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Envases inteligentes y nanotecnología para mejorar la seguridad alimentaria

Un curso organizado por el Museo de Ciencias Universidad de Navarra muestra las principales líneas de investigación en el empaquetado


FotoManuel Castells/

30 | 07 | 2021

Mejorar la seguridad alimentaria, preservar la calidad y registrar las condiciones del alimento envasado y alargar su vida útil. Son los objetivos que persiguen las líneas de investigación en el empaquetado de alimentos que se han expuesto en el curso El plástico en los alimentos. Nuevos materiales, organizado por el Museo de Ciencias Universidad de Navarra en colaboración con el Gobierno de Navarra, en una nueva edición de los cursos de verano.  

Según expuso la investigadora de la Facultad de Ciencias, Leire Goñi Ciaurriz, se trabaja en el desarrollo de los llamados envases inteligentes, los envases activos, el diseño de recubrimientos comestibles y la aplicación de la nanotecnología. “Los nuevos hábitos de consumo han motivado una evolución en el envasado: se demandan  alimentos de preparación rápida, envases que permitan movimiento, el desplazamiento de las personas; que alarguen la vida útil de los alimentos, que proporcionen mayor información acerca del producto,  que tengan una presentación lo más natural posible y que sean respetuosos con el medio ambiente”, definió la investigadora. 

Un envase inteligente contiene indicadores externos o internos que proporcionan información acerca de la historia y/o de las propiedades y el estado del alimento envasado. Un envase activo incorpora componentes antioxidantes, antimicrobianos, etc, que absorben o liberan sustancias que protegen los alimentos, alargando su fecha límite de consumo. La tecnología de los recubrimientos comestibles consiste en la aplicación de una película biodegradable transparente y comestible que se estructura alrededor del alimento y actúa como envase sin generar desechos plásticos. Y la nanotecnología mejora la calidad del envasado: mejora las condiciones de resistencia a la humedad y la temperatura; y protege el producto. “Su desarrollo pretende dar solución al problema económico, ético y medioambiental que supone el desperdicio de 1.300 millones de toneladas de alimentos anuales, además de posibilitar un acercamiento a las pretensiones del consumidor del mundo moderno, siendo el envase mismo el que señala la calidad o los sucesos que han marcado el procesado del producto y alarga la vida útil del mismo”, añadió Leire Goñi.

Los asistentes al curso pudieron conocer además los tipos de plásticos que envuelven los alimentos y cuáles son los procesos de reciclaje de estos materiales, que persiguen obtener materiales de calidad y pureza óptimos para obtener nuevos productos. Según expuso la profesora y directora del curso, Itziar Vélaz, el 41% de materias plásticas recicladas en España se reutiliza en materiales para la construcción (tuberías, perfiles, etc); un 22% a otros mercados (calzado, perchas), un 14% se emplea en nuevos envases y otro 9,5% se destina a mobiliario urbano. 

“El primer paso para reducir los depósitos de plástico en los vertederos mediante el reciclaje es separarlos en origen y para ello se necesita la colaboración ciudadana y de las empresas”, incide la doctora Itziar Vélaz. En el contenedor amarillo deben depositarse botellas y envases de plástico, latas de conserva y de bebida, envases de yogur, bolsas de plástico, film, tubos y botes de cosmética e higiene, tapas de metal, tetrabricks y bandejas de envasado. A partir de ahí, comienza todo un proceso de reciclaje que puede ser mecánico, químico o de valorización energética.  

“Todo el material se transporta a una planta, donde se separa por tipos. Se tritura, se lava, se seca y centrifuga. Después se homogeneiza el material con un proceso mecánico para obtener un producto de color y textura uniforme y se extrusiona formando largos filamentos, que se enfrían y se cortan en pequeñas bolitas (granza), que se guardan en sacos como materia prima para nuevas aplicaciones. Según la cantidad y diversidad de aditivos que lleve el plástico de origen, se obtendrá un plástico reciclado de mayor o menor pureza. En este sentido, no nos tiene que dar igual el tipo de plástico que elegimos para nuestros productos de consumo”, explica Vélaz. El reciclaje químico es complementario al mecánico, consiste en la despolimerización de los polímeros en las unidades de partida, en la purificación de los plásticos de origen e incluso en la obtención de gases y combustible útiles a nivel industrial. Y por último está el proceso de valorización energética, que permite la obtención de energía en forma de calor y la generación de combustibles.

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