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Rusia: Por qué la opinión pública importa

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La decisión de Rusia de invadir Ucrania el pasado 23 de febrero ha desestabilizado el equilibrio geopolítico. Algunos de los movimientos a los que hemos asistido en las últimas semanas dan buena prueba de ello. La Unión Europea se ha reivindicado como actor geopolítico y Rusia ha sufrido una condena internacional. Esta reacción internacional se ha sentido también en decisiones completamente disruptivas, como que países tradicionalmente neutrales, como Finlandia, Suecia o Suiza, hayan mostrado su apoyo de manera abierta a Ucrania. 

El orden mundial imperante hasta el 23 de febrero surgió tras la disolución de la URSS. A partir de ese momento, Rusia pareció aceptar el modo de vida capitalista y acercarse a Occidente. De hecho, la aceptación fue tan intensa al principio que los politólogos llegaron a establecer que dos países con McDonalds jamás pelearían. Así lo recordaba recientemente Jeffrey Sonnenfeld en el Financial Times y parte de lo ocurrido en las últimas semanas con la opinión pública respecto a Rusia tiene mucho que ver con esa idea. Las ideas, y no solo las armas, importan.

En un momento como este, en el que Ucrania da ejemplo de resistencia frente al poderoso ejército ruso, han sido muchos los que han saludado con cierto optimismo las decisiones tomadas por algunos países de enviar armamento. Pero la respuesta internacional no se ha limitado a las armas. El rechazo a Rusia ha venido también desde el ámbito privado. Muchas organizaciones han tomado también medidas frente a Rusia: la FIFA ha suspendido al país de todas las competiciones, incluido el Mundial; la UEFA ha movido la final de San Petersburgo a París; las federaciones internacionales de judo y taekwondo le han retirado los títulos honoríficos; e incluso Eurovisión ha prohibido participar a los cantantes rusos. 

Este tipo de medidas pueden parecer más banales al compararlas con los misiles Stinger que Alemania ha mandado ya a Ucrania, pero su objetivo es bien distinto. Muchos de los países occidentales que se han significado en esta guerra a favor de Ucrania no solo buscan ralentizar militarmente a Rusia, sino aislarla. De ahí que empresas como BP, SHELL, IKEA o Apple hayan decidido salir de Rusia. Todas estas medidas buscan conseguir lo que el presidente estadounidense afirmó el 24 de febrero, un día después de la invasión: convertir a Rusia en un paria internacional, y en ese cometido, la opinión pública desempeña un papel capital. 

La expulsión del concurso de Eurovisión o la prohibición de disputar el Mundial buscan demostrar a los rusos de a pie que la guerra con Ucrania no es una lejana disputa de sencilla solución. Se busca demostrar a los ciudadanos que es una decisión que les puede afectar personalmente y eso, en un país en el que calificar la invasión rusa de guerra está prohibido o en el que los medios oficiales niegan que estén muriendo civiles en Ucrania, pasa por tomar medidas que afecten a lo cotidiano. Si se aísla internacionalmente a Rusia pero ese mensaje no llega a los ciudadanos, Vladimir Putin podrá jugar fácilmente la carta del victimismo ruso. La disuasión por revelación llevada a cabo por Estados Unidos (demostrando que había tropas desde hacía semanas apostadas cerca de Ucrania) y el rechazo de las organizaciones privadas hacia Rusia pueden conseguir que más ciudadanos rusos se convenzan de que Putin dejó hace tiempo de ser un demócrata.

Hiram Johnson, senador estadounidense, afirmó en 1917 que “en la guerra, la primera víctima es la verdad”. Las sanciones y los movimientos de las empresas, buscan, precisamente, que la verdad trascienda el campo de batalla y alcance a los  los ciudadanos.

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