2018_11_27_ICS_gallardo

“Hay una especie de ley, la “ley de Godwin” que establece que cuanto más avanza una discusión política en internet, más probable es que se acabe nombrando al nazismo”. Así lo afirma Beatriz Gallardo, que impartió una de las conferencias plenarias del congreso internacional ‘In the name of the people: representing the people in twenty-first century politics’, organizado por el Instituto Cultura y Sociedad.

Es catedrática de Lingüística en la Universitat de Valencia y ha publicado recientemente un libro de discurso público y político, “Tiempos de hipérbole”, en el que analiza las exageraciones y  desmesuras que caracterizan el discurso público actual, por ejemplo en las comparaciones políticas. La autora pone varios ejemplos de estas comparaciones, que buscan la victimización. “Sáez de Santamaría diciendo que en Cataluña se practica el apartheid, -señala- Torra comparando el procés con el genocidio armenio o un perfil anónimo de twitter diciendo que la censura era como el garrote vil de Franco”. Esto no permite retomar el eje de la “racionalidad” para mantener una discusión política.

Otro caso de hipérbole que apunta Gallardo es la magnificación de la narración que subyace al discurso del populismo punitivo. Consiste, según la catedrática, en utilizar un caso mediático (por ejemplo el llamado “caso de las niñas de Alcácer”) para demandar un cambio legislativo. “Pero el discurso judicial es por definición un discurso argumentativo, no narrativo”. También pone de ejemplo lo que muchos llaman el “relato” de un político o de un partido. “Se trata de narraciones que están funcionando como argumentaciones”, explica. La narración es más “fácil”, más sencilla de seguir, mientras que la argumentación exige varias líneas discursivas a la vez.

Otro caso de hipérbole es la excesiva atención que se presta a las nuevas tecnologías digitales. “Han sido recibidas festejando sus innegables valores positivos pero obviando una serie de efectos perversos” que perjudican gravemente a la ciudadanía, por ejemplo cuando estas intervienen en situaciones como “el Brexit, la matanza de los rohingyas birmanos y las elecciones de varios países”. Esto, en su opinión, es una “irresponsabilidad” que ocurre por la “dejadez” de los políticos y los votantes, pero también de los medios de comunicación.

Responsabilizarnos de nuestro discurso

La solución, para la autora, pasa, entre otras cosas, por la escuela, por educar a la ciudadanía para que viva en comunidad. “Hemos de educarnos en la discrepancia, y naturalizarla, no pasa nada porque haya desacuerdo”, explica. También es importante ser conscientes de que la democracia exige una distribución de poder, enseñando que “no es necesariamente malo que se ejerza el poder, si es según valores democráticos. El poder no es en sí mismo algo malo, o condenable”.

Estos elementos, añade la lingüista, llevarían a los ciudadanos a “responsabilizarse de sus palabras”, a ser consecuentes. Como ejemplo pone las evaluaciones anónimas a los profesores. Esto encierra la creencia implícita de que las evaluaciones van a ser normalmente negativas, que además los profesores penalizarán a quien les critique, y que los alumnos critican en lugar de hablar con justicia, reflexiona. “La gente a la que le enseñamos a evaluar anónimamente, luego hace lo mismo en las redes, por lo que es importantísimo responsabilizarnos de nuestro discurso a todos los niveles”.

En el congreso internacional, ‘In the name of the people: representing the people in twenty-first century politics’, se abordaron cuestiones como el discurso nacionalista, el discurso de violencia en Europa contra las mujeres políticas, el discurso de la migración, el discurso populista en Europa y otros países como Venezuela, etc. La actividad se enmarcó en el proyecto ‘DEMOS’ del ICS, patrocinado por el Ministerio de Economía y Competitividad y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional.