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La ONU cumple 80 años: del idealismo de 1945 al desafío de recuperar la confianza global

27/10/2025

Publicado en

La Razón

Jacobo Ramos Folch |

Departamento de Ciencia Política y Sociología. Universidad de Navarra.

Hace ochenta años, el 24 de octubre de 1945, nació la Organización de las Naciones Unidas como respuesta directa a los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Inspirada en el idealismo de Woodrow Wilson y la fallida Sociedad de Naciones, fue concebida como una organización para preservar la paz y promover la cooperación global. A lo largo de estas ocho décadas, sus misiones de paz, su labor humanitaria y su defensa de los derechos humanos han contribuido a estabilizar regiones y mejorar la vida de millones de personas, convirtiéndose en una de las mayores expresiones de cooperación internacional del siglo XX.

Desde entonces, el mundo ha cambiado radicalmente: la descolonización, la Guerra Fría, el ascenso del Sur Global y la revolución digital han transformado por completo el sistema internacional. Sin embargo, la arquitectura institucional de la ONU sigue en buena medida anclada en 1945, tanto en su estructura de poder como en su modelo de financiación. Su dependencia excesiva de Estados Unidos, que aporta cerca de una cuarta parte de su presupuesto, y los recortes aplicados por gobiernos como el de Donald Trump han puesto de manifiesto su vulnerabilidad financiera y política. Para seguir siendo relevante, la ONU debe diversificar sus fuentes de recursos y adaptarse a la nueva realidad geopolítica y económica.

La ONU no solo se enfrenta a un reto de legitimidad, sino también estructural. La reforma del Consejo de Seguridad es urgente: los cinco miembros permanentes con derecho a veto ya no reflejan la geopolítica del siglo XXI. Una participación más sólida del Sur Global, especialmente de regiones como América Latina, África y Asia, es esencial para garantizar una representación más diversa y legítima en la toma de decisiones. La demanda de una estructura más equitativa ha sido una constante en las últimas asambleas generales y, sin avances en esta dirección, la ONU corre el riesgo de perder relevancia, precisamente en las regiones emergentes.

Sin embargo, el mayor desafío al que se enfrenta la ONU no es solo de legitimidad o de estructura, sino el de demostrar al mundo que su labor es una inversión y no un gasto. Para ello, debe comunicar mejor sus logros y, sobre todo, recuperar la confianza mediante resultados tangibles, mostrando con hechos que la cooperación global es esencial para afrontar con eficacia los retos del siglo XXI. Vivimos en una época en la que la lógica transaccional, más que los valores compartidos, guía la acción exterior de las grandes potencias.

En este contexto, la ONU debe posicionarse como un auténtico problem solver: una institución capaz de ofrecer soluciones y no percibida como un coste. Frente a la desconfianza, debe demostrar que invertir en la ONU, en prevención, mediación y cooperación, siempre resulta más económico que reconstruir después de una guerra, una hambruna o un desastre natural. Solo así podrá reafirmar, frente a sus críticos, que la cooperación multilateral sigue siendo la vía más eficaz para afrontar los grandes desafíos de nuestro tiempo: las guerras, el cambio climático, la desigualdad y la revolución tecnológica.

Europa, por su parte, debe asumir un papel más activo en la defensa del multilateralismo para evitar que el vacío de poder dejado por Estados Unidos sea ocupado por China. En un escenario marcado por rivalidades crecientes y discursos populistas, la Unión Europea tiene tanto la oportunidad como la responsabilidad de liderar la renovación del orden internacional. Ello exige no solo compromiso político y diplomático, sino también una mayor inversión económica, estratégica y comunicativa en los mecanismos multilaterales. Los países de la Unión Europea, que en conjunto aportan cerca del 30 % del presupuesto de la ONU, deben impulsar una agenda de reformas estructurales, de competitividad y de comunicación capaz de demostrar que el multilateralismo no solo es necesario, sino también rentable y eficaz.

El 80 aniversario de la ONU no debe ser un ejercicio de nostalgia, sino un llamado urgente a la acción. Pese a sus limitaciones, la organización sigue siendo el único foro universal donde potencias enfrentadas, como Estados Unidos e Irán, pueden todavía dialogar, un espacio insustituible en un mundo interdependiente. En una época marcada por la fragmentación y la desconfianza, la cooperación internacional no es un idealismo ingenuo, sino una necesidad práctica para garantizar una mayor estabilidad global y evitar repetir los errores del pasado. Lo contrario, inevitablemente, nos saldrá más caro.