Javier Sáez Castresana, Catedrático de Genética de la Facultad de Ciencias, Universidad de Navarra
Un premio contra el dolor
El premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2010 se concederá a tres investigadores que, trabajando en modelos distintos experimentales, buscaron algo común: la comprensión de la génesis, transmisión y cronificación del dolor, así como su posible tratamiento. Se trata de Linda Watkins, David Julius y Baruch Minke, de la Universidad de Colorado- Boulder, la Universidad de California-San Francisco y la Universidad Hebrea de Jerusalén, respectivamente.
El descubrimiento de Linda Watkins tiene que ver con el papel que juegan las células de la glía (células no neuronales del sistema nervioso) en el control del dolor. Las células de la glía se encuentran en el sistema nervioso humano en una proporción entre 10 y 50 veces mayor que las neuronas, sirviendo de soporte estructural, nutricional e incluso de barrido de las neuronas muertas. Algunas producen el aislamiento neuronal necesario para incrementar la velocidad de transmisión del impulso nervioso. «Nunca se hubiera pensado que la glía podría incrementar el dolor neuropático, pero así es. Se conoce el papel de los opiáceos en el control del dolor, a través de los receptores de opiáceos. Pero la doctora Watkins ha demostrado que las células gliales responden también a los opiáceos a través de un receptor, TLR4, segregando productos que inducen neuroexcitación e inflamación, con lo que el dolor se convierte en crónico y el paciente se hace tolerante (necesita cada vez más cantidad de opiáceos), dependiente (si deja de tomar los fármacos se le presenta un conjunto de trastornos) e incluso puede sufrir dificultad respiratoria grave. Queda por investigar cómo medicar los opiáceos para que cumplan su función, mientras inhibimos con otro fármaco los receptores TLR4, para evitar la activación glial que imposibilitaría la deseada analgesia.
David Julius es pionero en el análisis molecular de la nocicepción y en la determinación de las vías anatómicas que transmiten el dolor. La nocicepción es una actividad neuronal que detecta cambios térmicos, mecánicos o químicos. El doctor Julius ha identificado los canales iónicos TRPV 1, sensibles a la temperatura, además de otros canales específicos para la nocicepción mecánica. Los canales iónicos son proteínas de membrana celular asociadas molecularmente, que forman poros capaces de abrirse o cerrarse para facilitar o impedir la entrada de sustancias, normalmente iones que juegan un papel fisiológico. Los estudios del doctor Julius han tenido un gran impacto en el esclarecimiento de las vías que contribuyen al dolor agudo y crónico. Todo ello conlleva la posibilidad de intervención farmacológica sobre los receptores descubiertos y las vías de conducción del dolor.
Baruch Minke realizó sus investigaciones sobre la visión en la mosca Drosophila o mosca de la fruta, llegando a identificar y caracterizar un nuevo tipo de canal iónico que denominó Transient Receptor Potential (TRP). Los canales TRP son importantes no sólo para los sistemas sensoriales, sino también para las neuronas, células epiteliales, células sanguíneas y células musculares. Por ello, los canales TRP tienen gran interés para el estudio de enfermedades que se desarrollan a partir de esas células. Y también en el dolor. El doctor Minke ha contribuido al esclarecimiento de las bases moleculares de la producción y mantenimiento del dolor.
Los doctores Watkins, Julius y Minke, candidatos al Premio Nobel en años pasados, merecen recibir el Príncipe de Asturias por descifrar algunas de las claves moleculares, anatómicas y fisiológicas de la regulación del dolor, un síntoma que afecta a millones de personas en el mundo, incluso crónicamente, y que, en ocasiones, incapacita físicamente a gran parte de la población.