la siguiente conversación con su padre: "La realidad se ha agrietado. La realidad se agrietó y yo me caí -repite-. Demuéstrame que Dios existe"; a lo que aquel le contesta: "Sólo puedo darte un indicio de mi propia esperanza", continúa: "El amor existe, el más ridículo y el más bello […] el anhelo y la negación, la duda y la fe"; "¿El amor es la prueba?" -pregunta Minus. "No sé si el amor es la prueba o es el mismo Dios […]; lo vives y el vacío se vuelve abundancia […]. Es como un indulto de la pena de muerte". No hay más personajes en el film; y todo él se desarrolla entre miradas a ventanas que descubren un mar que refleja ese pequeño mundo, el cual, a su vez, aparece reflejado en las paredes de la casa, a través del cristal de las ventanas.
"El espejo es el único objeto verdaderamente metafísico que conocemos", escribió Andrés Ibáñez -editor de una extraordinaria antología sobre la literatura del espejo8.
A pesar de sus irregularidades e imperfecciones, el espejo ha sido siempre un instrumento maravilloso. Gracias a él, el ser humano puede, no solamente descubrir su imagen; sino que también denota su aptitud para tener acceso, más allá de lo visible, a un punto de vista inteligible.
Esto resulta una clave de interpretación para algunos pasajes señalados de la literatura moderno-contemporánea sobre el espejo. Un hito importante es Blancanieves, de Jacob y Wilhelm Grimm (1812); ahí leemos que Grimhilde, la reina en la película de 1937 de Disney, cuando pregunta a su espejo por la más excelsa belleza en el reino, no se atiene únicamente a su imagen reflejada, sino que sabe que el espejo le revela su propia forma9.
Además, está dispuesta a escuchar, a través del espejo, una aterradora realidad acerca de sí misma. Como sabemos, la reina queda espantada al escuchar la trágica sentencia del espejo: "La más hermosa erais, / reina y señora, / pero ahora Blancanieves / es más hermosa10". Aquí el espejo aparece como imagen de la conciencia: la reina sabe ahora qué lugar ocupa ella en el mundo.
En todas las culturas el espejo tiene idéntica función simbólica: permite verse a uno mismo como es. No engaña, aunque lo que muestre sea simplemente una imagen; imagen sí, pero imagen con connotación de existencia. De ahí la expresión de Jane en Mary Poppins abre la puerta, el tercer libro de la serie de ocho que Pamela Lyndon Travers dedicó a la niñera mágica; en "La otra puerta", en el último capítulo del libro, encontramos la siguiente escena11: "'¡A-haá!' Dijo Jane, […] contemplando su propio reflejo. […] '¿Cuál es la yo real, Mary Poppins? ¿La de aquí adentro o la de allí fuera?' […] Mary Poppins vino y se situó entre ambas. […] En silencio miró su propio reflejo y sonrió satisfecha. 'Mary Poppins', dijo Jane con entusiasmo. 'Es algo que quiero saber'. Por un momento (los niños) pensaron, mientras la miraban, que se lo iba a decir. […]. 'No sé tú', dijo con aire engreído, '¡pero me alegra saber que yo soy real donde quiera que esté!'". La engreída Mary Poppins duplicaría sin fin los reflejos o imágenes para ser muchas veces la misma.
Según Melchior-Bonnet, en Histoire du Miroir12, es a partir de esa doble mirada, introspectiva (la de Jane) y mimética (la de Mary Poppins), que el individuo puede definirse como sujeto. La atención hacia uno mismo en el espejo del conocimiento de sí, le permite captarse en la, por así decir, soberanía de su conciencia. Mientras que, constituyéndose como imagen en el espejo de otro, deviene un espectáculo para sí mismo: verse y ser visto, ser y ser conocido son actos solidarios. Desde este doble registro, se ha afirmado a través de la historia, la importancia de la mirada especular.
II
En La posibilidad de comprenderse, Blumenberg ha sostenido que el filósofo ha dejado de ser el contemplador del universo, el kosmostheóros, y se ha convertido en el espectador del espectador que quiere saber "qué está pasando"13.
El caso es que el sujeto siempre puede quedar perplejo ante la invitación al autoconocimiento especular. Porque, a todo esto, ¿dónde está la imagen del espejo? El sujeto está a la vez ahí y más allá, percibido en una ubicuidad y una profundidad perturbadoras, a una distancia incierta: se ve en un espejo, o, mejor, la imagen parece aparecer detrás de la pantalla material. Esto es de tal modo así que el que se mira puede preguntarse si al mirar ve la superficie misma o ve a través de ésta.
Conocerse y reconocerse en la mirada, invita también a mirar más allá. Como cuando Nicolás de Cusa, en el siglo XV, al mirar el Icono de la abadía de Tegernsee, se sabe mirado por aquel que lo ve todo14: "Verte no es otra cosa -escribió- que tú ves al que te ve" [...]. "Cuando alguien mira en este espejo (la divinidad) -escribió también-, ve su propia forma en la forma de las formas, que es el espejo"15. La criatura entonces ve a la vez a Dios y a sí misma en su verdad.
Podemos hacer algo más de historia. Platón, relaciona el espejo con la mirada ocular, iniciando toda una fuente de inspiración para la filosofía. En el diálogo Alcibíades, pasa enseguida de la mirada ocular a la visión del alma; y entonces hace decir a Sócrates: "Si el alma desea conocerse a sí misma, también debe mirar a un alma y, sobre todo, a la parte de ella en la que se encuentra su facultad propia, la inteligencia. […] Esta parte es realmente divina, y de quien la mira bien puede decirse que tanto mejor se conoce a sí mismo. […] Mirando pues a la divinidad nos servimos del mejor espejo de las cosas humanas con respecto a la virtud del alma"16. El hombre cumple así la amonestación del oráculo de Delfos.
Existe, además, para Sócrates mismo, una dimensión moral del espejo. En su Vida de los filósofos, Diógenes Laercio (ca. 180-240) propone el espejo como mediación moral para el ser humano que puede actuar sobre sí mismo17. Sócrates, nos dice, exhortaba a los jóvenes a mirarse en un espejo, con el fin de, si eran bellos, se comportaran dig- namente; y si eran feos, supieran esconder su desgracia por medio de la educación y la sabiduría.
No se trata entonces en este contexto de un espejo pasivo de imitación, sino de un espejo vivo de transformación. Laercio dice incluso que Sócrates ponía un espejo frente a los embriagados para que vieran sus caras deformadas por el vino, y se abstuvieran así de vicio tan feo. El espejo no refleja entonces solamente los trazos físicos, sino también una actitud interior. Factor de vida moral, debe ayudar al hombre a vencer sus vicios; y le muestra simultáneamente lo que es y lo que debe ser.
Forma sin materia, sutil, impalpable, el reflejo del espejo manifiesta la pureza diáfana, epifánica, del modelo divino, del que emana y proviene toda semejanza.
Por otra parte, resulta preciso señalar que no es solamente la rotura del espejo la que permite encontrar el sentido de la propia identidad; sino que, además, la idea de rotura está asociada al acto de limpiar o borrar aquello que hace del espejo un cristal opaco, y, entonces, poder ver a través del cristal. Aquí, la idea de sentido invita a poner en cuestión una identidad que se piensa determinada en sus límites. Quizá a ello aspirase también Lewis Carroll cuando dibujó a Alicia traspasando la bruma de cristal en la que se convirtió el espejo18.
Por otra parte, la idea del cristal en el que se transforma el espejo en la segunda Alicia, aparece también en Teresa de Ávila. Esto se aprecia desde el comienzo de sus Moradas, donde dice que "es preciso considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante u muy claro cristal"19. El cristal le sirve a Alicia para pasar a otro mundo; en Santa Teresa el cristal denota la claridad de la vista: no somos ajenos a nosotros mismos.
Esa mirada especular nos recuerda que la relación entre seres humanos va más allá del cuadro categorial, situándose a nivel de espíritu20, pues proviene de un principio que es relación entre personas, como lo es el Dios de la teología cristiana, que tantas veces se ha considerado espejo que crea al hombre como espejo suyo21. Por ello hay que ampliar el espejo propio: para ver más, de modo que el otro esté presente en él.
Las dos últimas ideas resumen la posición de la identidad humana frente a las roturas parciales de los espejos. Como conclusión, diré que la filosofía del espejo trabaja en el contexto de una inteligibilidad global accesible para nosotros, como seres que tenemos un mundo. Invita a reflexionar sobre quiénes somos y qué nos corresponde hacer.
Muchas gracias
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1 Agradezco a César Izquierdo -Profesor Ordinario de Teología- las conversaciones iniciales mantenidas sobre el tema de esta lección. Y también, especialmente, al profesor Josep-Ignasi Saranyana -Emérito de Historia de la Teología de la misma universidad-, cuyas conversaciones finales han contribuido a configurar este discurso oral.
2 O. Wilde, The Picture of Dorian Grey, cap 12: “The Metamorphose”, Black Cat Publishing, Oxford 2007, pp. 135-136.
3 Cf. M. Oliva, “Realist Meaning”, Critical Hermeneutics, 6 (2), 2002, pp. 201-234.
4 H. Blumenberg, La inquietud que atraviesa el río. Ensayo sobre la metáfora, Península / HCS, Barcelona 2001, pp.46-47.
5 A. Christie, El espejo se rajó de lado a lado, tr. A. Coscarelli, Planeta, Barcelona 2022, p. 72. Cf. La traducción castellana de La dama de Shalott (The Lady of Shalott de Alfred Tennyson,1833), de J. Paolantonio, Ed. digital: Titivillus, epub. Rreproducido en: L. Goodman, Literature and Gender, Routledge, London 1966.
6 R. M. Rilke, Sonetos a Orfeo, II, 3, edición de A. Ibáñez, A través del espejo, Atlanta, Girona 2016, p. 100.
7 Såsom i en spegel, Suecia 1961.
8 A. Ibáñez, www.lavanguardia.com, 2-11-2016.
9 J. y W. Grimm, Blancanieves y los siete enanitos (1812), trad. de A. y L. A. de la Cuenca, en: A. Ibáñez, A través del espejo, o. c., pp. 115-116.
10 Idem, p. 116.
11 P. L. Travers, Mary Poppins Opens the Door, Peter Davies, 1943 (libro electrónico), pp. 665-666.
12 Cf. S. Melchior-Bonnet, Histoire du Miroir, Prefacio de Jean Delumeau, Eds. Imago, Paris 1994, p. 161.
13 H. Blumenberg, La posibilidad de comprenderse, Síntesis, Madrid 1997, p. 93.
14 CF. N. de Cusa, La visión de Dios (6ª edición). Traducción e introducción de A L. González, Eunsa, Colección Filosófica N.º 89, Pamplona 2009 (VD).
15 VD X; VD, XV, 63.
16 Platón, Alcibíades, 134 a.
17 Diógenes Laercio, Vida de los más ilustres filósofos griegos. Introducción, traducción y notas de J. Ortiz y Sainz, RBA, Barcelona 2017, II, 33.
18 M. Gardner, A través del espejo, p. 172-173. La edición más importante, hasta la fecha, de Alicia de Lewis Carroll, es sin duda la que llevó a cabo Martin Gardner en 1960, editada en español en 1984 por Francisco Torres Oliver.
19 Santa Teresa de Jesús, Obras Completas, B.A.C., Madrid 2012.
20 Cf. M. J. Soto Bruna, “¿Qué es ser humano hoy?”, Urteko Galdera, 2017 (publicación electrónica).
21 Cf. P. Dumolin, Hildegarde de Bingen. Prophète et docteur pour le troisième millénaire, EdB, Nouan-le- Fuzelier 2016, pp. 66-67, citando Scivias, visión 1.