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Santo Tomás de Aquino como docente universitario

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Grabado de Santo Tomás de Aquino FOTO: Juan Bernabé Palomino, c. 1750
27/01/14 16:54 Javier Laspalas

Santo Tomás de Aquino debe ser sin duda venerado como un gran teólogo y un gran filósofo, pero una de sus principales ocupaciones fue la docencia. Además, su obra se apoya en las técnicas de investigación típicas de la llamada ‘escolástica', que eran las mismas que se empleaban para dar clase.

Acostumbrados como estamos al uso de los manuales o las presentaciones de Power-Point, nos resulta muy difícil imaginarnos qué hacían los profesores y alumnos de las primeras universidades. No había imprenta y los libros eran un artículo de lujo, custodiados en las selectas bibliotecas de los mejores centros docentes. Por otra parte, aunque circulaban manuscritos, el papel era escaso y caro, de modo que la enseñanza tenía un fortísimo componente oral.

Por eso, el programa formativo de la época consistía en acudir por las mañanas a las lectiones sobre las materias básicas, y por las tardes a otras complementarias, o a las disputationes que se fijaban. En este sentido, puede decirse que la enseñanza superior estaba reservada a personas muy cualificadas, que aprendían escuchando a los sabios y contemplando cómo discutían entre sí.

En la lectio –término del que viene la palabra ‘lección'– el maestro iba desgranando textos ante sus alumnos, desmenuzando poco a poco su origen, sus expresiones y su sentido. Este tipo de actividad docente está en el origen, por ejemplo, de los extensos y magníficos comentarios que Santo Tomás escribió sobre las obras de Aristóteles. Aún más importantes son los que glosan las Sentencias de Pedro Lombardo, el principal manual de Teología del momento.

Otro tipo de lecciones se apoyaba en la técnica de la quaestio, es decir, consistían en formular un problema, con sus diversas vertientes, y luego intentar resolverlo. Para ello se seguía siempre el mismo esquema: se citaba a los máximos expertos (auctoritates) en la materia, se planteaban las principales dudas y se daba respuesta a ellas. La Summa Theologica es fiel de esta metodología de trabajo, a la vez heurística y didáctica, que estaba también en la base de las disputationes.

Este modo de enseñar y aprender era ciertamente muy laborioso y lento, y los años de estudio muy prolongados, pero tenía la enorme ventaja de que el conocimiento y los hábitos intelectuales iban cristalizando con gran solidez en la mente de los alumnos. Entre otras cosas, porque era muy exigente y generaba un tipo de aprendizaje muy poco memorístico, al no tener tanta importancia el soporte de la palabra escrita.

También estaba muy abierto a la innovación, pues los debates universitarios, a los que podían asistir tanto los profesores como alumnos, generaban con cierta frecuencia gran expectación. Nuestro patrón participó en algunas célebres disputas que, sin exagerar, puede decirse que cambiaron el rumbo de la Teología. Se han conservado unas cuantas, por ejemplo, la titulada De Magistro, que es una obra maestra de la Pedagogía.

Last but not least, parece claro que Santo Tomás fue un apasionado universitario, pues renunció a la riqueza y el poder de que hubiera disfrutado como Abad de Montecasino, para consagrarse en cuerpo y alma a la tarea de investigar y enseñar. Tampoco da la sensación de que le interesase mucho su carrera académica, pues acudió allí donde la Orden de los Predicadores, a la que pertenecía, lo reclamó. Esta lección de humildad es una de las más elocuentes que nos dejó.

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