2018_05_14_ARQ_cruz_carlos_III

María Antonia Frías, profesora de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra, recibió junto con sus hermanas, María Rosario y María Pilar, la Cruz Carlos III el Noble de Navarra.  Un premio concedido por el Gobierno de Navarra en reconocimiento a su contribución “a cambiar el rol de la mujer en la arquitectura”.

La presidenta de la Comunidad Foral, Uxue Barkos, destacó el esfuerzo, la constancia y el emprendimiento de las hermanas y los otros seis galardonados; y especificó que las hermanas Frías "han roto moldes, accediendo a un campo profesional tan masculino como era la arquitectura".

La profesora, que lleva a sus espaldas aproximadamente 48 años de trayectoria profesional, fue una de las dos mujeres de la segunda promoción de Arquitectura de la Escuela ; y la tercera mujer, después de su hermana Maria Rosario, que se inscribió en el Colegio Oficial de Arquitectos Vasco-Navarro en 1970. Años más tarde lo haría su hermana Maria Pilar, también antigua alumna y profesora de la Escuela.

¿Cuándo empezó a interesarle la Arquitectura?

Cuando hubo que decidir entre ciencias o letras en el colegio, elegí ciencias aunque me gustaban ambas; por eso me atraía una carrera como la Arquitectura, que tiene una importante parte humanística junto con la creativa y la técnica. La conocía a través del trabajo de mi padre, que tenía su despacho profesional en casa. Y más inmediatamente, a la hora de decidirme, por mi hermana mayor.

Sorprende que las tres hermanas sean arquitectas. ¿Se influyeron mutuamente?

Evidentemente la pionera fue ella, que abriendo brecha cinco años antes, hizo que a nosotras nos pareciera que Arquitectura era como cualquier otra carrera. Pero el año pasado, en una entrevista hecha por iniciativa del Colegio a las tres, escuchándonos mutuamente vimos hasta qué punto fue mi padre, aparejador, el que despertó gradualmente -en cada una de un modo distinto- esta inclinación.

¿Cómo se interesó por la docencia?

El director de la Escuela animó a toda mi promoción a comenzar el doctorado que se iba a poner en marcha. Poco después me citó, porque Luis Moya Blanco venía a impartir Estética y Composición, y quería que fuera su ayudante. Ello implicaba hacer con él la tesis doctoral, y la materia que había propuesto para su docencia me atrajo. Fue un privilegio acompañarle casi 20 años, aunque mi tesis se finalizó ya en 1974, siendo presentada dos años después.

Al principio interesa la investigación con la continua actualización de conocimientos. Ya capacitados, atrae mucho la relación personal con los alumnos: tanto aprender de ellos como abrirles nuevos horizontes; trasmitirles la cultura heredada y los personales descubrimientos. En esta materia cada curso es diferente. La verdad, el bien y la belleza, lo asumen todo. Aplicados al arte y a la arquitectura, tan ligados a la vida humana en todos sus aspectos, tienen un gran atractivo.

¿Cómo resumiría su carrera profesional? ¿Qué logros destacaría?

Lo importante es lo efectuado cada día: su repercusión en tantas personas a quienes se pretende servir. Inicialmente tuve un intenso ejercicio práctico de la arquitectura; luego colaboré con diversos artistas y en artes aplicadas. Al final fue ya exclusivamente investigación y docencia, enriquecida por la experiencia adquirida.

Indudablemente alientan la primera Mención de honor o Premio en concursos de anteproyectos, el Premio Extraordinario de Doctorado, la incorporación a la Real Academia de Doctores de España o el Premio Europa; ilusiona ser Miembro Asesor del Centro de Estudios Europeos o del International Advisory Board del Center for Fundamental Studies in Modern Culture, de San Petersburgo (Rusia). Los Proyectos de Arquitectura y Desarrollo I (Perú) y II (Guatemala), construyendo con estudiantes viviendas y dotaciones para comunidades indígenas damnificadas en desastres naturales, fueron experiencias intensas. También sin buscarlos, tuvieron reconocimientos aquí y en esos países.

Simultáneamente, la interdisciplinar Cátedra Félix Huarte de Estética y Arte Contemporáneo, de la Facultad de Filosofía y Letras, y el Grupo de Investigación ART T&H, nacido del Departamento de Teoría e Historia que dirigí durante 23 años en la Escuela de Arquitectura, han sido los habituales ámbitos de trabajo. Ahora nos ocupa buscar recursos para trabajar en desarrollar y difundir internacionalmente el legado intelectual de uno de sus mejores miembros, el profesor Joaquín Lorda, arquitecto navarro, fallecido inesperadamente en plena madurez.

Sin olvidar el trabajo realizado, extra-académicamente, con alumnas y compañeras, fue específicamente AFA, Proyecto europeo NOW (New Opportunities for Women) y su parte Trasnacional: Equality, Employment; Ecology (Roma, Berlín y Viena), el que propició mayores contactos con arquitectas de todo el mundo. En éstas y otras actividades, como Habitat II de Estambul, colaboraron mis hermanas y la Profesora Ayudante Marian Castro. El conocimiento y la difusión de la arquitectura Navarra, está desde el inicial Proyecto “Patrimonio arquitectónico del Camino de Santiago en Navarra”, en “Espacios públicos de la ciudad de Pamplona”, o en “Los archivos de arquitectos navarros”. Y monográficamente en congresos, publicaciones, cursos o invitaciones a eventos especiales, como “La Semana de España” en Guatemala.

Sintiendo la importancia de mis raíces, en su conjunto estas iniciativas han originado viajes por todo el mundo que me han permitido conocer gentes muy diversas y tener experiencias humanas y sobrenaturales profundas que han marcado mi vida. Y en correspondencia, espero también haber dejado con la mía huella en la vida de otros.

El Gobierno de Navarra reconoce su iniciativa y emprendimiento - y el de sus hermanas- para cambiar el rol de la mujer en la arquitectura. ¿Está satisfecha con la situación actual de la mujer arquitecta?

En mi opinión el Gobierno de Navarra reconoce nuestra labor conjunta valorando, más que logros extraordinarios, el hecho de ser tres hermanas navarras que hemos desarrollado aquí nuestra carrera muy tempranamente, perseverando esforzadamente durante mucho tiempo, abriendo paso a otras. Nuestra trayectoria vital y profesional es en parte diversa y quizás por ello, las tres juntas, podemos representar mejor el devenir profesional de otras arquitectas de nuestra época. Parece obvio que hacer cualquier cosa la primera, conlleva dificultades añadidas que ya no se presentan después.

Los cambios son progresivos, y los logros van sumándose en las diversas generaciones. La situación actual es más favorable, pero todavía cabe progresar en ello y alcanzar más puestos relevantes o mayor reconocimiento e influencia social, para el bien de todos. Además siempre aparecen, junto a nuevas oportunidades, nuevos retos que acometer. Por eso, pienso que este reconocimiento es para todas; las que nos han precedido y las que nos relevarán.

¿Qué supone recibir la Cruz de Carlos III el Noble de Navarra?

Es un gran honor que Navarra, a través del Gobierno que otorga este galardón, reconozca no sólo nuestro trabajo, sino implícitamente el de todas las arquitectas. Es una gran alegría y un impulso que fortalece nuestro compromiso con ella.

Además de agradecerlo en primer lugar al Gobierno de Navarra, debemos hacerlo también al Colegio de Arquitectos Vasco-Navarro, representado por su Decana, y a la Delegación Navarra del mismo. Porque, además de sabernos apoyadas por él (es decir, por nuestros compañeros), consideramos que, una vez más, se reconoce así también la labor social de la arquitectura como profesión. La Escuela de Arquitectura es sin duda un lugar privilegiado para transformar, a través de la formación y el impulso de la investigación, ese rol de la mujer que, a medida que vaya estando más presente, beneficiará más a toda la sociedad.