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La Facultad de Medicina homenajea a don Juan Ramón García-Morato, su capellán durante los últimos 30 años

Tras su jubilación como profesor, el sábado 29 de septiembre toma posesión como rector de la basílica de San Miguel en Madrid

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En el acto participaron varios alumnos, que recordaron algunas anécdotas junto al que fue su profesor FOTO: Cedida
24/09/18 16:50 Miguel Ángel Echávarri

La Facultad de Medicina celebró el sábado 22 de septiembre un acto de homenaje al que ha sido su capellán durante más de 30 años. O, como prefiere llamarlo él, un acto de despedida: “Porque, conforme va pasando la vida, cada vez soy más consciente de los dones y no de los méritos -dice-. Los méritos se homenajean pero los dones solo merecen agradecimiento. Y durante estos años todo han sido regalos, no cosas que yo me haya currado”.

Juan Ramón García-Morato estudió Medicina en la Universidad Complutense y ejerció en Madrid, Galicia y Roma. Allí decidió compaginar las cirugías ambulatorias en una consulta privada mientras terminaba sus estudios de Teología “por lo que pudiera pasar en cualquiera de los casos”. Se estrenó en la Universidad como capellán de la Facultad de Filosofía y Letras, donde recuerda con humor sus nervios previos a la primera clase: “Un profesor sabio vio mi cara de preocupación, se acercó y me dio tres consejos: ‘Tus alumnos no son tus enemigos, así que interpreta las caras que te pongan de la manera más favorable posible. Además, por mucho que sepan, tú sabes más de lo que les vas a hablar; y si el aula es muy larga, de la primera mitad ni te preocupes, mira siempre a la segunda, que es donde te la van a armar’”.

Su siguiente destino fue la Facultad de Comunicación: “Fui para siempre pero solo duré un año. Aun así, me sirvió mucho porque convivir todos los días con personas que defienden la transparencia ayuda a aprender a comunicarte mejor con los demás. Puedo decir que hoy no sería el mismo sin aquel año”. Precisamente ese afán por la libertad es lo que destacó Alejandra Alonso, antigua alumna de Medicina (MED’09): “Es una persona que siempre ha procurado escuchar pero sin juzgar. Tengo la sensación de que nunca ha intentado convencernos de nada sino que solo ha buscado conocernos más y mejor. Al final, ese es el auténtico espíritu universitario: dialogar desde la libertad con quien piensa diferente. Y creo que los alumnos lo hemos podido hacer con él”.

Si hay un lugar en el que Juan Ramón García-Morato ha pasado casi la mitad de su vida es la Facultad de Medicina. Asegura que siempre se ha llevado bien con sus colegas de claustro en cualquiera de las facultades por las que ha pasado, aunque ser uno más ha sido ligeramente más fácil aquí: “También soy médico y, por lo tanto, del gremio”, recuerda entre risas. Haciendo algo de balance, calcula que por sus aulas habrán pasado unos 11.000 alumnos y confiesa que le hubiera gustado despedirse de todos ellos personalmente. Los apoda su “biblioteca”, pues “cada uno es un ejemplar único” que solo él ha podido leer “¡y que nadie más ha leído!”.

Y así lo perciben ellos. Pablo Pita, alumno de quinto curso de Medicina, destacó de él durante el acto “una capacidad enorme de escuchar, tratando de ponerse en los zapatos del otro”. “Para nosotros, esta manera de acercarse a quien tenía enfrente ha reflejado uno de los valores más importante de esta profesión: la delicadeza en el trato al paciente. Por eso, muchos de sus alumnos consideramos a don Juan Ramón no sólo un profesor o un sacerdote, sino también un amigo”, asegura.

Dada esta relación, no es de extrañar que hace como diez años don Juan Ramón se diera cuenta de que se entendía mejor con los alumnos que con sus padres. “El 90% de mis interlocutores ha tenido siempre entre 18 y 25 años y nunca he ahorrado tiempo con ellos, por lo que el mejor regalo que me ha podido hacer la Universidad es que mi sistema operativo se actualizaba automáticamente año tras año y no tenía que ponerme al día porque ya lo estaba. Creo que es lo que más voy a echar de menos y lo que intentaré que continúe de alguna manera en Madrid”.

El sábado 29 de septiembre toma posesión como rector de la basílica de San Miguel en la capital. Le consuela saber que allí hay muchos antiguos alumnos que conoce y le conocen con los que espera mantener un trato frecuente: “Por ahora, en los días que he estado, han venido a verme una media de tres o cuatro diarios”. Y es que este ha sido un inicio de curso atípico para él, alejado de las aulas y del ir y venir de estudiantes, y enfrascado en deshacer cajas durante. “Para cuando me di cuenta ya estábamos a 10 de septiembre. Solo cuando miré unclic y vi ‘apertura de curso’, fui consciente de que todo seguía su curso. Y mientras, yo lidiaba con tal cantidad de tsunamis que el cambio de vida se me pasó de la manera más dulce”.

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