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Gerardo Castillo Ceballos, Profesor emérito de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra

Qué es y qué no es ser joven

dom, 10 abr 2016 15:49:00 +0000 Publicado en Diario de Navarra

Algunos adolescentes y jóvenes de hoy son noticia habitual en los medios de comunicación, pero no por sus logros y hazañas, sino por los sucesos que protagonizan durante su ocio nocturno. Raro es el día en el que no se nos informa de accidentes graves al regreso del botellón: en la carretera, a causa de comas etílicos o por sobredosis de droga.

Este tipo de noticias no era tan frecuente antes del mayo francés del 68. Este último suceso marca el paso del modernismo como movimiento sociocultural a la subcultura del posmodernismo, surgida tras el desencanto experimentado por los jóvenes en una sociedad excesivamente racionalizada y burocratizada. 

El posmodernismo es una subcultura hedonista y consumista en la que la razón fue sustituida por el deseo Esto provocó una deriva en la forma de entender y vivir la adolescencia y edad juvenil, que quedaron vacías de valores. Fueron sustituidos por los pseudovalores del carpe diem (aprovecha el momento para disfrutar al máximo del placer sensible) descrito con realismo por Juan Angel Mañas en “Historias del Kronen” (1994). 

En esa historia novelada se relata la vida nocturna de un grupo de jóvenes madrileños violentos y adictos al alcohol y a las drogas. Sufren una crisis de identidad no resuelta en su momento.

Muchos de estos jóvenes ni estudian ni trabajan; tampoco tienen intención de hacerlo más adelante. Se trata de la generación Nini, extendida por muchos países. Es uno de los temas preferidos de los humoristas gráficos, que la describen en sus viñetas. Por ejemplo, en una de dos secuencias:

1 (Se ve un joven derrumbado sobre u sofá) NINI: joven que ni estudia ni trabaja; 

2 (se observa un adulto con aspecto de indigente): NININI: ni estudia, ni trabaja, ni joven.

EL modo de vida de estos jóvenes está en las antípodas de la auténtica juventud. Los problemas surgieron cuando los jóvenes renunciaron a ser rebeldes para caer en el conformismo (Castillo, G.; Adolescencia. Mitos y enigmas, 2016).

Hoy urge recuperar la auténtica noción de juventud, con la finalidad de que sirva  de referencia a quienes se autodenominan verdaderos jóvenes sin serlo.

La juventud no es simplemente una etapa del desarrollo biopsicológico de un persona; es ante todo un valor que está fuera del tiempo. La juventud es una virtud sin edad (M. Pascua, 1986). Veamos algunos aspectos del valor juventud.

Ser joven es tener la actitud de asombrarse y admirarse ante los problemas y misterios que la vida nos presenta cada día. Es no acostumbrarse, no hacer de la existencia una tarea rutinaria; es disposición para captar lo nuevo y para dar más de sí mismo. En el idioma portugués los jóvenes son “os novos”.

Ser joven es tener inclinado el corazón hacia las cosas grandes: la verdad, la justicia, al amor, la libertad, etc. Es tener ideales que atraen por su nobleza y belleza e invitan a olvidarse de sí mismo para preocuparse de los demás. Un  buen ejemplo es el de quienes en sus vacaciones  colaboran en tareas de Voluntariado.

 Algunos jóvenes confunden los ideales con los objetivos. Conseguir el título de médico es un objetivo; desear  ejercer la medicina como respuesta generosa a una llamada vocacional de servicio, es un ideal.

Ser joven es tener esperanza. Junto a la esperanza como virtud teologal está la esperanza como virtud humana. Tener esperanza es vivir anticipadamente algo que es bueno y que no tengo todavía.

Ser joven es disposición para arriesgarse, pero no por cualquier cosa, sino por lo que vale la pena. Es hermoso correr riesgos en nombre de la libertad, pero no lo es para satisfacer un  capricho.

Ser joven es tener corazón, evitar el cálculo frio del hombre viejo. El joven no vive pendiente de ahorrar energías, sino que, por el contrario, es capaz de derrocharlas para prestar ayudas

Ser joven es tener afán de saber. Cuando alguien empieza a decir que ya está de vuelta de todo y deja de escuchar y de leer, se está haciendo viejo. El afán de saber está vinculado a la capacidad de aprender, muy desarrollada en los niños, pero que suele perderse con los años.

Ser joven es tener proyectos, sin dejarse atrapar por lo inmediato. Es querer vivir de una determinada manera y luchar por conseguirlo.

Ser joven es ser rebelde en función de valores. En un ambiente consumista y hedonista la mejor forma de rebeldía es la virtud de la templanza.