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Adaptar la producción a la Economía Circular. Repensar antes de Reducir

09/11/2021

Publicado en

The Conversation

Javier Santos, Elisabeth Viles y Carmen Jaca |

Departamento de Organización Industrial. Tecnun- Escuela de Ingeniería de la Universidad de Navarra



La Economía Circular representa un cambio de paradigma en la forma en que la sociedad está interrelacionada con la naturaleza. Busca evitar el agotamiento de recursos, cerrar lazos de energía y materiales y facilitar el desarrollo sostenible. Se comenzó a desarrollar en 1980, pero no fue hasta el año 2012 cuando, a través de la Fundación Ellen MacArthur se popularizó el término.  

No hay duda de que hoy en día las empresas, apoyadas o empujadas por las instituciones gubernamentales, están realizando grandes esfuerzos para transitar de un modelo económico lineal a otro más sostenible. El objetivo es que los recursos y materiales se mantengan en la cadena de suministro el mayor tiempo posible, de manera que la Tierra se regenere al tiempo que se busca un balance entre el progreso económico, el desarrollo social y medioambiental necesario para el bienestar de los ciudadanos.  Sin embargo, no resulta tan sencillo o evidente hacerlo bien.

Si nos remontamos al inicio del siglo XX, en 1913 comenzaba una era, denominada fordismo, inspirada en la línea de montaje de Ford y basada en la producción en cadena y la mecanización del trabajo con mano de obra especializada. Este modelo de producción fue reemplazado por el toyotismo en los años 70.  Y al tiempo fue bautizado en occidente como Lean Manufacturing. Los principios del Lean se fundamentan en la identificación del valor y de la cadena de valor para los clientes. Desde sus inicios, la manera más práctica de aplicar estos principios ha sido fijarse en el despilfarro, es decir, en aquello que no aportase valor, y, mediante herramientas sencillas y trabajo en equipo, tratar de eliminarlo o reducirlo. Es esta la idea base de casi todos los sistemas de mejora que operan actualmente en las empresas.

Este concepto de “Reducción” ha estado implícito en la propia definición de Lean y, hoy en día, muchas de las estrategias de sostenibilidad empresariales se orientan hacia la reducción de consumos o de materias primas. Y no está mal. Sin embargo, la Reducción solo es una de las “Rs” que se asocian a la Economía Circular cuando es en el “Repensar” donde reside el auténtico cambio de paradigma.

Pongamos algunos ejemplos. Con una estrategia empresarial centrada en la reducción de los recursos en algunas fábricas se están implantando sistemas orientados a reducir el agua que se envía a la depuradora. Así disminuye el consumo en los procesos de producción sin empeorar su calidad y, en consecuencia, mejoran los indicadores de productividad de la fábrica. Sin embargo, esta solución podría no ser sostenible para la fábrica en términos sociales y medioambientales. Imaginemos que la carga contaminante por litro de agua aumentara debido a esta reducción.

Otras estrategias buscan valorizar los residuos que producen dándoles un nuevo uso e intentando, a su vez, reducir en sus fábricas el impacto que generan esos mismos residuos. Por ejemplo, en el sector alimentario, gracias al desarrollo de nuevas biotecnologías, se están explorando modelos de negocio ligados a los nuevos productos que se pueden extraer a través de los residuos actuales de estas materias primas. En algunos casos se ha visto que estos negocios no pueden llevarse a cabo porque el volumen de residuo generado actualmente no es suficiente para poner en marcha el proceso de transformación. En estos casos, ¿podría tener sentido aumentar en las fábricas el uso de estas materias primas para minimizar el uso neto de la misma con una visión más holística de toda su cadena de valor?

Otro camino posible es la simbiosis industrial. Esta estrategia contempla la colaboración entre empresas, de manera que los “deshechos” de una puedan ser “alimento” de otra.  Pero, ¿por qué nos conformamos con el recurso que se obtiene del proceso de una compañía y no hacemos un diseño conjunto? Supongamos que una empresa emplea agua en su proceso de producción y, antes del tratamiento en la depuradora, los nutrientes disueltos en el agua procedentes del lavado de los vegetales pueden ayudar a mejorar el rendimiento de los cultivos cercanos. ¿Podría el agricultor emplear esa agua? O ¿qué pasaría si la empresa industrial aumentara su consumo, añadiendo en su proceso el agua que emplearía el agricultor? En este caso, una vez utilizada --posiblemente con un mayor rendimiento de sus procesos al aumentar el caudal-, se la vendería al agricultor a un precio que podría ser incluso menor al que pagaría el agricultor en origen.

Vemos que lo que la Economía Circular nos está proponiendo es un cambio de enfoque radical a lo que hacemos habitualmente. No bastará con hacer pequeñas adaptaciones si seguimos haciendo lo de siempre. Debemos de poner el foco en la “R” de Repensar, aunque no sea sencillo ni inmediato. Tampoco lo fue la transición del fordismo al toyotismo, pero hoy en día no se entiende la mejora continua sin estos principios. Y adaptar nuestra producción a una Economía Circular Sostenible es un cambio necesario, que bien entendido y asumido, agradecerán las futuras generaciones.

 Figura: Repensar. Aumentar para valorizar.  

 

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.

The Conversation