España y la energía nuclear: un capítulo de la modernización de España
La profesora María del Mar Rubio-Varas ha reflexionado sobre el papel de la energía nuclear en la modernización de España en el seminario del Grupo de Investigación en Historia Reciente (GIHRE) de la Universidad de Navarra. Rubio-Varas, profesora de la Universidad Pública de Navarra, ha coordinado con Joseba de la Torre el libro The Economic History of Nuclear Energy in Spain: Governance, Business and Finance.
La primera central nuclear de la historia, aún muy pequeña, data de 1954 y fue construida en la localidad rusa de Óbninsk. Los soviéticos utilizaban así la fisión de los átomos para la producción de electricidad. España se incorporó pronto al uso de esta energía. La central de Zorita comenzó a construirse en 1965, aunque su proyecto fue presentado tres años antes en el Ministerio de Industria. En 1951, José María Otero Navascués, un hombre clave en esta historia en España, estaba ya al frente de la Junta de Energía Nuclear (JEN). Aquella nueva energía se ofrecía como una oportunidad con tremendas posibilidades de aplicación.
Desarrollo científico y tecnológico en un marco político dictatorialThe Economic History of Nuclear Energy in Spain estudia la temprana llegada de la energía nuclear a nuestro país, porque España reunía las tres condiciones que hacían posible el establecimiento de centrales nucleares: un gobierno fuerte, nivel técnico suficiente para cubrir las necesidades de las centrales y un consumo eléctrico mínimo, sustentable en el tiempo, y con posibilidades de conexión a la red eléctrica. A pesar de no contar con un reactor de elaboración propia, ni ser capaz de enriquecer uranio, España fue un país pionero en energía nuclear. En 1976 el programa español de centrales nucleares era incluso más amplio que el francés. En 1971, José María Otero Navascués había sido nombrado presidente del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
La profesora Rubio-Varas y su equipo han detectado la presencia en España del triángulo que también hizo posible el desarrollo de la energía nuclear en Estados Unidos: hombres con conocimientos técnicos como Otero, conscientes del valor de esta energía y formados para aprovecharla, corporaciones y fuerzas privadas capaces y con la libertad de poner en marcha proyectos de este calibre y gobernantes fuertes que los apoyaran. En el caso de España, el marco de poder de la dictadura franquista explica incluso menos contrapesos que los que tuvieron que afrontar los partidarios de la energía nuclear en Estados Unidos.
Además, en España el sector eléctrico y el bancario, que no estaban controlados por el Instituto Nacional de Industria (INI), gozaban de la libertad suficiente para establecer una alianza y apostar por la energía nuclear. Ya en 1944 las compañías eléctricas habían formado un lobby que se vinculó desde un principio a la Junta de Energía Nuclear (JEN). El despliegue geográfico de las centrales fue decisión de las propias compañías eléctricas y no gubernamental. Las compañías privadas sólo estaban condicionadas por la disponibilidad de agua y el acceso a sus respectivos mercados. El Gobierno autorizó las construcciones y valoró las medidas de seguridad.
La energía nuclear implicó la formación de numeroso personal técnico (físicos, químicos e ingenieros) en el extranjero y en la propia España. Las tres primeras centrales nucleares que se abrieron en España fueron verdaderas escuelas profesionales, tanto para los técnicos españoles como para los estadounidenses, pues con ocasión de la apertura de la central de Zorita exportaron por primera vez uranio.
Las conexiones internacionalesEn materia nuclear, España fue el principal cliente de Estados Unidos, circunstancia que permite la reconstrucción de este episodio de la historia económica española a partir de archivos estadounidenses. España, que para su programa nuclear compró diecinueve reactores, la mayoría en EEUU, fue en 1971 el mayor deudor nuclear del Export Import Bank, que financiaba esas exportaciones. Estos créditos concedidos por el Export Import Bank en los años 70 no se pudieron afrontar en los años 80 por el aumento de los tipos de interés.
Pero la conexión para el desarrollo de la energía nuclear en España no se produjo tan sólo entre España y Estados Unidos. En este capítulo de la historia reciente participaron también Francia y Alemania. En la construcción de Vandellós I, luego clausurado, intervino Francia en un intento de romper el monopolio de Estados Unidos. Fue esta la primera y única exportación de la tecnología francesa UNGG, en una operación en la que, además, hubo participación pública tanto francesa como española (en esta ocasión, con intervención del INI). Pero la verdadera ruptura del monopolio de Estados Unidos fue la de Trillo I, con participación de la alemana KWU S.A. a través de su filial Siemens S.A. Alemania aportó el diseño y España construyó el reactor.
La energía nuclear no fue la revolución esperadaTrillo I, en 1988, fue la última central nuclear conectada en España. En este año llegaron a funcionar hasta diez reactores españoles. Sin embargo, a pesar de que la energía nuclear situó a España muy pronto, en los años 50, en foros internacionales como la OIEA donde por su situación política no hubiera podido llegar; no se cumplieron algunas de las esperanzas que esta energía había suscitado. Para María del Mar Rubio-Varas, no fue la prometida y única salida a la creciente demanda eléctrica, ni la energía más barata, ni garantizó la independencia del petróleo. Las promesas puramente energéticas no se cumplieron, la factura eléctrica no se abarató ni se redujo la dependencia energética, pues se siguió importando el 100% del uranio y la energía nuclear sustituyó una cantidad ínfima de petróleo.
Sin embargo, la energía nuclear sí cumplió algunos objetivos colaterales y contribuyó a la modernización económica de España. A juicio de la profesora Rubio-Varas, no sólo benefició a las compañías eléctricas y a la propia red eléctrica, sino que mejoró sectores enteros de la producción española: mejoró la calidad del hormigón y la producción de cobre, tuberías y calderas. También la banca y las finanzas se beneficiaron, en la medida en que aumentó el volumen y el tipo de sus contratos. Al calor del programa nuclear se creó todo un sector industrial, distinto del eléctrico, que, con el tiempo, ha exportado tecnología y ha sido capaz de competir en la economía internacional.
María del Mar Rubio-Varas es economista por la Universidad Carlos III de Madrid y doctora por la London School of Economics. Ha trabajado también en la Universidad de Berkeley (California) y en la Pompeu Fabra de Barcelona. En la actualidad, desde la Universidad Pública de Navarra, estudia el desarrollo de la energía nuclear en España, hito fundamental que influyó, de una manera que no se esperaba, en la vida de los españoles.