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Literatura y gestión (4). Cómo enfrentarse a un mundo en transformación

28/07/2022

Publicado en

Expansión

Javier de Navascués |

Profesor de la Facultad de Filosofía y Letras

Willa Cather (1873-1947) es una de las grandes narradoras norteamericanas de comienzos del siglo XX. Gran parte de su obra se dedica a rememorar la construcción del Midwest a través de las vidas de la gente común que vino desde Europa para colonizar aquellas tierras. Pioneros (1913), una de sus primeras y mejores novelas, cuenta la historia de una familia de inmigrantes suecos en la Nebraska rural a comienzos del siglo XX. La obra tiene cinco partes bien diferenciadas que marcan el proceso de superación personal de la protagonista, Alexandra Bergson, y su conversión en líder de su comunidad. En la primera, La tierra salvaje, la muerte de John, el padre de la protagonista, deja a su familia en una situación muy complicada. El clima es durísimo y la tierra infértil. La granja no da resultados y falta el mínimo sustento para Alexandra, su madre y sus tres hermanos varones. Pero donde fracasa el hombre, triunfa la mujer. Alexandra decide tomar las riendas de su casa y asume el papel del padre. A partir de entonces, su resistencia a las dificultades, su capacidad de trabajo y su progresivo conocimiento de la naturaleza le permiten sobreponerse a los problemas a lo largo de los años.

Sin embargo, su determinación no es ciega. Por el contrario, escucha a todos y decide por encima de las ideas preconcebidas. Por eso no duda en pedir consejo a Ivar, un anciano con fama de loco debido a sus puntos de vista poco ortodoxos sobre las cosas. En ese momento el problema concreto de Alexandra puede resultarnos trivial: quiere saber qué puede hacer para que no se le mueran los cerdos, como sucede en las granjas vecinas. Ivar le advierte que debe procurar higiene a los animales mediante unos consejos muy sencillos. Alexandra los sigue y comprueba el resultado positivo. A partir de aquí, frente a la opinión dominante y la actitud de sus hermanos, la suya va a seguir siempre un patrón: estudiar la situación, utilizar los recursos disponibles y seguir adelante. Algo propio de un buen líder. "Un pionero debía tener imaginación, debía disfrutar con la idea de las cosas, más que con las cosas mismas", dice el relato.

Tres años de sequía desaniman a muchos en la región. Su amigo Carl ya ha decidido mudarse con su familia a la ciudad. También sus hermanos son de la misma opinión. Pero Alexandra elige no rendirse y aplicar la imaginación a largo plazo. Una vez más, observa a su alrededor y toma buena nota de que los ricos de la zona están comprando tierras. Vuelve, por tanto, a aprender cómo enfrentarse a los problemas y, tras visitar un buen número de granjas y recibir charlas de unos y otros, tiene claro cómo debe sacar provecho de la suya. Sus hermanos, al principio, se resisten a sus decisiones, pero, confiados en la autoridad que le ha dado su función en la familia y su modo reflexivo de afrontar los retos, se fían de ella.

En la segunda parte, Campos colindantes, ya conocemos el resultado de su trabajo. Dieciséis años más tarde la granja ha prosperado. Alexandra es una mujer de mediana edad, los hermanos le piden consejo para cualquier cosa y el pequeño Emil ha podido continuar sus estudios. La crisis económica que se cernía sobre la familia ha desaparecido y Alexandra contempla con serenidad el panorama futuro. Sus tierras valen dinero. Poco a poco se han ido despejando los nubarrones. La vista se extiende más allá del entorno familiar y el lector va conociendo la sociedad en la que se integra. Una sociedad basada en la heterogeneidad cultural: los vecinos bohemios, suecos, irlandeses y franceses han de entenderse dentro de un marco nuevo, el de la tierra que todos se disponen a poblar. Y es que es la naturaleza quien se erige en el hogar del colono, el suelo duro y difícil en el que, si alguien persiste, puede prosperar.

La tercera y cuarta parte, Memorias de invierno y La morera, prosiguen la atención fuera del círculo más inmediato de Alexandra. La historia trágica de su amiga Marie y su hermano Emil contrasta con el amor que va surgiendo entre Alexandra y Carl. La quinta y última parte, titulada con el nombre de la heroína, supone la culminación. El drama alrededor de Alexandra, que aquí sólo esbozamos, termina con su reconciliación con el culpable. Solo cuando se ha restaurado el equilibrio, se alcanza la plenitud personal. Es ella misma, por fin, quien, después de haber vivido para los demás, tendrá su oportunidad. Como líder ha impuesto los intereses generales a los propios, pero esto no puede prolongarse siempre. Ya es hora de fundar su propia familia.

Narrada con una sencillez clásica, Pioneros condensa gran parte del universo narrativo de Willa Cather. Otras obras suyas que vinieron después presentan estructuras más complejas, pero en casi todos los casos hay una protagonista que se enfrenta a un mundo en transformación. Con todo, es en esta novela donde de forma más clara y sostenida entendemos los presupuestos de una sociedad de colonos fundada en valores como la iniciativa, la resistencia y el liderazgo dentro de un ámbito familiar.