Francisco J. Pérez-Latre, Facultad de Comunicación, Universidad de Navarra
La apuesta de Abás
Los que estudiamos la comunicación nos sorprendemos con frecuencia de la dificultad de ponerse de acuerdo y comprenderse. Comunicar parece una tarea abocada al fracaso: vivimos al filo de la incomunicación y la desconfianza mutua. Pocos conflictos son más paradigmáticos en este sentido que el que separa a Israel y Palestina. En Tierra Santa existen muros físicos. Pero los muros mentales son tan elevados que parecen infranqueables.
El viernes, Mahmud Abás (o Abu Mazen), entregó a Ban-Ki-Moon una carta solicitando el reconocimiento de Palestina como estado, y se dirigió a la Asamblea General de la ONU. Sus palabras tuvieron ecos de los esperanzadores acontecimientos de los últimos meses en el mundo árabe: "permitamos una primavera palestina para vivir una vida normal como el resto del mundo". En Nueva York, la mayoría de los delegados aplaudieron de manera entusiasta. En Ramala, una multitud festejaba su histórico discurso. Lo que ha hecho Abás tiene alto valor simbólico. No hay que olvidar que el estado de Israel surgió de una declaración de la ONU.
¿Qué solicita Palestina? El "status" actual de Palestina en Naciones Unidas es de observador permanente. El gobierno de Abás quiere ser miembro de pleno derecho, y busca el reconocimiento de las fronteras de 1967 en Cisjordania (incluyendo el Este de Jerusalén) y en la franja de Gaza.
La apuesta estratégica de Abás, un veterano político de 76 años, ha puesto a la defensiva al gobierno de Netanyahu y a la Administración Obama. Obama dijo el año pasado que Palestina merecía un estado. Ahora dice que sigue pensando lo mismo, pero que las Naciones Unidas no son el lugar para defenderlo... Lieberman (el controvertido ministro de exteriores israelí) saludó las palabras de Obama en la ONU como "las palabras de un amigo". Estados Unidos se ha esforzado inútilmente por evitar el discurso de Abás en Nueva York. Ahora puede tener que vetar una resolución de Naciones Unidas. El mundo árabe no quedará precisamente satisfecho.
La carta y el discurso han fortalecido la precaria posición de Abás tanto dentro de Palestina (donde Hamas le acusa de debilidad) como ante la comunidad internacional. Dice contar con los votos necesarios para lograr su objetivo y puede forzar una votación en el Consejo de Seguridad. Ahora, el "cuarteto" que forman Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia, y la ONU, busca que Palestina e Israel negocien.
Unos y otros necesitan la paz. Israel ve como Palestina crece en población y va ganando la batalla demográfica. Detrás del muro, los palestinos tienen problemas de desempleo, pobreza y abastecimiento, que les sitúan al borde del estallido social y empujan a la desesperación a los cinco millones de palestinos. Y eso tampoco interesa a Israel.
La paz en Tierra Santa, que incluye el "status" de Jerusalén, cuna de las tres grandes religiones monoteístas, tiene enorme relevancia. Es un momento para grandes líderes, personas con coraje y convicción que apuesten por la paz, y recuperen el clima de distensión de 1993, cuando se produjo el histórico saludo de Arafat y Rabin. Podría ser el momento para que la Unión Europea o Rusia ejercieran un nuevo liderazgo en la región y aviven un proceso que parecía moribundo.
Los últimos días aportan interesantes lecciones sobre comunicación, sobre el valor del diálogo y los símbolos, o la oportunidad de buscar el momento adecuado. En todo caso, resulta reconfortante escuchar palabras como las de Abás: "levantemos puentes de diálogo y no muros de separación". Regresar a la comunicación abierta y las relaciones de confianza es lo más humano y, en este caso, también lo más práctico. Naturalmente, habrá dificultades. Pero la paz en Tierra Santa merece un giro histórico.