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Amadeo de Fuenmayor, un jurista defensor de los derechos de libertad

Amadeo de Fuenmayor, un jurista defensor de los derechos de libertad

Se cumplen veinte años de la muerte de Amadeo de Fuenmayor Champín (1915–2005). Maestro de civilistas, canonistas y eclesiasticistas. Defensor de la libertad religiosa cuando era un tema incómodo en la España de los años 60, antes de la promulgación de Dignitatis humanae. Formó generaciones de juristas con una visión ética y humana de la profesión.

20 | 11 | 2025

Amadeo de Fuenmayor Champín nació en Valencia en 1915. Estudió Derecho y muy pronto mostró una especial inclinación hacia el Derecho civil, concretamente, al derecho de familia, donde centraría buena parte de sus investigaciones. Su sólida formación jurídica le llevó a destacar como un académico riguroso, capaz de unir el análisis técnico con la sensibilidad hacia los problemas concretos de la sociedad.

Formado en Derecho civil y de familia, comenzó su carrera académica en Santiago de Compostela (compaginando la docencia con el ejercicio de la abogacía). Más tarde, se incorporó a la Universidad de Navarra, donde fue catedrático de Derecho civil y de Derecho eclesiástico del Estado. Entre 1967 y 1989 ejerció como decano de la Facultad de Derecho Canónico.

Tal como ha señalado la profesora María Blanco, su experiencia en tres ámbitos del Derecho —civil, canónico y eclesiástico— le convirtió en un académico singular. Dirigió más de un centenar de tesis doctorales y transmitió a sus alumnos no sólo conocimiento técnico, sino también una visión ética y humana de la profesión. En España y en el extranjero, muchos juristas reconocen en él a un maestro que supo unir rigor y compromiso.

Además de docente fue, entre otras cosas, miembro de la Comisión para la aplicación del Concordato de 1953, vocal de la Comisión General de Codificación del Ministerio de Justicia y consultor del Pontificio Consejo para la Interpretación de los Textos Legislativos en Roma. Su voz tuvo eco tanto en la actualización del derecho matrimonial civil como en la reflexión jurídica en el contexto de la Iglesia universal.

Sacerdote y académico

Fuenmayor se incorporó al Opus Dei en 1939. En 1948 dejó su cátedra en Santiago para iniciar estudios de Filosofía y Teología, y un año más tarde fue ordenado sacerdote en Madrid junto con otros profesionales; entre ellos, el arquitecto Ricardo Fernández Vallespín y el historiador José Orlandis.

A partir de entonces, su producción científica se orientó más hacia el Derecho canónico y el Derecho eclesiástico del Estado. Como sacerdote ejerció, sobre todo, en el ámbito universitario donde supo compaginar la labor pastoral con la investigación y la docencia. A su entender, el derecho en la Iglesia no es un obstáculo, sino una garantía de orden y justicia al servicio de la misión evangelizadora.

Al servicio de la sociedad y de la Iglesia

Fuenmayor abordó con profundidad los problemas reales que afectaban a la sociedad española en materia de matrimonio y familia. Su objetivo no era únicamente teórico: concebía el Derecho como una herramienta práctica para garantizar la justicia. Su defensa constante por la autonomía de los contrayentes, en el contexto de un Estado confesional, refleja bien su preocupación por conciliar el respeto a la ley con la protección de la dignidad y la libertad individual de la persona.

Esa misma actitud marcó también su labor como canonista. Durante los años posteriores al Concilio Vaticano II, como decano de la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad de Navarra y consultor de algunos organismos vaticanos, insistió en que el Derecho era un elemento imprescindible en la vida de la Iglesia. Opuesto a corrientes que proponían sustituir las normas jurídicas por soluciones exclusivamente pastorales, entendía que la misión eclesial necesitaba esos instrumentos jurídicos que, salvaguardando la libertad y los derechos de los fieles, aportaran justicia. Ahora bien, subrayaba que el Derecho debía entenderse como un medio al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia.

Su contribución al Derecho eclesiástico del Estado estuvo marcada por una visión igualmente genuina. Ya antes de la publicación de la declaración Dignitatis humanae del Concilio Vaticano II, cuando España todavía era un Estado confesional, defendió la libertad religiosa como un derecho natural que debía ser reconocido por la legislación civil. En congresos, conferencias y debates sostuvo que la libertad religiosa no podía depender de la confesión mayoritaria ni quedar subordinada a privilegios particulares. En aquel momento, esa postura resultaba audaz. Su participación en la gestación de la primera Ley de Libertad Religiosa (1967) abrió el camino hacia un marco jurídico más plural y respetuoso con la dignidad de todas las personas. 

Un legado vigente

Veinte años después de su fallecimiento, Amadeo de Fuenmayor sigue siendo una referencia autorizada. No solo por sus publicaciones sino por su capacidad de conjugar derecho y libertad con un planteamiento jurídico riguroso y una vida sacerdotal de generosa entrega. Por su bonhomía y solidez profesional se ganó el afecto y la amistad de muchos juristas de su época. Algunos de ellos, grandes maestros en la actualidad.

En un momento en que vuelven a debatirse cuestiones como la relación entre libertad de conciencia y orden público, la protección jurídica de la familia y los retos del derecho de las confesiones religiosas en las sociedades pluralistas, muchos de sus planteamientos siguen en vigor. Su vida recuerda que el jurista, más allá de aplicar e interpretar las normas jurídicas, está llamado a comprometerse con la sociedad y a defender la dignidad de cada persona.

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