“Implicarse con los pacientes es necesario y los profesionales de paliativos aprenden a mantener ese compromiso”. Así lo afirma María Arantzamendi, co-investigadora principal del ATLANTES Global Observatory of Palliative Care del Instituto Cultura y Sociedad, en su reciente artículo How palliative care professionals develop coping competence through their career: A grounded theory. Este trabajo, publicado en la revista de primer cuartil ‘Palliative Medicine’, analiza cómo los profesionales de cuidados paliativos desarrollan capacidades de afrontamiento emocional a lo largo de su carrera a través de un análisis comparativo de entrevistas a 21 enfermeras y médicos de España y Portugal.

Según la autora principal del artículo, cuidar de pacientes con enfermedad avanzada supone un gran reto emocional, por lo que la capacidad de afrontamiento es esencial. En la investigación se ha identificado que la adquisición de habilidades se desarrolla a través de cinco pasos: se comienza con ilusión, se reconoce la propia vulnerabilidad y las emociones, así como la necesidad de desconectar; luego, se gestionan proactivamente las emociones; se cultiva un enfoque integrador del cuidado; y, por último, se afianza el cuidado en el equilibrio interior, aceptando los propios límites. Este proceso muestra un crecimiento de los profesionales de paliativos.

Para fomentar el desarrollo efectivo de estas habilidades de afrontamiento, Arantzamendi recuerda la importancia de considerar, tanto la influencia de uno mismo, como del paciente y la familia, además del contexto del trabajador. Las necesidades de una persona con enfermedad grave y su familia son muy profundas, por lo que “para cuidar en toda su profundidad y complejidad, es fundamental haber hecho autocuidado y autoconocimiento”, asegura. En este eje, la gestión emocional es clave. El profesional es humano y tiene que aceptar que tiene emociones, es necesario conectar con ellas, sean positivas o negativas, para poder manejarlas.

Visión trascendental

Todo esto sería imposible sin un contexto de apoyo para el profesional. Para la experta, el apoyo de la institución es clave: “La institución debe dar un mínimo de recursos y apoyo para cuidar o, al menos, no dar presión extra”. En la investigación se ha comprobado que, los casos en los que los profesionales experimentaban mayor agotamiento coincidían con momentos en los que se habían perdido apoyo y recursos institucionales. En el caso contrario, se encuentran los compañeros de profesión. “Los compañeros son una red de apoyo y seguridad”, señala. Según expone, al principio, los compañeros sirven como referente, luego, como apoyo. De hecho, se llegan a crear ‘microequipos de fortaleza’, es decir, grupos informales de trabajadores con afinidad que se apoyan y comparten sus experiencias.

“Es muy poderosa la estrategia de ver el sentido, el legado”, sostiene Arantzamendi. En los profesionales más veteranos, el camino que se deja a los compañeros da sentido al esfuerzo. En esta misma línea, la experta destaca que, si el profesional ve que su trabajo es de utilidad también para el paciente, esto le da tranquilidad y aporta un sentido especial a su trabajo. “El paciente te transmite que su vida hasta el final merece la pena”, asegura. Es más, los entrevistados coincidían en que “las experiencias con familias y pacientes son un detonante para mejorar”.

La experta concluye que los profesionales de cuidados paliativos siguen apasionados por su trabajo y desarrollan capacidades para seguir haciéndolo. “El otro se convierte en un acicate para que tú seas tu mejor versión”.