aula_abierta_exposiciones_sagrarios_navarra_titulo

Sagrarios de Navarra.
Una selección de obras de los siglos medievales

AINTZANE ERKIZIA MARTIKORENA
Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea

aula_abierta_exposiciones_sagrarios_navarra_desplegables

El sagrario ha sido y es un mueble central en el catolicismo y su liturgia porque es un receptáculo destinado a reservar, guardar y custodiar el cuerpo de Cristo consagrado en la misa, para poder administrar el sacramento de la eucaristía fuera de ella y para que Cristo esté permanentemente presente en la iglesia. Como en todos los objetos litúrgicos, esa función tan sagrada ha determinado la forma adoptada, la atención artística recibida y también su ubicación dentro del espacio eclesial. Por esta razón, en la larga historia del sagrario se han adoptado diversas soluciones y se han originado producciones muy variadas, creando así una interesante tipología artística que es necesario estudiar desde la historia del arte.

Esta exposición muestra juntas por primera vez una serie de obras que forman un patrimonio poco estudiado: los sagrarios medievales de Navarra. No se analizan con profundidad todas las obras y no se trata de un catálogo exhaustivo, ni tampoco recoge toda la documentación histórica que informa de ello. Lo que aquí se pretende es exponer una selección de obras que, vistas en conjunto, configuran un paisaje artístico que ha sido difuminado por la historia y, con ello, se tratará de explorar su importancia artística, más allá de su relevancia litúrgica.

Si bien el título se refiere a los tabernáculos que se produjeron en Navarra durante los siglos medievales, es necesario hacer una precisión cronológica. Como bien se sabe, la Edad Media es un período muy largo y complejo de analizar, y en lo que a sagrarios se refiere, no se conocen ejemplos prácticamente hasta el siglo XIII. Por otro lado, las tipologías de sagrarios creadas en la Edad Media atravesaron el siglo XVI y perduraron hasta las últimas décadas de este largo siglo, concretamente hasta que se implantaron los nuevos decretos emanados del concilio de Trento, que fue un hito en la historia del sagrario. Por ello, en la selección se han incluido algunos sagrarios artísticamente renacentistas, pero tipológicamente medievales.

La eucaristía es el sacramento en el que se expresa el designio de Dios de salvar a la humanidad a través del sacrificio de su Hijo, y es el más importante de los siete sacramentos. Tras declamar en la consagración de la misa las palabras pronunciadas por Cristo en la Última Cena, el pan y el vino se convierten en cuerpo y sangre de Cristo, en virtud de la doctrina de la transubstanciación. Este dogma se proclamó en el IV concilio de Letrán en 1215, tras varios siglos de controversia y después de que la escolástica cerrara la discusión teológica. A partir de este momento, la Iglesia reforzó el dogma con una serie de rituales destinados a mostrarlo, como la elevación de la hostia en la misa, el tañido de campanas en la consagración, la incensación de la eucaristía, las genuflexiones y otros signos, además de crearse la fiesta del Corpus Christi, celebrada por primera vez en Lieja en 1246 e instituida por Urbano IV en 1264. En ese fervor eucarístico proliferaron los milagros eucarísticos y se crearon cofradías dedicadas a su devoción. En Navarra se conocen las pioneras cofradías del Santísimo Sacramento de Tudela y la del Corpus, fundada en la catedral de Pamplona en 1317 por el obispo Arnaldo de Barbazán.


Fig. 1. Custodia procesional de Santa María la Real de Sangüesa. Taller de Sangüesa, principios del siglo XV con intervenciones de finales del siglo XVI. Foto: Justin Kroesen.

Todos estos rituales necesitaban de objetos artísticos, y así surgieron las custodias, los expositores y nuevos sagrarios de formas variadas, algunos incluso transparentes para facilitar la comunión visual. Uno de los ejemplos más tempranos de custodia procesional medieval que se ha conservado en España está precisamente en Navarra. Se trata de la custodia de Santa María la Real de Sangüesa (fig. 1), una espectacular torre de plata de principios del siglo XV, con intervenciones posteriores, diseñada para exaltar la eucaristía ante la vista piadosa de los fieles. Por esta razón se puede afirmar que el siglo XIII fue un hito fundamental en la historia del sagrario. A partir de este momento, los sagrarios y las custodias, dos tipologías artísticas estrechamente relacionadas, comenzarán una evolución paralela, al compás de la evolución artística.


Fig. 2. Torre eucarística de la iglesia de Santa María de Ulm (Alemania). 1460-1465. Foto: Justin Kroesen.

A finales de la Edad Media, en los siglos XV y principios del XVI, los diseños de muchos tabernáculos en Alemania llegan a un nivel de sofisticación extraordinario. Combinan figuras geométricas a diferentes escalas y con múltiples acoplamientos, presentan complejísimos diseños vegetales y geométricos entrelazados, y tienen remates flamígeros que desafían la gravedad y la materialidad de la piedra, creando una “alquimia artística”. Algunos especialistas consideran que la microarquitectura eucarística es un género dentro de la arquitectura que, además, tiene su propia evolución, no siempre pareja a la arquitectura construida. El sagrario de la iglesia de Santa María de Ulm (Alemania) (fig. 2) es uno de los mejores ejemplos de este concepto artístico. Fue ejecutado en 1460-1465 y alcanza la excepcional altura de 26 metros, integrada en su espacio gótico y, al mismo tiempo, destacada gracias a su ambición artística. En la iglesia de San Lorenzo de Núremberg ocurre lo mismo; la microarquitectura eucarística ejecutada por el escultor Adam Kraft entre 1493 y 1496 es una lección de creatividad artística puesta al servicio de la devoción del Santísimo Sacramento.


Fig. 3. Detalle del Calendario de Brabante (Brabantse uur- en kalenderwijzerplaat). Maestro de Lovaina, hacia 1500. M-Museum de Lovaina (Bélgica). Foto: Aintzane Erkizia.

Si desplazamos este modelo a Navarra, no podemos encontrar nada comparable, ni en tamaño ni en planteamiento artístico. Sin embargo, en su sencillez y discreción, los sagrarios de Navarra son diseños arquitectónicos concebidos como tal y, muchas veces, se advierte en ellos una mayor calidad en la idea que en la ejecución. Eso significa que la concepción de la obra se basa en modelos de notable calidad y la ejecución material del diseño está en manos de oficiales. Esta diferencia entre diseño y ejecución no es solamente una apreciación contemporánea. Una imagen brabantina de hacia 1500 (fig. 3) describe este proceso artístico cuando muestra a un tracista diseñando –compás en mano– una torre eucarística exenta de piedra, mientras que un entallador o escultor está tallando la misma obra con cincel y martillo. Dos artífices para una sola obra, cada uno con su responsabilidad. Por todo ello, es importante comprender que desde el intrincado y delicado diseño de Adam Kraft en Núremberg hasta la modesta ejecución del sagrario de Metauten, todas estas obras pertenecen a una misma familia artística y, para su correcta valoración, es preciso estimar cada una de ellas en su contexto particular.

El segundo hito fundamental en la historia del sagrario es el concilio de Trento (1545-1563), convocado para actualizar la Iglesia en unos tiempos en los que las reformas protestantes habían puesto en duda o negado la presencia real de Cristo en la eucaristía, entre otros muchos asuntos. En varias sesiones dedicadas al sacramento, la Iglesia católica se reafirmó en el dogma eucarístico de forma muy rotunda y subrayó una vez más el carácter de la misa como sacrificio expiatorio, haciendo que altar y sagrario fueran una unidad indisoluble. Para mostrarlo ante la feligresía, ordenó construir microedificios exentos de planta central, bien de madera o de piedra, colocados invariablemente en el centro del altar y en lugares muy visibles. La eucaristía se convirtió en el eje litúrgico y devocional de la Iglesia, y los sagrarios se ubicaron en el eje espacial y visual de los templos. Esto supuso la eliminación sistemática de los sagrarios medievales, pero también la creación de nuevos muebles eucarísticos como expositores, manifestadores, baldaquinos y otros artefactos que experimentarán un desarrollo espectacular en los siglos del Barroco.

Las maneras empleadas en los siglos medievales para guardar la eucaristía han sido el objeto de algunos estudios en Europa, siendo más numerosos los realizados desde la teología que desde la historia del arte. Esto se debe –entre otras razones– a que se han conservado muy pocos y, además, muchos de ellos se encuentran en un estado de conservación muy precario. El país europeo en el que los sagrarios medievales han sido trabajados más en profundidad es Alemania, donde se encuentran las obras más ricas y espléndidas de la microarquitectura eucarística. Otras publicaciones más generalistas abordan el estudio del sagrario como tipología artística en Europa, con información escueta pero muy válida para conocer cuántos sagrarios medievales existen y cómo son.

El principal escollo que sufren los estudios sobre los sagrarios en los siglos medievales es el estado de conservación en el que han llegado hasta el día de hoy. La gran mayoría han desaparecido porque fueron sustituidos masivamente en las tres últimas décadas del siglo XVI por nuevos sagrarios construidos al amparo de la liturgia renovada tras el concilio de Trento. Paradójicamente, los sagrarios medievales europeos más monumentales y emblemáticos se encuentran en iglesias luteranas, debido a que en la reforma protestante perdieron su función sagrada, pero mantuvieron una función utilitaria. Aún hoy sorprende que una ruptura litúrgica tan fuerte se acompañara, en muchos lugares de Centroeuropa, de una continuidad material, tal vez motivada por su valor artístico, o simplemente caracterizada por una tendencia conservadora. Los sagrarios alemanes de Santa María de Ulm y de San Lorenzo de Núremberg antes citados están en iglesias luteranas. Incluso se puede asegurar que el mejor paisaje de sagrarios del siglo XIII que queda en Europa se encuentra en las iglesias luteranas de la isla de Gotland (Suecia), único lugar de Europa que ha conservado un conjunto de sagrarios de este siglo marcado por el concilio lateranense.

Por el contrario, en las parroquias católicas, en constante renovación artística, de los pocos ejemplares medievales que han sobrevivido hasta hoy, no parece que haya ninguno que esté completo y en su estado y lugar original, sino que solo contamos con los fragmentos de un gran naufragio histórico para reconstruir el paisaje eucarístico. Algunos sagrarios góticos fueron reutilizados para guardar reliquias, los santos óleos o los libros parroquiales, por orden del visitador del obispado que consideraba que el Santísimo Sacramento no se custodiaba de forma digna como los tiempos requerían, según vemos en numerosos testimonios documentales. Algunos de ellos, fragmentados, se han utilizado como base de pilas bautismales o peanas para tallas; con el tiempo perdieron nuevamente su función y muchos terminaron desapareciendo, incluso ya en tiempos recientes.


Fig. 4. Parte de la cabecera de la parroquia de San Esteban de Genevilla. El magnífico retablo mayor renacentista construido entre 1549 y 1563 oculta parte del sagrario gótico del muro. Foto: Justin Kroesen.

Un hecho muy repetido tanto en Navarra como en los reinos hispánicos durante los siglos XVI y XVII fue la construcción de grandes retablos mayores que ocupaban la cabecera, con su sagrario de madera integrado a la estructura y sobre el altar mayor. La construcción de estos enormes muebles como telón de fondo para escenificar la liturgia ocultó los nichos eucarísticos ubicados en el lado del evangelio del muro de la cabecera. Algunos de ellos son visibles porque se “asoman” del retablo (fig. 4), otros se descubren cuando se desmontan los retablos, y otros muchos aún siguen ocultos esperando a ser descubiertos y estudiados.

Otro condicionante es que la inmensa mayoría de sagrarios medievales en España se encuentran en pequeñas iglesias rurales, en núcleos relativamente lejanos a los centros de poder como catedrales y colegiatas, por lo que en principio no son las mejores obras artísticas ni las más monumentales. Pero es que, además, poco o nada se sabe de la práctica de la reserva eucarística de aquellos lugares que funcionaban como un foco litúrgico y que marcaban el paso de cualquier cambio en la liturgia y, por ende, en el mobiliario. Esto se debe a la ausencia de sagrarios medievales en estos centros de poder y a la poca información que brinda la documentación, pero también a la falta de estudios de profundidad, tal vez motivada por la dificultad de su estudio que estamos describiendo. En cualquier caso, rastreando en almacenes y sacristías de parroquias rurales, y hurgando entre líneas de texto de los libros de fábrica, los sagrarios medievales aparecen.

En toda Europa se documentan arquetas colocadas sobre el altar donde se guarda la eucaristía y en numerosas constituciones sinodales hispanas se habla de “bochetas”, “caxitas de madera”, arquetas, arquillas y arcas destinadas a esa finalidad. Así aparecen en las sinodales de Valladolid de 1228, las de Santiago de Compostela de 1289 o en las de León celebrado en 1303, por poner los ejemplos más antiguos que se conocen en el mundo hispano. En este sentido, Navarra no se queda a la zaga. En Ancín, en 1541, el visitador encuentra el Santísimo “en una arquilla de madera con su çerradura y llave sobre el altar mayor”, y en Estella en 1548 lo reporta como “un reliquiario que está en medio del altar mayor”. A pesar de ser dos citas tardías en cronología, no debemos olvidar que cuando un visitador describe parroquias en esas fechas, está mostrando un panorama aún medieval, ya que unos años más tarde los visitadores ya mandan retirar esos sagrarios para hacer unos nuevos, acorde con la forma tridentina.

Estas arquillas no solo eran cajas utilitarias, sino que también albergaban un simbolismo que se remonta a las Sagradas Escrituras, puesto que hace alusión al Arca de la Alianza, una de las prefiguraciones eucarísticas más empleadas en el arte medieval. El arca bíblica contenía el maná, prefiguración de la eucaristía como alimento divino, igual que lo hacen estas arquillas; también representa el pacto entre Dios y el pueblo judío, de la misma manera que la eucaristía es la nueva alianza; y el Arca materializa la presencia del mismo Yahvé, mientras que el sagrario contiene el cuerpo de Cristo. De ahí que el término ‘tabernáculo’ –la tienda en que fue guardada el Arca en el desierto– haya sido empleado durante siglos para denominar el sagrario, y la costumbre de cubrir el sagrario con un conopeo lo corrobora.


Fig. 5. Arqueta eucarística del monasterio de Santa María la Real de Fitero. Taller de Limoges o hispano, hacia 1220. Foto: Fundación para la Conservación del Patrimonio Histórico de Navarra.

Una excelente arqueta eucarística de Navarra es la del monasterio de Santa María la Real de Fitero (fig. 5). Realizada hacia 1220 en cobre dorado, grabado y esmaltado con técnica champlevé, es un ejemplo de la típica producción tardorrománica de piezas de cobre esmaltado, realizada en talleres de Limoges o por algún taller itinerante que trabajaba en Silos o la propia Navarra con la misma técnica, modelos y estética que las obras francesas. El hecho de tener una cerradura con llave da una pista para pensar que fue un sagrario, y, además, debió de facilitar su reutilización como relicario desde al menos 1582, tal y como recoge la abundante bibliografía de esta interesante obra. No debe de ser casual que en estas últimas décadas del siglo XVI esté siendo reutilizado para guardar reliquias bajo llave, puesto que fue habitual en los sagrarios que abandonaban su función eucarística, especialmente en una época en la que se construyeron masivamente los nuevos sagrarios de madera tridentinos.

Por otra parte, la iconografía de esta caja no deja lugar a dudas de su función como sagrario. En el cuerpo principal, un Calvario acompañado por dos bustos –interpretados como el Antiguo y Nuevo Testamento o como el Sol y la Luna–, coronado en la tapa por el relieve de un Dios Padre bendiciendo y sosteniendo el rollo de la Ley, y en los demás lados, ángeles. Como es habitual en el arte sacro, la iconografía desvela la función y, en este caso, nos presenta la eucaristía como el Cuerpo de Cristo que ha muerto y ha resucitado para ser garantía de vida eterna según el pacto de Dios, flanqueado por ángeles en los lados y enlazando así con la descripción bíblica del Arca de la Alianza.


Fig. 6. Píxide de Esparza de Galar. Taller de Limoges o hispano, primera mitad del siglo XIII. Museo Catedralicio y Diocesano de Pamplona.

Junto a Fitero hay que citar la píxide románica de Esparza de Galar (fig. 6), conservada en el Museo Diocesano de Pamplona. También es una pequeña pieza de cobre esmaltado, cilíndrica y con la habitual tapa cónica rematada en cruz. Se ha fechado en la primera mitad del siglo XIII y atribuido a talleres itinerantes de cobre esmaltado. En este caso la obra es una cajita para guardar el Santísimo que, como se sabe, ha tenido continuidad durante siglos, porque se sigue empleando a día de hoy, ya convertido en copón o portaviático. La forma cilíndrica con tapa cónica es constante en píxides de la alta y plena Edad Media y es una clara representación del Santo Sepulcro de Jerusalén, forma difundida por Europa a través de medallas, imágenes y réplicas de este edificio tan relevante para la Iglesia.


Fig. 7. Píxide con la Multiplicación de los panes. Siglo VI. The Metropolitan Museum of Art, Nueva York (17.190.34a), procedente de la parroquia de San Pedro de la Rúa de Estella. Foto: MET.

La pieza más espléndida de esta tipología es, sin duda, la píxide de marfil policromado que, procedente de San Pedro de la Rúa de Estella (fig. 7), se conserva en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York. Está fechada en el siglo VI y lleva un tema inequívocamente eucarístico que es la multiplicación de los panes, y a Cristo entronizado entre san Pedro y san Pablo, imagen habitual de los sagrarios hasta el siglo XVII.

Hay una cantidad relativamente destacable de píxides cilíndricos del siglo XIII de cobre esmaltado lemosino, muchos recogidos en museos de todo el mundo, así como otras cajas con la misma forma realizadas en marfil, catalogadas ahora como píxides o relicarios. Muchas de estas cajas ricas y suntuosas, algunas realizadas en talleres bizantinos o cordobeses y fechadas desde el siglo VI hasta el X, tienen un uso documentado en inventarios como relicarios. Pero viendo las numerosas referencias documentales que hablan de pequeñas cajas de marfil para guardar la eucaristía, y observando que los términos ‘sagrario’ y ‘relicario’ han sido sinónimos durante siglos, se puede suponer que durante los siglos XII y XIII estos recipientes se empleaban de forma habitual para el Santísimo, bien colocados encima del altar y también suspendidos sobre él desde el baldaquino o un suspensorio diseñado para ello, y que posteriormente –puede que desde los siglos XV-XVI– se hayan reutilizado como relicarios. A la demanda de los siglos XII-XIII pudieron responder los talleres de cobre esmaltado de Limoges produciendo píxides, cajas eucarísticas como las mencionadas, y también palomas eucarísticas, otra interesante tipología de sagrario medieval. Aunque en Navarra no se haya conservado ninguna, existen ejemplares en El Burgo de Osma, el monasterio de Silos y en varios museos tanto hispanos como internacionales, procedentes de colecciones privadas.

A juzgar por la cantidad de nichos medievales que pueblan las cabeceras de muchas iglesias europeas, se puede afirmar que este fue el modo más habitual de custodiar la eucaristía desde el siglo XIII al XVI. Estos tabernáculos murales se encuentran en el lado del evangelio del presbiterio, a un lado del altar mayor y cerca de él, y pueden ser desde sencillas alacenas abiertas por un arco, hasta vistosos nichos de microarquitectura en relieve y con programas iconográficos propios. Siempre son de piedra y se cierran con llave y con una puerta de madera o, preferiblemente, de metal, que muchas veces ostenta ricos trabajos de rejería artística. Unos pocos han conservado la policromía que sabemos que tenían, e incluso los hay que mantienen la policromía interior, consistente un cielo azul con estrellas de oro o brocados aplicados, o imágenes como Cristo Salvador, Calvarios o ángeles sosteniendo cálices con el Santísimo.

Aunque la referencia más antigua a un tabernáculo mural data de 1181, este tipo de sagrario se difundió cuando en el IV concilio de Letrán, celebrado en 1215-1216, se regula que el Santísimo debe guardarse en lugar seguro y bajo llave para evitar profanaciones. Numerosas sinodales hispanas replicaron esta orden, como es el caso de los sínodos de Calahorra-La Calzada de 1240, de Huesca en 1253, de Segovia en 1325, de Tarazona en 1354 o de Salamanca en 1410, entre otros. Incluso las partidas de Alfonso X el Sabio indican explícitamente que el Santísimo debe estar “en logar limpio e apartado e que fuese çerrado con llave, de guisa que non lo pudiere ninguno tomar para hacer mal” (partida 1, ley 60). Horadar el muro del presbiterio y crear un nicho cerrado con una puerta recia para meter en él las píxides y arquetas eucarísticas tuvo que ser el modo más seguro y económico para muchas parroquias.

En Navarra, el trabajo de localizar y estudiar todos los tabernáculos murales medievales está aún sin terminar, y es más que probable que los próximos años aparezcan más casos y más documentos sobre ellos. Pero esto no es óbice para que no se conozcan unos ejemplares interesantes que queremos mostrar en esta selección.


Fig. 8. Tabernáculo mural de la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora de Ollobarren. Foto: Aintzane Erkizia.


Fig. 9. Tabernáculo mural de la parroquia de Santa María del Pópulo de San Martín de Unx, procedente de la parroquia de la Ascensión de Otano. Hacia 1500. Foto: Justin Kroesen.

De entre los más sencillos tenemos el sagrario de Ollobarren (fig. 8), que consiste en un nicho casi cuadrado, sencillísimo y muy repintado que resiste al tiempo con una recia puerta de barras de hierro cruzadas. El de la parroquia de Otano, ahora trasladado a la parroquia de Santa María del Pópulo de San Martín de Unx (fig. 9), es un arco conopial con bolas isabelinas que también conserva una reja de piezas cruzadas que podría fecharse hacia 1500.


Fig. 10. Sagrario mural de la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora de Urroz-Villa, procedente de la parroquia de Santiago de Galdurotz. Principios del siglo XVI. Foto: Justin Kroesen.


Fig. 11. Sagrario mural de la parroquia de San Esteban de Alzuza. Hacia 1510-1520. Foto: Justin Kroesen.

Algo más de presencia tiene el nicho que, procedente del despoblado de Galdurotz, se encuentra reaprovechado en la parroquia de Urroz-Villa (fig. 10), en el muro lateral, al lado de la pila bautismal. El arco carpanel que enmarca la puerta tiene unos toscos relieves de aves, peces y flores de lis, mientras que en la base aparecen un sencillo roleo vegetal. Dos cabezas muy geométricas funcionan de ménsulas para las grandes dovelas que enmarcan toda la pieza. De una hechura muy parecida es el sagrario de Alzuza (fig. 11), ya que también tiene dos ménsulas con cabezas antropomorfas y una estructura similar. En esta ocasión, el perfil del hueco es mixtilíneo, lo que nos permite fecharlo en torno al 1510-1520. Unas aves con unos frutos que parecen uvas podrían ser un motivo iconográfico alusivo a la eucaristía o al paraíso, pero lo cierto es que el nicho se decora someramente con unos rameados, flores y rosas de seis pétalos, y una pequeña cruz sobre la puerta. Este de Alzuza se mantiene en su lugar original en el lado del evangelio y, viendo que en el centro del retablo se encuentra un sagrario de madera dorada y bella policromía de finales del siglo XVI, no cabe duda de que dejó de emplearse como sagrario tras la implantación de los decretos tridentinos.


Fig. 12. Sagrario mural gótico de la parroquia de San Esteban de Genevilla, con parte de su retablo mayor. Foto: Justin Kroesen.


Fig. 13. Sagrario mural incrustado en el claustro de la Real Colegiata de Santa María de Roncesvalles. Foto: Aintzane Erkizia.

Un nicho interesante es el de Genevilla (fig. 12). Aunque no conserve ni la puerta ni la policromía, que sin duda le dotó de color y visibilidad, es un buen ejemplo para conocer cómo estos sagrarios de tipología medieval fueron sustituidos por otros microedificios de madera cuando se construyeron los grandes retablos renacentistas. El magnífico retablo del siglo XVI no llega a ocultar el nicho, pero tapa parte de su espacio. A pesar de ser un hueco adintelado enmarcado por varios arcos conopiales sucesivos sin decoración, este antiguo sagrario destaca por estar encuadrado por un amplio y voluminoso alfiz con bolas isabelinas, siendo el único ejemplo navarro con estas características, al menos que se conozca hasta ahora.
Pero hay también unos nichos artísticamente más sugestivos, con unos diseños arquitectónicos más trabajados. Uno de ellos se encuentra reubicado en una pared del claustro de la Colegiata de Roncesvalles (fig. 13). Aunque esté lleno de suciedad, muy estropeado, descontextualizado y prácticamente inédito, se le aprecia un fino diseño gótico, flanqueado por dos agujas y con un remate con largas ventanas ciegas, muy habitual en el tardogótico europeo, además de dos escudos heráldicos borrados que aportarían una valiosa información para interpretarlo.


Fig. 14. Tabernáculo mural de la parroquia de San Nicolás de Pamplona. Primera mitad del siglo XV. Foto: Justin Kroesen.

Otro sagrario mural sumamente sugerente se encuentra en la parroquia de San Nicolás de Pamplona que, por razones estéticas, podríamos fechar en la primera mitad del siglo XV (fig. 14). Una vez más, el sagrario está muy intervenido en tanto que está cubierto por una gruesa capa de yeso, totalmente repintada y desfigurada, y además se le han añadido unos relieves romanistas de madera, mutilando el sagrario gótico. Es posible que, en su origen, aparte de una policromía bien diferente, tuviera algunas pequeñas tallas de piedra que conformarían su programa iconográfico. A pesar de este estado, es uno de los mejores sagrarios de Navarra y el más grande de los tabernáculos murales con sus más de dos metros de altura.


Fig. 15. Fragmento del sagrario mural de la catedral de Santa María la Mayor de Tudela. Hacia 1400. Museo de Tudela. Foto: Justin Kroesen.

En la catedral de Santa María la Mayor de Tudela (fig. 15), durante las excavaciones arqueológicas de 2002-2003, se recuperó un fragmento de sagrario que había sido reutilizado como soporte para la pila bautismal, y en un momento de la historia, enterrado bajo ella. Debe de tratarse del antiguo sagrario de la catedral, un nicho de un tamaño considerable fechable hacia 1400, probablemente retirado en época contrarreformista. Es el único sagrario gótico navarro que tiene una inscripción alrededor de la puerta, y eso lo convierte en una de las piezas más interesantes de Navarra. Las letras góticas rezan lo siguiente: “[Verbum caro] panem verum : verbo carnem eficit : fitq[u]e sanguis xpi merum : et si se[nsus deficit]”, palabras que pertenecen al himno eucarístico por excelencia, titulado Pange Lingua y atribuido tradicionalmente a santo Tomás de Aquino, el gran teólogo escolástico que expuso la doctrina de la transubstanciación en el siglo XIII. La filacteria que sostienen los dos ángeles que inciensan la eucaristía ha sido borrada y resulta ininteligible, como también casi ha desaparecido la policromía que sin duda tenía. Los dos ángeles tienen una anatomía algo tosca, pero el escultor ha puesto atención en la talla de los detalles y los roleos vegetales, unos bajorrelieves de gran finura.


Fig. 16. Tabernáculo mural de la parroquia de San Nicolás de Arteaga. Foto: Aintzane Erkizia.


Fig. 17. Sagrario mural de la parroquia de Santa María de Abárzuza. Foto: Aintzane Erkizia.

Por último, hay que destacar unos cuantos tabernáculos murales realizados ya en el siglo XVI que, si bien actualizan su estética al lenguaje artístico renacentista, pertenecen a esta tipología de sagrarios netamente medieval. El pequeño nicho de Arteaga (fig. 16) es una buena pieza del primer Renacimiento, cuyo aspecto está deformado por un grueso repinte. El hueco, cuadrado y cerrado con una reja traslúcida, está ya configurado en lenguaje “a lo romano”, con unas pilastras planas con decoración a candelieri. En el remate tiene un cáliz flanqueado por unos roleos avolutados propios de los inicios del Renacimiento. Del mismo grupo es el nicho de Abárzuza (fig. 17), que destaca por su bella puerta de hierro. La profunda intervención que tiene impide conocer cómo era su forma original, pero los putti, las copas gallonadas y los vegetales que conserva sin duda pertenecen a este contexto.


Fig. 18. Tabernáculo mural de la parroquia de San Román de Larraya. Foto: Justin Kroesen.


Fig. 19. Cabecera de la parroquia de San Antón Abad de Egiarreta. Foto: Aintzane Erkizia.


Fig. 20. Detalle del sagrario del retablo mayor de la parroquia de San Antón Abad de Egiarreta. Foto: Aintzane Erkizia.

Alguna década más tarde se debió de esculpir el de Larraya (fig. 18), repolicromado en tiempos recientes, que tal vez podríamos considerarlo el último tabernáculo mural que se construyó en Navarra. Las volumétricas columnas abalaustradas que la enmarcan, el empleo de lenguaje clasicista y el tondo con el pelícano son indicadores de una cronología tardía para este tipo de sagrario, tal vez hacia 1550. Cierra este capítulo el sagrario de Egiarreta (fig. 19), que se erige como un singular ejemplo de cómo algunos retablos renacentistas incorporaron a su estructura no un nuevo sagrario de madera en el eje central, sino el antiguo tabernáculo mural del lado del evangelio, como ocurre en Dueñas (Palencia). El magnífico retablo se construyó a partir de 1540 y uno de los casetones del primer cuerpo integra el sagrario mural (fig. 20), flanqueado por dos evangelistas y coronado por una venera. Esta ubicación lateral del sagrario perduró hasta 1635, cuando se hizo uno nuevo en el centro por insistencia de los visitadores episcopales.

Con ellos vemos que el tabernáculo mural de la Edad Media perduró unas décadas más allá del final de gótico hasta que la reforma tridentina les puso punto final. El epílogo de esta tipología medieval en Navarra fueron estas obras renacentistas que convivieron con los sagrarios exentos de madera colocados sobre el altar que ya se estaban construyendo, pertenecientes a otra concepción del espacio sagrado, más moderna.
 

Las torres eucarísticas se pueden considerar como la mejor manifestación artística de los muebles para guardar el Santísimo, debido a su destacado tamaño y su cuidadosa atención artística. Su existencia es casi tan antigua como la práctica de conservar la eucaristía, porque la primera noticia que tenemos de ellas es la descripción de la torre que el emperador Constantino regaló a una de las basílicas mayores de Roma, hecha en oro y decorada con piedras preciosas. Su presencia recorre muchos siglos en inventarios, descripciones y textos litúrgicos, aunque apenas se conservan ejemplares anteriores al siglo XIV.

La forma de torre tiene una gran carga simbólica por ser imagen de fortaleza y seguridad, pero se ha empleado en los receptáculos eucarísticos porque rememora el Santo Sepulcro de Jerusalén, y así aparece constantemente en la literatura litúrgica y teológica. La asociación directa del Sepulcro del Señor con el sagrario, ambos espacios empleados para depositar el cuerpo de Cristo, ha hecho que este mueble emplee durante siglos una forma arquitectónica, concretamente forma de edificio de planta circular o central, en cuyo interior se guarda el cuerpo de Cristo envuelto en paños que hacen referencia al santo sudario, al igual que ocurre con las píxides antes mencionadas.

Estas torres conocieron un gran desarrollo en los Países Bajos y en Alemania, donde se encuentran los mejores ejemplos. Reciben el nombre de Sakramenthäuschen (casita de sacramento) y son vistosas microarquitecturas de enorme calado artístico hechos en materiales duraderos como la piedra, que tuvieron un gran desarrollo estructural y artístico desde h. 1300 hasta la reforma luterana en algunos lugares y hasta la reforma tridentina en otros. En menor medida los encontramos también en Francia y Escandinavia, generalmente de menor tamaño, y raramente en el resto de Europa, a excepción de una concentración de torres eucarísticas góticas de piedra que podemos encontrar precisamente en el País Vasco, Navarra y Burgos.


Fig. 21. Torre eucarística de la parroquia de San Román de Metauten. En torno a 1500. Museo de Navarra, Pamplona. Foto: Aintzane Erkizia.

La mejor torre eucarística de Navarra es la que procede de Metauten (fig. 21) y se encuentra en el Museo de Navarra de Pamplona. Tal vez no sea la obra gótica más fina de Navarra, pero es la que se ha conservado casi completa y representa a una familia de sagrarios góticos que han desaparecido sin apenas dejar rastro. Por ello mereció ser la pieza del mes de noviembre de 2022 en esta misma Cátedra y tuvimos la ocasión de ponerla en valor.


Fig. 22. Fragmento de sagrario de la parroquia de Santa Eulalia de Ganuza. Hacia 1520. Museo Catedralicio Diocesano de Pamplona. Foto: Aintzane Erkizia.

Cerca de Metauten se encuentra Ganuza (fig. 22), otro pequeño núcleo que debió de retirar el sagrario de piedra en la misma época. Por suerte, su cuerpo central se conserva en el refectorio de la catedral de Pamplona. Podría fecharse en el primer tercio del siglo XVI, porque está realizado ya en lenguaje renacentista propio de los inicios de este siglo, como indican los finos grutescos y las cabecitas de querubines de la base. El cuerpo es cuadrado y es posible que, aunque fuera exento, estuviera apoyado en el muro del presbiterio, tal y como se ve en otros casos cercanos. El frente muestra el rostro de Cristo flanqueado por dos ángeles portando velas. En los laterales, san Pedro y san Pablo actúan de testigos de la eucaristía, iconografía esta que es casi general en los sagrarios renacentistas.


Fig. 23. Torre eucarística de la parroquia de San Salvador de Arróniz. Hacia 1500. Foto: Justin Kroesen.

Arróniz (fig. 23) cuenta con la tercera torre eucarística navarra, ahora ubicada en el exterior de la iglesia, a la intemperie, muy deteriorada. Se trata de una torre exenta elevada sobre una columna fasciculada que podríamos fechar en torno al 1500. El cuerpo del sagrario, de planta posiblemente hexagonal, tiene amplias tracerías góticas distintas en cada lado realizadas en mediorrelieve. A pesar de que le falta la mitad del cuerpo central, todo el cuerpo superior y todo vestigio de policromía, y de que esté tan castigado por el tiempo, es un testigo mudo de la existencia de un grupo de torres pétreas en Navarra.

Tal vez la aportación navarra más significativa al paisaje de torres eucarísticas europeas sea una valiosa referencia documental que desvela muchas de las características que poseían estas obras que ya no podemos contemplar. Se trata de la visita que en junio de 1501 realiza Juan de Ortega, obispo de Calahorra-La Calzada, a la parroquia de Torralba del Río, por entonces perteneciente a su diócesis. El obispo deja escrito que “visito e hallo el corpus xpi [christi] en un reliquiario nuevo de piedra labrada de maçoneria a manera de torre de muy buena piedra, el qual no está vien aun acavado, a la mano isquierda del altar mayor”. En los años sucesivos se registran pagos al maestro Oliver por hacer ese sagrario y en 1506 el provisor que vuelve a visitar la iglesia ve el “reliqario nuevo de piedra dorado”. Estas dos menciones, tan breves como sustanciosas, aportan unos datos muy reveladores: dan una fecha clara de construcción de estas torres eucarísticas en torno al 1500; hablan del cuidado que se tenía con la piedra, seleccionada por su calidad; confirma que las torres se ubicaban en el lado del evangelio, como los tabernáculos murales; reafirma que los sagrarios estaban dorados y policromados; y notifican la concepción arquitectónica de estas obras, característica que las define y las integra en el género de la microarquitectura. De esta manera, esta cita documental corrobora lo que se puede concluir del estudio de los sagrarios que han sobrevivido a la época moderna y, al mismo tiempo, ayuda a interpretar los numerosos fragmentos de piedra que encontramos en muchas parroquias.

Los nichos y las torres están físicamente separados del altar mayor, pero se ubican siempre en el presbiterio y, como tal, son un componente indispensable en el escenario de la liturgia medieval y parte del equipamiento del altar. Sin embargo, ya se ha destacado que también se coloca la eucaristía sobre el mismo altar mayor, en arquetas, cajas y píxides, o suspendidos desde el baldaquino. La vinculación entre altar como mesa de sacrificio y conmemoración de la cena y el sagrario ha sido constante y, por ello, tras varios siglos en los que el sagrario podía estar orillado en el presbiterio, la reforma tridentina prescribió una única ubicación del sagrario en el centro del altar mayor y fijado a él. Las sinodales hispanas a partir de mediados del siglo XVI ya dejan clara esta nueva norma, redactadas por obispos reformadores y humanistas que habían asistido al concilio ecuménico, tales como los de Astorga en 1553, Guadix en 1554, Salamanca en 1565 o Burgos en 1577.

En Navarra, el celo reformador de sus obispos permitió aplicar la reforma antes de la celebración del concilio de Trento. A partir de 1540, bajo el episcopado de Pedro Pacheco, ya aparecen mandatos de visita que ordenan la construcción de sagrarios de madera para ubicarlos en el altar, aunque esta norma solo la aplica en las parroquias que no tenían sagrario; donde visita tabernáculos murales, los considera adecuados, y en otros lugares incluso ordena aún que se construya una alacena en el muro para que la píxide se guarde con seguridad. Es en la segunda mitad del siglo cuando hombres como el maestro Martín de Miranda o el doctor Alquiza, titulados ambos “visitador y reformador” visitan la diócesis y ordenan sistemáticamente retirar todos los sagrarios de piedra, tanto torres como nichos, declarados inadecuados por estar obsoletos y separados del altar. Es así como comenzó la implacable desaparición de los sagrarios medievales de Navarra.


Fig. 24. Banco y primer cuerpo del retablo de la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora de Marañón. Principios del siglo XVI. Foto: Justin Kroesen.

Algo que hay que destacar en este proceso histórico es que estas nuevas prescripciones tridentinas tenían un antecedente medieval, no solo con las arquetas y píxides colocadas sobre el altar, sino sobre todo con un tipo de sagrario que se desarrolló en la Corona de Aragón desde mediados del siglo XIV, cuando comenzaron a construirse los retablos de piedra, madera o pintura de cierta entidad. Estos retablos góticos tienen un sagrario de madera apoyado en el altar, realizado con estructura arquitectónica y complementado con imágenes que aluden a la eucaristía, tal y como serán los sagrarios renacentistas. Ciertamente, en los sínodos de Barcelona (1241), Tarragona (1242), Valencia (1258), Barcelona (1347) y otros muchos, ya se ordenaba que el sagrario debía estar en el centro del altar mayor, cosa que apenas ocurría en otras geografías y, por eso, desde la segunda mitad del siglo XIV, en la Corona de Aragón los retablos ya se construyen con un sagrario, adelantándose así al Renacimiento y a los sagrarios tridentinos.
Es innegable que el arte navarro participa de los géneros, los artistas y las tendencias artísticas aragonesas y, aunque apenas desarrolla este tipo de sagrario de madera gótico sobre altar, sí tiene un ejemplo que lo representa magistralmente, que es el sagrario de la parroquia de Marañón (fig. 24). El retablo y el sagrario conforman un todo realizado dentro del tardogótico de principios del siglo XVI, y la caja eucarística, integrada en la predela, sobresale de la superficie del retablo porque tiene forma trapezoidal, emulando una torre de planta central hexagonal como representación del Santo Sepulcro.

Tiene el frontis intervenido y ha perdido la imagen original, pero la buena conservación del resto del retablo deja en evidencia que también el programa iconográfico es unitario. Así, el sagrario, con dos ángeles que portan la cruz y una corona de espinas, está flanqueado por san Pedro en la mano del evangelio y san Pablo en el de la epístola, acompañados a su vez por el apostolado. Sobre el sagrario se encuentra la titular del templo, una talla de la Virgen con el Niño rodeada por los evangelistas, y encima de ella la Asunción marca el camino de la Salvación que culmina con un Calvario. Esta organización del mensaje va a ser el más habitual en los retablos mayores que se construirán a partir de este momento, cuyo eje estará estructurado siempre en torno al sagrario.

Otro caso que merece destacarse aquí es el antiguo retablo mayor de la parroquia de San Miguel de Barillas, en la merindad de Tudela, que pertenecía hasta el siglo XVIII a la diócesis de Tarazona. El retablo mayor, dedicado a san Miguel y costeado por los señores de Barillas hacia 1470 y atribuido al círculo de Jaume Huguet, no conserva su sagrario original, pero el hueco que tiene en el centro de la predela evidencia su existencia, muy temprana en tierras navarras, pero muy habitual en tierras aragonesas.

Como colofón a este recorrido por los sagrarios medievales de Navarra, es necesario destacar que este rico patrimonio navarro se posiciona como una encrucijada y un punto de encuentro entre Castilla, Aragón y Francia. Esto es visible en toda la producción artística, y también en las tipologías y formas de los sagrarios medievales: de Francia proceden los esmaltes de Limoges, los nichos y torres coinciden con el paisaje castellano, y algún sagrario gótico sobre el altar comparte la costumbre aragonesa. Los sagrarios medievales son piezas artísticas con una evolución y unas formas determinadas por su función, y están cargadas por un rico simbolismo que ha determinado su forma, demostrando que en la historia del arte, forma y contenido van de la mano. El paisaje de sagrarios medievales de Navarra da buena muestra de ello.

Este apartado enumera una selección de las publicaciones fundamentales sobre la historia del sagrario, recogiendo obras que analizan este mueble artístico en general. No incluye, por tanto, estudios de caso ni bibliografía específica, que es muy amplia.

AIZPÚN, J., “El retablo mayor romanista y el sagrario. El ‘Oriente’ del espacio de culto cristiano”, FERNÁNDEZ GRACIA, R. (coord.), Pulchrum. Scripta varia in honorem M.ª Concepción García Gainza, Pamplona, Gobierno de Navarra, Universidad de Navarra, 2011, pp. 43-50.

AYALA LÓPEZ DE CONTRERAS, J. (Marqués de Lozoya), “Sagrarios mudéjares”, Revista Nacional de Educación, n.º 1, 1941, pp. 51-53.

DIX, G., A Detection of Aumbries with other notes on the History of Reservation, Westminster, Dacre Press, 1944.

ERKIZIA-MARTIKORENA, A. y KROESEN, J., “A Temple in a Temple. Medieval Tabernacles on the Iberian Peninsula”, RODOV, I. M. (ed.), Enshrining the Sacred: Microarchitecture in Ritual Spaces, Nueva York, etc., Peter Lang, 2022, pp. 135-176.

ERKIZIA-MARTIKORENA, A., “El sagrario como referente simbólico del Santo Sepulcro”, La Orden del Santo Sepulcro. VIII Jornadas Internacionales de Estudio, Zaragoza, Centro de Estudios de la Orden del Santo Sepulcro, 2019, pp. 55-70.

ERKIZIA MARTIKORENA, A., “El sagrario en el equipamiento del altar medieval en la corona de Castilla. Algunas reflexiones metodológicas”, Codex Aquilarensis, n.º 38, 2022, pp. 255-272.

ESPAÑOL BERTRÁN, F., “Tabernacle-retables in the Kingdom of Aragón”, KROESEN, J. y SCHMIDT, V. (eds.), The altar and its environment 1150-1400, Turnhout, Brepols, 2009, pp. 87-108.

FOUCART-BORVILLE, J., “Essai sur les suspenses eucharistiques comme mode d’adoration privilégié du Saint Sacrement”, Bulletin Monumental, n.º 145-III, 1987, pp. 267-289.

FOUCART-BORVILLE, J., “Les tabernacles eucharistiques dans la France du Moyen  ge”, Bulletin Monumental, n.º 148, 1990, pp. 349-382.

GARCÍA GAINZA, M.ª C. (dir.ª), Catálogo Monumental de Navarra, Pamplona, Institución Príncipe de Viana, 1980-1997, 9 vols.

GERMAN, K., Sakramentsnischen und Sakramentshäuser in Siebenbürgen, Petersberg, Imhof, 2014.

GOÑI GAZTAMBIDE, J., Los navarros en el Concilio de Trento y la reforma tridentina en la Diócesis de Pamplona, Pamplona, Imprenta diocesana, 1947.

ÍÑIGUEZ ALMECH, F., “El sagrario. Algunas formas españolas iniciales y sus transformaciones”, XXXV Congreso Eucarístico Internacional. La Eucaristía y la paz. Barcelona: [s.n.], 1952, tomo I, pp. 824-825.

KING, A., Eucharistic Reservation in the Western Church, Nueva York, Sheed and Ward, 1965.

KROESEN, J. y TÅNGEBERG, P., Die mittelalterliche Sakramentsnische auf Gotland (Schweden). Kunst und Liturgie, Petersberg, Imhof, 2014.

MAFFEI, E. La réservation eucharistique jusqu’à la Renaissance, Bruselas, Vromant, 1942.

TIMMERMANN, A., Real Presence: Sacrament Houses and the Body of Christ, c. 1270-1600, Turnhout, Brepols, 2009.

VAN DIJK, S. J. P. y HAZELDEN WALKER, J., The Myth of the Aumbry. Notes on medieval reservation practice and eucharistic devotion, Londres, Burns & Oates, 1957.