22/08/2025
Publicado en
Diario de Navarra
Gerardo Castillo Ceballos |
Doctor en Pedagogía y profesor emérito de la Universidad de Navarra
Con la progresiva y positiva incorporación de la mujer al mundo del trabajo profesional ha disminuido considerablemente el número de amas de casa. No obstante, de acuerdo con datos de la Unión Intercontinental de Amas de Casa, en el mundo hay alrededor de 2.000 millones de mujeres que trabajan en el hogar sin retribución. En Europa existen 80 millones de mujeres en esa misma condición. Ese hecho, bueno en sí mismo, ha originado en algunos sectores de la sociedad una minusvaloración de la dedicación exclusiva al hogar y muchos prejuicios: opiniones preconcebidas y despectivas basadas en información limitada o en estereotipos. Algunos ejemplos: “¿Has descartado trabajar? ¿Te aburres quedándote en casa? ¿No te gustaría ser más independiente en tu trabajo?”
La mujer que es madre y ama de casa trabaja tanto o más que la que tiene una profesión extrafamiliar. Desempeña más de un oficio: cocinera, planchadora, educadora, enfermera, técnico en electrodomésticos... Hay muchas mujeres libres trabajando en casa, y muchas esclavas trabajando en una oficina. El trabajo de un ama de casa tiene un gran valor para la familia y la sociedad. Comprende tareas esenciales como la gestión del hogar, la crianza de los hijos y el mantenimiento de un ambiente seguro y acogedor. Este trabajo contribuye al bienestar emocional, físico y social de todos los miembros de la familia. Está orientado a favorecer la felicidad de los demás.
Así como en un trabajo profesional extrafamiliar se ven y valoran los resultados, el trabajo de la ama de casa, en algunos aspectos, suele pasar inadvertido. Me imagino que duele mucho que nadie aprecie, por ejemplo, ese plato especial preparado con mucho trabajo e ilusión. A pesar de ello, esa mujer no se queja, porque su trabajo es vocacional y por ello de servicio y entrega incondicional a los demás.
Afortunadamente, existen muchos casos en los que al marido le enamora el trabajo doméstico cotidiano de su mujer. Así lo expresan unos versos de Miguel d’Ors: “Y ahora hablaré de la maravillosa aspereza de tus manos / cuando llegan a mi alma, directas, desde el Vim-Clorex, / hablaré del olor celeste a cebolla o sardinas / que tiene a veces tu ternura”.
La infravaloración social del trabajo de la ama de casa es un problema persistente que se debe, en parte, a que el trabajo doméstico ha sido tradicionalmente asociado con el rol femenino y considerado una tarea inherente a la mujer, sin ser valorada como un trabajo indispensable y meritorio. Se ignora así que sin esa labor no remunerada que realizan las madres, el bienestar y la riqueza de cualquier país serían muy inferiores. Pero como las tareas domésticas no entran en el cálculo del Producto Interior Bruto (PIB), no se tiene en cuenta la contribución de las familias a la prosperidad de todos.
Diversas asociaciones familiares nos descubren cómo aumentaría el PIB si se contaran las labores domésticas. La manera de saberlo es calcular cuánto habría que pagar a personal ajeno a la familia para que hiciera el trabajo social que las madres amas de casa hacen gratis. Así lo hizo en Canadá el grupo Mothers Are Women (Las madres son mujeres), que ha publicado un informe donde explica cómo quedaría la contabilidad nacional si se incluyera el esfuerzo callado de las madres. Con los estudios disponibles, afirma que el PIB canadiense subiría entre un 36% y un 43%. Por tanto, el país vive en buena medida del “PIB oculto” generado por las amas de casa. Es necesario que las tareas domésticas se valoren como merecen. Mas, para eso, lo que nunca deberíamos hacer es ponerles precio. Se puede pagar el trabajo de quien limpia la casa, pero no la dedicación personal y la delicadeza de quien ayuda a hacerla un hogar.