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Fotografías del Catálogo Monumental y Artístico de la Provincia de Navarra (1916) de Cristóbal de Castro

PILAR ANDUEZA UNANUA
UNIVERSIDAD DE LA RIOJA

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1.-Los inventarios y catálogos

La conciencia tutelar del Estado sobre el patrimonio histórico-artístico nació en la Francia del siglo XVIII de la mano de la Ilustración y de la Revolución francesa. Pronto se vio en los catálogos e inventarios una herramienta eficaz y un medio imprescindible para el conocimiento y la protección de los monumentos. Así se puso de manifiesto ya en 1793 cuando se enviaron a todos los departamentos del país las Instrucciones sobre la manera de inventariar y conservar en toda la extensión de la República todos los objetos que puedan servir a las artes, a las ciencias y a la educación. Unos años más tarde, Ludovic Vitet, como Inspector general de monumentos históricos, recorría el país tomando buena nota de los monumentos e inventariándolos para su conservación. A estas labores se sumaría la restauración, auspiciada por su sucesor, Prosper Mérimée, y gestionada por la Comisión de Monumentos Históricos, creada en 1837.

En la España borbónica dieciochesca correspondió a la Real Academia de la Historia y a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando la iniciativa para el desarrollo de algunas normas que trataban de tutelar, de momento muy parcialmente, el patrimonio. El demoledor proceso desamortizador decimonónico sirvió de espoleta para crear un aparato técnico y jurídico tanto estatal como provincial. Y así, siguiendo la senda francesa, nacieron en 1844 la Comisión Central de Monumentos y las Comisiones Provinciales. Entre sus principales finalidades se hallaba “adquirir noticia de todos los edificios, monumentos y antigüedades que existan en su respectiva provincia y merezcan conservarse”, así como “formar catálogos, descripciones y dibujos de los monumentos y antigüedades”. Con ello, se incidía en la relevancia de inventarios y catálogos. Los resultados no fueron los esperados, de modo que un nuevo real decreto fechado el 1 de junio de 1900 ordenó la elaboración de un Catálogo Artístico de España, con el que se obtendría “la catalogación completa y ordenada de las riquezas históricas o artísticas de la nación”. El registro sistemático y completo de bienes del país se haría provincia a provincia. La labor para desarrollar el Catálogo Monumental de España se encomendó al historiador del arte Manuel Gómez Moreno quien, entre 1901 y 1907, realizó el Catálogo correspondiente a Ávila, Salamanca, Zamora y León. El deseo de obtener unos resultados globales rápidos hizo que los responsables extendieran el encargo de aquella tarea a otros autores, no siempre con una preparación adecuada, lo que desembocó en criterios y resultados muy dispares, desiguales e incluso en partes inacabadas. Es en este contexto donde debemos situar el Catálogo Monumental y Artístico de la Provincia de Navarra, realizado por Cristóbal de Castro. 

 

2.-Cristóbal de Castro

El 22 de noviembre de 1874 nació en Iznájar (Córdoba) Cristóbal de Castro. Aunque pasó por la universidad donde se matriculó en Derecho, su vida laboral se centró en el periodismo y la literatura, con temas costumbristas andaluces y femeninos. Fue académico de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba y de la Academia Hispanoamericana de Cádiz.

Su relación con el Catálogo Monumental de España se inició el 1 de febrero de 1912, cuando solicitó realizar la parte correspondiente a la provincia de Álava. Aceptada su petición, arrancaron sus trabajos de catalogación en la provincia vasca, a los que seguirían los catálogos correspondientes a Orense, (1914), Logroño (1915), Navarra (1916), Santander (1917-18), Cuenca (h. 1920) y Canarias (1921).

Cristóbal de Castro

Foto 1. Cristóbal de Castro

 

Indudablemente Cristóbal de Castro carecía de la formación adecuada para emprender tan ardua y especializada tarea. En palabras de Amelia López-Yarto, nos hallamos ante el autor “más inepto” de cuantos participaron en aquel vasto proyecto iniciado en 1900. De hecho, ya desde la publicación del Catálogo de Álava en 1915 se comprobó la pobreza de sus resultados y desde entonces no faltaron críticas a su trabajo de voces especializadas, como Elías Tormo, Leopoldo Torres Balbás o, décadas después, Gaya Nuño.

 

3.-El Catálogo Monumental y Artístico de la Provincia de Navarra

Aunque en 1909 el historiador, arabista, arqueólogo y numismático Antonio Vives pidió ejecutar el Catálogo de Navarra, tras haber finalizado el de Baleares, la tarea recayó oficialmente en Cristóbal de Castro, según la real orden de 1 de marzo de 1916. Debería realizarla en un plazo de ocho meses y cobraría 800 pesetas. Tras solicitar una prórroga de cuatro meses, finalmente entregó el encargo y en marzo de 1918 la Comisión emitió un informe muy favorable. No cabe duda de que quien redactó dicho informe no había leído con mucha atención el trabajo de Castro o desconocía el patrimonio monumental de Navarra, pues el catálogo resulta a todas luces pobre, fragmentario, parcial y con carencias y errores significativos, máxime si lo comparamos con los trabajos de algunas otras provincias.

El Catálogo Monumental y Artístico de Navarra está formado por cinco tomos (33 cm.), encuadernados en piel, de los que dos se corresponden con textos y tres con fotografías (419).

ortada del Catálogo Monumental y Artístico de la Provincia de Navarra. Tomo 1. Texto

Foto 2. Portada del Catálogo Monumental y Artístico de la Provincia de Navarra. Tomo 1. Texto

(Fotografía: Ministerio de Cultura. Instituto de Patrimonio Cultural de España)

Portada del Catálogo Monumental y Artístico de la Provincia de Navarra. Tomo 1. Fotografías

Foto 3. Portada del Catálogo Monumental y Artístico de la Provincia de Navarra. Tomo 1. Fotografías

(Fotografía: Ministerio de Cultura. Instituto de Patrimonio Cultural de España)

 

Castro estructuró su trabajo en dos partes. En la primera, además de una extensa introducción, dedicó cuatro capítulos a la historia de Navarra hasta la Edad Moderna. Ya en la segunda parte se centró propiamente en el patrimonio monumental, arrancando en Pamplona, para pasar, ya en el segundo tomo, a la catalogación del resto de Navarra a través de la división en partidos judiciales: Pamplona, Aoiz, Estella, Tafalla, y Tudela.

Aunque su objetivo era “estudiar someramente las épocas y sus periodos arqueológicos con carácter sintético, para después, en lo que propiamente debe llamarse inventario, proceder a la catalogación de cada monumento, con la extensión que requiera su importancia”, el resultado no respondió a aquellos principios.

 Catálogo Monumental y Artístico de la Provincia de Navarra. Tomo 1. Texto

Foto 4. Catálogo Monumental y Artístico de la Provincia de Navarra. Tomo 1. Texto (Fotografía: Ministerio de Cultura. Instituto de Patrimonio Cultural de España)

 

Analizado su planteamiento, sus textos y fotografías, se puede afirmar que el catálogo resultó totalmente incompleto e insuficiente en lo relativo a la catalogación, dejando significativos bienes inmuebles sin recoger y apenas aludiendo a algunos bienes muebles. Al mismo tiempo el autor puso de manifiesto importantes lagunas en el conocimiento, tanto de un lenguaje especializado como en los estilos artísticos. La lectura de la obra denota asimismo una visión decimonónica centrada en los monumentos medievales, pasando por alto otros estilos como el Renacimiento y el Barroco. Y lo mismo ocurre con arquitectura religiosa que lo inunda todo, frente a la arquitectura civil, especialmente la doméstica, e incluso militar, a las que apenas alude.

 

4.-Las fotografías del Catálogo Monumental

La documentación fotográfica aportada en los tres volúmenes de este Catálogo es lo más relevante de la obra. Se centra fundamentalmente en el exterior de edificios medievales significativos, si bien recoge también con bastante profusión los puentes, resultando por el contrario muy escasa la arquitectura doméstica. Los bienes muebles tienen también una presencia testimonial: piezas arqueológicas, algunas pinturas y esculturas, objetos de plata, ornamentos o vidrieras aparecen en sus páginas de manera muy puntual y sin una justificación clara.

 “Claustro de San Pedro de la Ruá (sic)”. Catálogo Monumental y Artístico de la Provincia de Navarra. Tomo II. Fotografías

Foto 5. “Claustro de San Pedro de la Ruá (sic)”. Catálogo Monumental y Artístico de la Provincia de Navarra. Tomo II. Fotografías (Fotografía: Ministerio de Cultura. Instituto de Patrimonio Cultural de España)

“Valle de Gulina. La Trinidad de Aguinega (sic)”. Catálogo Monumental y Artístico de la Provincia de Navarra. Tomo II. Fotografías

Foto 6. “Valle de Gulina. La Trinidad de Aguinega (sic)”. Catálogo Monumental y Artístico de la Provincia de Navarra. Tomo II. Fotografías (Fotografía: Ministerio de Cultura. Instituto de Patrimonio Cultural de España)

 

Dejando a un lado los valores artísticos e históricos de estas fotografías, este tipo de documentación resulta crucial en la actualidad para el conocimiento del patrimonio. Estas imágenes son registros visuales que nos permiten percibir con fidelidad absoluta el estado en que se hallaban algunos bienes culturales en las primeras décadas del siglo XX y comprobar así la evolución posterior que han tenido. Nos dan además la posibilidad de conocer los estragos causados por las desamortizaciones decimonónicas, e incluso analizar los criterios de restauración seguidos posteriormente.

Buena parte de las fotografías que figuran en el Catálogo fue facilitada por Julio Altadill, vicepresidente de la Comisión de Monumentos de Navarra, y por el propio organismo. A ella se sumaron las realizadas ex profeso por el fotógrafo Miguel España y las adquiridas a fotógrafos locales. No obstante, se aprecia una total desproporcionalidad en la presentación que el autor hace de las fotografías, al ofrecer algunas localidades y/o edificios con múltiples fotografías y otras, por el contrario, con un único ejemplar o incluso sin reflejo fotográfico alguno.

De las 419 fotografías del catálogo, presentamos a continuación una pequeña selección que, por diversos motivos, nos parecen significativas. El enunciado que les hemos dado se corresponde estrictamente con el pie de fotografía que de manera manuscrita o mecanografiada aparece en cada ejemplar. Algunas de estas identificaciones realizadas por Castro resultan erróneas y no faltan inexactitudes y erratas ortográficas en las denominaciones de algunas localidades y obras.

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