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Robert Schuman y su idea de Europa

11/08/2023

Publicado en

ABC

Rafael Domingo Oslé |

Catedrático Álvaro D'Ors del Instituto Cultura y Sociedad

La próxima presidencia de España de la Unión Europea constituye una oportunidad inmejorable para volver la mirada hacia uno de sus padres fundadores, Robert Schuman, quien representa el más genuino espíritu de reconciliación, integración y construcción europea. Hombre tenaz, de mente visionaria y corazón profundamente cristiano, Schuman adquirió fama internacional por la declaración que emitió el 9 de mayo de 1950 en París, en el famoso Salón del Reloj del Quai d’Orsay, sede del Ministerio de Asuntos Exteriores francés. En ese ornamentado y rico aposento, solo cinco años después del final de la Segunda Guerra Mundial, Robert Schuman lanzó su audaz propuesta de que Francia y Alemania Occidental trabajaran juntas en la producción de carbón y acero, “bajo una alta autoridad común en una organización abierta a los demás países de Europa”, haciendo, a su vez, “cualquier guerra entre Francia y Alemania no sólo impensable sino materialmente imposible”. Esta alta autoridad común gozaría de capacidad de decisión de acuerdo con los estatutos, estaría protegida por una jurisdicción supranacional y constituiría el inicio de una posible Europa supranacional.

La Declaración Schuman, como se denominó, marcó el inicio de la cooperación franco-alemana posterior a la Segunda Guerra Mundial y la reintegración de Alemania Occidental en Europa Occidental. Hoy se considera el documento fundacional de un proyecto de integración europea basado en la paz, la solidaridad y la cooperación internacional. Schuman siempre fue consciente de la relevancia del acontecimiento: “En 1950 -escribió-, Francia fue la precursora de un nuevo ideal. Fue revolucionaria en cuanto a su diseño y alcance, pero pacífica en la forma en que lo llevó a cabo”.

La Declaración Schuman guarda ciertos paralelismos con la Declaración de Independencia de los Estados Unidos. Ambas dieron origen al nacimiento de sendos importantes proyectos políticos y sociales: los Estados Unidos de América y la Unión Europea. Ambas fueron elaboradas por grandes hombres en circunstancias históricas complejas. Ambas se inspiraron en principios netamente religiosos. Ambas apelaron al sentido común de los pueblos: la americana, para justificar la independencia de unas colonias injustamente maltratadas; la europea, para cimentar la unión de un continente devastado por las guerras.

La visión europea de Schuman ha quedado reflejada en su breve ensayo ‘Pour l’Europe’, que sigue teniendo un gran valor en nuestros días por basarse en principios perennes. Su punto de partida es la constatación de que la división de Europa se había vuelto anacrónica. Las fronteras europeas obstaculizaban el intercambio de bienes, el desarrollo de ideas y la movilidad de las personas.

Más que una barrera, pensaba Schuman, las fronteras debían servir de lugar de encuentro, venerable y respetado, de culturas e ideales. Para ello, era imprescindible la unión, la cohesión, la cooperación y la coordinación entre las diversas naciones europeas.

Clave para entender el planteamiento de Schuman sobre la organización de Europa es la idea de supranacionalidad. Lo supranacional, explicó Schuman, se aleja tanto de un individualismo internacional que considera intocable la soberanía nacional y no acepta más límite que el acuerdo entre soberanos, como de un federalismo estatal que se subordina a un superestado dotado de su propia soberanía territorial. Lo supranacional exige unidad de propósito y destino, solidaridad entre las naciones, no sometimiento.

Según Schuman, esta solidaridad se fundamenta en la convicción de que el verdadero interés de todas las naciones reside en reconocer y aceptar su natural interdependencia entre ellas, una realidad incompatible con cualquier pretensión hegemónica. Por eso, la solidaridad se opone a todo nacionalismo político exclusivista, proteccionismo autárquico o aislacionismo cultural.

La verdadera solidaridad política exige igualdad democrática entre sus actores. Por eso, el proyecto europeo de Schuman no era imperialista sino democrático en su esencia. Implicaba decisiones tomadas por mayoría, cooperación organizada entre estados soberanos y un mercado libre, lo que a su vez significaba competencia, confianza y selección automática. Por último, el proyecto europeo exigía el desarrollo cultural de una auténtica comunidad de ideas, valores y aspiraciones, nutrida del amor y perdón cristianos.

Los últimos capítulos del ensayo de Schuman sobre Europa son más circunstanciales, pero también contienen importantes aportaciones, propias de una persona que vivió muy por delante de su tiempo. En primer lugar, Schuman afirmó que, sin Alemania, la construcción de Europa sería imposible. Schuman se opuso firmemente a la división de Alemania en Occidental y Oriental. Es más, vaticinó una Alemania unificada y plenamente integrada en las instituciones europeas, como de hecho sucedió años después tras la caída del Muro de Berlín.

En segundo lugar, Schuman advirtió de que el Reino Unido sólo aceptaría unirse a una Europa integrada cuando se viera obligado por los acontecimientos. Schuman consideraba que el Reino Unido no se identificaba plenamente con el nuevo proyecto europeo. Aducía motivos psicológicos, culturales y políticos. Para Schuman, era inconcebible que el gobierno británico concediera a un organismo europeo más autoridad que a la propia Commonwealth. El voto del Brexit de 2016 y la posterior salida del Reino Unido de la Unión Europea en confirmaron el pronóstico de Schuman. 2020

En tercer lugar, Schuman creía que la integración económica no era sostenible a largo plazo sin una integración política. La integración política europea exigía una federación de Estados en el sentido más amplio y noble de la idea. Esta federación debería evitar dos graves errores en los que incurrían la mayoría de los Estados: la excesiva burocratización y la tecnocracia: “La parálisis administrativa -dijo Schuman- es el peligro básico que amenaza a cualquier organización supranacional”. Por desgracia, la Unión Europea ha desoído la voz de uno de sus más destacados fundadores en un punto tan relevante como este, que obstaculiza cada día más el desarrollo del proyecto europeo.

Con todo, se puede decir con satisfacción que nuestra Unión Europea ha superado ampliamente las aspiraciones de Schuman y restantes fundadores, de la misma manera que Estados Unidos ha rebasado las expectativas de sus visionarios ‘founding fathers’. La historia, maestra de vida, nunca defrauda.