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La ociofobia

27/11/2023

Publicado en

Diario de Navarra

Gerardo Castillo |

Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra

Vivimos en una sociedad estresada y acelerada, en la que cuidarse, disfrutar de la vida, descansar o desconectar se considera algo irresponsable e incluso egoísta. Así lo señala el psiquiatra Javier García Campayo en su obra Parar para vivir. Hay que parar y conectar con el sentido de la vida. Se pregunta por qué cada vez hay más personas que padecen estrés y ansiedad y menciona varias causas. Una de ellas es que el desarrollo tecnológico ha llevado a que las personas tengamos más expectativas sobre cómo deben ser las cosas de nuestra vida.

Cada nueva generación tiene más malestar psicológico y se piensa que una de las principales razones son las expectativas. Todos queremos que estas sean como nosotros deseamos; todo tiene que estar perfectamente controlado.

El desarrollo tecnológico y las redes sociales han provocado que los seres humanos seamos más exigentes con el mundo y eso produce un choque con la realidad. Por otro lado, estaría todo lo referente a la sociedad de consumo. Nos venden que para ser felices hay que tener cosas, conseguir cosas, lograr metas materiales del tipo que sea. Esta búsqueda incesante de metas externas es agotadora.

En el lenguaje psicológico esa actitud se denomina ociofobia. Es el temor irracional a tener tiempo libre o tiempo vacío de actividades. El término fue acuñado recientemente por el psicólogo Rafael Santandreu. En su libro El arte de no amargarse la vida lo describe así: “Hay gente que tiene miedo, pánico, al hecho de estar desocupado. Les entra ansiedad. Preferirían, mucho más, estar todo el día ocupados. Hay también los que están mal psicológicamente, que no quieren parar porque entonces tienen más tiempo para comerse el coco, para hacerse más desgraciados. Está el miedo a parar y encontrarte con tu propio desastre mental”. Añade que para el hombre moderno es mucho más difícil no hacer nada que tener la agenda ocupada. Esa necesidad de estar continuamente haciendo algo es un mal de nuestra sociedad. Lo que en vacaciones se puede traducir en un sinfín de actividades para rellenar el tiempo libre, hasta el punto de llegar al final del verano casi con más estrés que como se empezó. Por ello, aconseja ralentizar nuestra vida y realizar a un tercio de la velocidad normal las actividades cotidianas. Asegura que esta reducción del ritmo introduce a la persona en una especie de sosiego y bienestar.

La psicóloga Mireia Cabero afirma que “en nuestro día a día ponemos tanto en valor el ser útiles, productivos, contribuir y comprometernos, que nos olvidamos de que también son útiles, saludables y orgánica y socialmente necesarios la pausa, la serenidad, la contemplación, el aburrirnos y el no hacer nada”.

Para superar la ociofobia es necesario reconocer la importancia del ocio en nuestras vidas, distinguiendo entre tiempo libre, ocio y ociosidad. Tiempo libre es liberación de obligaciones de trabajo y disponibilidad personal del tiempo. Se crea una situación de ocio cuando una persona en su tiempo libre decide realizar actividades que permitan satisfacer sus necesidades personales de tipo cultural y recreativo. Este ocio activo se considera descanso activo y se contrapone al ocio pasivo, el de la ociosidad. Algunos ejemplos de ocio activo son escribir, leer, pintar, fotografiar, hacer deporte, cocinar. Esta opción nos proporciona nuevas fuerzas, aumenta la capacidad de trabajo y mejora la condición física y mental de la persona.

Para Dumezadier, el ocio es un conjunto de ocupaciones a las que el individuo puede dedicarse voluntariamente, sea para descansar, para divertirse o para desarrollar su información o su formación desinteresada, su voluntad de participación social o su libre capacidad creadora.

Cuando el ocio se enfoca de forma positiva contribuye al equilibrio y al desarrollo personal. Por ello, es necesaria una pedagogía del ocio. Henz (1976) contempla esta pedagogía como la educación dirigida al aprendizaje de la utilización correcta del tiempo libre.

El ocio tiene varias dimensiones: lúdica, ambiental-ecológica, creativa, festiva y solidaria y está presente en la vida del ser humano desde los orígenes de la humanidad. Según Platón, el ser humano está intrínsicamente motivado para participar en actividades de ocio. Aristóteles veía en el tiempo libre una de las características fundamentales del hombre libre griego. En la Política dice que “en el principio de toda buena acción
está el ocio”. El hombre trabaja para vivir. No vive para trabajar. Uno de los grandes retos de la sociedad moderna es equilibrar trabajo con ocio. Las personas necesitamos aprender a desconectar de la vida profesional para crear una vida personal y familiar.