26/03/21
Publicado en
El Diario Montañés y Diario de Navarra
Gerardo Castillo |
Profesor Facultad de Educación y Psicología
La soledad no deseada es un efecto colateral de la pandemia covid19. Afecta sobre todo a personas mayores que ya vivían solas o que se sentían solas a pesar de estar rodeadas de gente. El covid-19 ha agravado el problema de ese tipo de soledad. La necesidad de mantener una distancia física con otras personas para evitar los contagios se ha traducido en una notable disminución de las relaciones sociales, que, a su vez, predispone a un malestar emocional: miedo, estrés, angustia, vulnerabilidad e incertidumbre.
Muchos psicólogos y médicos afirman que la pandemia de la soledad tiene un fuerte costo económico para la sociedad, por la tendencia de las personas solitarias a enfermarse más. En el Reino Unido la soledad se ha considerado un asunto de Estado. Ocurrió en 2018, cuando la primera ministra, Theresa May, anunció el nombramiento de Tracey Crouch como ministra de la Soledad, con el objetivo de prevenir y combatir los casos de soledad no deseada.
En Japón, el año 2020 se saldó con más muertes por suicidio que por coronavirus, debido a la pandemia de la soledad. Con el propósito de frenar esta situación, y como ya hizo Reino Unido hace dos años, el jefe del ejecutivo japonés ha creado un ministerio de la Soledad para coordinar la lucha contra el aislamiento social.
El problema no es menor en nuestro país. En el informe España 2020 elaborado por la Universidad de Comillas, se dice que la crisis del coronavirus ha provocado que el 11% de las personas consultadas en una encuesta propia confiese sentir soledad grave, frente al 5,2% que consideraba padecerla antes de la pandemia.
Estar solo no equivale a sentirse solo. Lo segundo denota un problema personal que suele requerir ayuda psicológica. En cambio, la soledad elegida, responde a una necesidad vital y existencial de todos los seres humanos. La persona necesita soledad para desarrollarse y crecer. La soledad buscada posibilita reflexionar, contemplar y conocerse mejor. Además, nos hace personas más empáticas, ya que la conexión con los sentimientos propios suele extrapolarse hacia los demás.
Para Wilson López, psicólogo de la Universidad Javeriana, la pandemia de la soledad es, en algunos casos, efecto de una cultura que prioriza el individualismo. A ello hay que añadir, en mi opinión, la tendencia hacia el aislacionismo en el mundo digital, que afecta a toda una generación de nativos digitales.
Un estudio realizado por la Universidad de Pittsburgh encontró que el mayor uso de redes sociales está relacionado con una mayor sensación de soledad. Los autores del estudio confesaron que no siempre se puede determinar con exactitud si el uso de las redes sociales vuelve a los jóvenes más aislados o si es la soledad la que los empuja a usarlas con mayor frecuencia.
Según el estudio de Fundación ONCE y AXA, los amigos y la familia son el principal apoyo en los casos de soledad. Igualmente, «existe un amplio consenso respecto a que las instituciones públicas deben ocuparse de la soledad».
Una buena forma de combatir la soledad no deseada es trabajar con otros en actividades de voluntariado. En mi opinión, ese tipo de actividades serían más eficaces encuadradas en un ministerio de la Soledad. Los expertos atribuyen también propiedad curativa a las mascotas, por servir de compañía a sus dueños. Ello explica por qué su venta se está disparando últimamente.
Cristina Páez, directora de Salud mental de Cataluña, asocia el problema y la posible solución a los valores humanos: «Tendríamos que analizar la soledad que sienten niños, jóvenes, madres, abuelos, empresarios, moribundos o médicos por el hecho de que vivimos en una sociedad organizada para producir, tener, acumular y conseguir. Y en la que valores como la escucha, la amistad, la palabra, el elogio, el reconocimiento, la mirada, la ternura, la pasión o la confianza están casi ausentes». Todos podemos encontrar momentos de soledad positiva y compartirlos con algunos amigos que sólo conocen la soledad crónica del aislamiento. La soledad elegida nos hace más conscientes de nuestra condición de seres libres. Así lo afirma la psicóloga Mireia Darder: «Cuando estoy sola me siento completamente libre. Me reencuentro conmigo misma y eso me resulta agradable y reparador. En una sociedad que te obliga a estar enormemente pendiente del afuera, los espacios de soledad representan la única posibilidad de contactar otra vez con uno mismo. Es un movimiento de contracción necesario para recuperar el equilibrio».