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Ser humanos en una sociedad deshumanizada

31/01/2024

Publicado en

El Diario Montañés

Gerardo Castillo |

Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra

En ‘La revolución de la esperanza’ (1968), Erich Fromm pronosticó cómo sería el ser humano del 2000: un mero consumidor, un ser pasivo sometido a una realidad mecanizada que nos separará a los unos de los otros. La sociedad sería cada vez más individualizada, deshumanizada y supeditada a la tecnología. El mundo se irá dirigiendo de manera progresiva hacia un escenario con menos interacción social y mayor aislamiento. En la ‘megamáquina’, como él definió a la sociedad industrializada, el hombre será esclavo de la tecnología. Ese pronóstico es, en muchos aspectos, un retrato de nuestro mundo actual.

La ‘megamáquina’ es para Fromm un sistema social totalmente organizado y homogeneizado en el que las máquinas y las personas son la misma cosa. Con la única diferencia de que el ser humano pierde la libertad, la salud y la felicidad par que esos engranajes funcionen.

Damos por sentado que nuestros ordenadores y demás tecnologías están a nuestro servicio, cuando en realidad, es a la inversa. Por otro lado, hay otro aspecto interesante que señalaba Fromm en su libro ‘La revolución de la esperanza’. Los hombres y las mujeres perderán la fe y la confianza en los valores humanos y, en su lugar, solo se dará validez a los valores técnicos y materiales. La sociedad deshumanizada, según Fromm, será una sociedad infeliz.

Decía Ortega y Gasset que «mientras el tigre no puede dejar de ser tigre, no puede destigrarse, el hombre vive en riesgo permanente de deshumanizarse». Eso sería quedar despojado de sus características humanas, entre ellas la libertad y la propia identidad, lo que le sometería a nuevas formas de esclavitud.

La sociedad deshumanizada ha sido posible, en parte, por lo que Yosvani Momtano explica en ‘El exilio de las humanidades’: que en las escuelas actua les no hay margen para el pensamiento y la creatividad. El vacío de las humanidades está siendo ocupado por las pseudoculturas. Rob Riemen destaca las cuatro que menciono de forma resumida a continuación.

1. La pseudocultura, que opta por una vida placentera, divertida y fácil;

2. La pseudocultura pragmática, la de la ciencia y la tecnología, que valora prioritariamente lo útil;

3. La pseudocultura del dinero y la riqueza;

4. La pseudocultura del esnobismo estético, la veneración nostálgica de las ‘obras bellas’ del pasado, que nos permite huir de nuestro mundo con sus verdades incómodas.

Para Rob Riemen, estas subculturas generan un vacío espiritual y una pérdida de identidad, que pueden llevar a la desesperación y manifestarse en el consumo de drogas y la violencia. En u ensayo ‘El arte de ser humanos’ (2023) sostiene que ser auténticamente humano y mantenerse así en una sociedad deshumanizada, es un reto y un arte que radica en la nobleza de espíritu, la que nos libera de nuestra ignorancia y de nuestros prejuicios. Equivale a lo que Sócrates llamaba ‘paideia’ y los alemanes ‘bildung’. Implica formar el carácter y convertirnos en auténticas personas, en vez de simples individuos parte de la multitud.

En esa situación es preciso recurrir a los valores humanos: la cooperación, la escucha activa, la empatía, la solidaridad, el altruismo, la humildad, la sencillez… la humanidad, en definitiva, es el único antídoto contra la deshumanización.

En la sociedad deshumanizada en parte por el exceso de vida en las redes sociales, es fundamental tomar medidas para contrarrestar sus efectos negativos. Es importante establecer límites en el tiempo que pasamos en las redes sociales. Cultivar relaciones fuera de línea: organizar encuentros cara a cara, participar en actividades comunitarias y establecer conexiones reales y significativas con otras personas puede contrarrestar la sensación de soledad y aislamiento.

Riemen afirma que el arte de ser humano se favorece con la lectura permanente de los clásicos. A este respecto cita la primera estrofa de un soneto de Quevedo:

«Retirado en la paz de estos desiertos

con pocos pero doctos libros juntos,

vivo en conversación con los difuntos

y escucho con mis ojos a los muertos».

Añade que para la construcción de una sociedad y de una cultura sanas debe cuidarse el fomento del espíritu humano independiente, el respeto permanente a la libertad, la apertura, la valentía, la responsabilidad, el espíritu crítico y sobre todo el amor a la verdad. Una cultura no puede estar cimentada sobre una relación equívoca con la verdad.