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Gerardo Castillo Ceballos,, Profesor emérito de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra

El precio de la felicidad

lun, 22 feb 2016 14:42:00 +0000 Publicado en Diari de Tarragona

Todo hombre y toda mujer aspira por naturaleza a ser feliz; es algo específico del ser humano. Esta aspiración se frustra cuando se confunde la felicidad  con lo que no lo es; también cuando la buscamos de forma ansiosa. Hoy existe una tendencia a perseguir una felicidad utilitarista, entendida sólo como placer sensible y como satisfacción inmediata. 

Decía Aristóteles que la felicidad no está en lo efímero (las cosas y los placeres sensibles), sino en la vida honesta, conforme a la virtud; por eso aconsejaba vivir y obrar bien (eudaimonía), lo que incluía llevar una vida austera.

La felicidad incluye cierto grado de placer y de bienestar material, pero el placer y el bienestar no son, por sí mismos, fuente de felicidad. La felicidad es una realidad espiritual; por eso ningún materialismo ha podido hacer feliz al hombre, incluido el consumismo. En la actual "civilización de las cosas"  se pretende comprar y vender felicidad como si fuera un producto más de la sociedad de consumo. 

Se está extendiendo la costumbre de comprar el último objeto fabricado  con una fe ciega  de que  nos ayudará a vivir y sentirnos mejor: sillones para relajarse, almohadas para dormir de un tirón, cinturones para adelgazar, etc. No se trata necesariamente de compradores compulsivos, sino de personas que se sienten impulsadas a llenar algún vacío interior; asocian ciertas compras superfluas con su falta de autoestima y de identidad y se aferran a ellas como a tablas de salvación  Sean o no conscientes de ello, intentan comprar la felicidad. Pero ese planteamiento no funciona: tras comprar el último y más caro artilugio del mercado se sienten bien consigo mismos, pero cuando descubren que se están midiendo en relación con lo que han comprado y no por lo que son, desciende su autoestima, lo que les mueve a comprar una nueva cosa. No les resultará fácil escapar de ese círculo vicioso.

El lema "a la felicidad por el consumismo" está desacreditado por la experiencia y por la moraleja del famoso cuento de Tolstoy "La camisa del hombre feliz". Resumo el argumento: 

"El rey que lo tenía todo en la material no tenía salud; estaba afectado por una misteriosa enfermedad que sus médicos eran incapaces de curar, pero sí se atrevieron a diagnosticarla: "su Majestad padece de infelicidad crónica y sólo podrá curarse poniéndose la camisa  de un hombre feliz". Este hombre no fue encontrado por los emisarios del rey ni entre los más sabios ni entre los más ricos del reino, sino entre los más pobres. Se trataba de un ermitaño que vivía en una cueva; lo descubrieron porque estaba muy contento. Confesó que era muy feliz porque se conformaba con lo poco que tenía sin necesitar nada más. Cuando los emisarios le propusieron comprar su camisa, respondió que no la tenía".

Esa conformidad con la propia suerte, sin ambicionar nada es lo que Aristóteles llamó autarquía.

La cuestión de si el dinero da o no da la felicidad está siendo muy debatida actualmente.

Un estudio, realizado por un equipo de psicólogos de "The University of British Columbia" concluye que el dinero no da la felicidad; sólo es una ayuda psicológica para sentirse menos triste y desgraciado en el día a día.

Para B. Villaseca, "el dinero puede proporcionarnos un estilo de vida muy cómodo y placentero, así como una falsa sensación de seguridad, pero no puede comprar nuestra felicidad. Porque nuestro bienestar emocional no depende de lo que hacemos ni de lo que tenemos, sino de quiénes somos y de cómo nos sentimos". 

Existen también personas a favor de la tesis de que con más dinero podemos comprar más felicidad, sin ser conscientes de que están confundiendo la felicidad con el bienestar material. Esas personas creen en la existencia del supuesto binomio: "dinero-felicidad". Esas dos realidades no pueden ser dependientes la una de la otra. Un buen ejemplo es el de quienes tras tocarles la lotería exteriorizan su alegría de forma desproporcionada y  desmesurada; en el fondo se debe a algo más que a ser nuevos ricos: asocian el dinero con la felicidad

Dos viñetas cómicas lo expresan muy bien:

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-"El dinero no hace la felicidad. Todo el mundo lo sabe.

-Claro que no. La felicidad la haces tú con el dinero."

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 -¿Sabes que el dinero no da la felicidad?

-Es posible, pero ya lloraré sentado en mi Ferrari

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Para evitar falsas ilusiones, los "compradores de felicidad" deben conocer a tiempo la autorizada tesis de Aristóteles:  la felicidad humana se basa en la autorrealización adquirida mediante el ejercicio de la virtud. En ese laborioso y permanente proceso no caben atajos.