El monasterio de Irache
Claustro renacentista
Uno de los espacios más significativos del monasterio desde el punto de vista artístico, es el claustro, ejecutado en piedra, obra señera del Renacimiento navarro, adosado a la nave meridional del templo. Esta amplia empresa exigió el concurso de un buen número de tracistas, canteros, imagineros y entalladores a lo largo de dos etapas edilicias. Las obras las inició en 1540 el cantero guipuzcoano Martín de Oyarzábal, que murió en 1545, dejando concluida la panda norte, dos tramos de la oriental y tres de la occidental, según refiere la tasación que en 1546 realizaron Martín de Larrarte, Juan Pérez de Solarte y Martín de Landerrain. La dirección de los trabajos fue continuada por un colaborador suyo, Juan de Aguirre, que figuraba como su principal oficial, a quien se debe la puerta Especiosa fechada en 1547. Tras un largo parón, la segunda etapa constructiva se inició en la década de 1570 y finalizó en 1586, en la que intervinieron numerosos artistas dirigidos por los maestros Iñigo y Otolora, como los canteros Domingo de Irategui, Juan de Sarobe y Juan de Bulano, los entalladores Hernando de Lubiano y Gutisolo, además de Juan de Lucas, Gregorio de Lizarraga, Martín de Morgota, Rodrigo de Aldegui y Pedro de Troas, como refirió Pellejero Soteras en su estudio sobre el mismo.
El claustro de planta rectangular articula sus alzados mediante una sucesión de arcos apuntados, sobre pilares octogonales con contrafuertes prismáticos, de frentes y pedestales cajeados, que montan sobre pódium corrido. Los pilares se articulan por pilastras que encuadran en sus frentes hornacinas, de elaborada repisa y doseles avenerados con gallones, casetones y motivos geométricos, rematados por capiteles corridos con grutescos. Los muros perimetrales también quedan recorridos por pilastras cajeadas y hornacinas, delimitando los tramos de las pandas, sobre los que se dispone una ménsula que recibe el enjarje de los nervios mixtilíneos de las elaboradas bóvedas de diverso diseño que cubren todo el claustro.
El principal interés radica en la decoración escultórica contenida en los capiteles de los pilares, ménsulas y claves de las bóvedas, advirtiéndose en las diferentes pandas una evolución estilística, desde la fase más ornamental del primer renacimiento, hasta las formas más clasicistas. Un programa iconográfico de gran interés, por la calidad de la talla y profusión, donde se representan escenas mitológicas y religiosas mezcladas con grutescos.
En la primera fase edilicia, a la que corresponden la crujía norte, mitad de la oriental y dos tramos de la occidental, predominan, contenidos en capiteles y ménsulas, temas paganos como grutescos, bucráneos y psicomaquias como la de Hércules contra la hidra de Lerna, y animales extraídos del bestiario. Una escultura se caracteriza por los gestos dramáticos y cabellos vibrantes, con rostros de gran belleza, como es propio del expresivismo de mediados del siglo XVI. En la segunda fase constructiva se plasman ciclos de la vida de Cristo, San Benito y otros santos de la orden, imágenes que anuncian el romanismo con su monumentalidad, especialmente en la decoración de la galería sur, que es la más tardía de todas, con figuras de mayor volumen y desnudos de formas clásicas.
Por su parte, las claves de las bóvedas sirven de marco a series de apóstoles, santos, mártires, abades, obispos, papas, profetas, patriarcas y el género humano en torno a la clave central de referencia, por ejemplo, Cristo y los apóstoles, la Virgen con el Niño rodeados de santas o San Benito con abades. La decoración del claustro se completa en las paredes que dan al patio con medallones que se acoplan a las enjutas de algunos arcos, como Venus y Marte o Hércules y Hebe.
Tras concluirse el claustro bajo se iniciaron las obras del sobreclaustro, en 1589 bajo la dirección de Juan de Sarobe, además de otros artífices, como el ensamblador Pedro de Gabiria en los trabajos de la madera. Las galerías quedan articuladas por un alto pedestal con recuadramientos geométricos sobre el que apean columnas dóricas de fuste acanalado que reciben arcos de medio punto con rosca de puntas de diamantes y óculos en las enjutas, discurriendo por la parte superior un friso de triglifos.
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