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María Concepción García Gainza, Catedrática de Historia del Arte

Ángeles y pastores

La escena de la Natividad es una de las más frecuentes en el arte cristiano, y aparece conjuntamente con la de la Adoración de los Pastores y relacionada con la Adoración de los Magos. En Navarra hay algunos ejemplos de estas obras.

mar, 24 dic 2013 09:42:00 +0000 Publicado en Diario de Navarra

Pocos temas del arte cristiano habrán sido más representados que el Nacimiento de Cristo o Natividad que se identifica a veces con la Adoración de los Pastores, ya que se representan con frecuencia conjuntamente siguiendo la escueta narración evangélica de Lucas que los refiere como dos momentos consecutivos. Es habitual que las dos Adoraciones, la de los pastores y la de los Magos, ocupen la parte baja de los retablos, mostrándose como base y fundamento de la redención tal y como puede apreciarse en algunas obras del patrimonio artístico navarro. La iconografía del Nacimiento sólidamente asentada de los siglos medievales es muy diversa según se siga unos textos u otros que narran el hecho, fundamentalmente la Biblia (Lucas 2), los Evangelios apócrifos, y otras narraciones como la Leyenda Dorada de Jacobo de la Vorágine además de escritos teológicos y místicos, textos que coinciden en el mensaje central que es el nacimiento de Cristo, el Mesías anunciado en el Antiguo Testamento, de una Virgen llamada María que tiene lugar en un establo durante la noche.

Difieren en cambio en algunas variantes accidentales que introducen riqueza en la representación. Ya en el renacimiento los pintores flamencos e italianos nos dejarán magistrales versiones de este pasaje de la Infancia de Cristo según el diferente modo de concebir la pintura en las dos escuelas, más dramática y realista la flamenca, más humanista y buscadora de la belleza formal la italiana, aunque ambas dependientes del espíritu y la teoría imperantes en cada lugar y momento.

Adoración coral

La historia de la pintura nos ofrece un referente excepcional de este tema por su compleja iconografía llena de simbolismo en la Adoración de los Pastores pintada en la gran tabla central del Tríptico Portinari, obra del pintor flamenco Hugo van der Goes. Se representa en ella una adoración coral centrada en la Virgen que, arrodillada, adora al Niño que acaba de nacer depositado desnudo en el suelo en medio de una gran calma. En adoración aparece también San José y formando un círculo distintos tipos de ángeles, unos con túnicas luminosas más celestes y otros más terrenales con capas pluviales bordadas en oro y bermellón. Junto a ellos irrumpen en la escena tres pastores de rostros curtidos y realistas que unen sus grandes manos nudosas llenos de devoción. Son los primeros que han oído el anuncio y los primeros en acudir a adorar al recién nacido. Sobresalen por su escala mayor que la de los propios ángeles saltando las leyes de la jerarquización de las figuras según su rango mostrando un nuevo humanismo. Adoración de María y José, adoraciones angélicas y adoración y piedad rústica de los pastores, múltiples adoraciones simultáneas que parecen seguir el relato de las Revelaciones de Santa Brígida de Suecia. Dos jarrones con flores situados en primer término añaden un simbolismo más a la escena, pues anuncian la Pasión en tanto que la gavilla de trigo depositada entre las dos vasijas encierra un contenido eucarístico.

El Tríptico Portinari (1478) fue encargado por el florentino Tommaso Portinari al pintor en Brujas, ciudad en la que era representante de los Médicis, y enviado a Florencia con destino al Hospital de Santa María Nuova. La obra causó un gran impacto entre los pintores florentinos que habían de imitar el realismo de sus pastores copiados por Ghirlandaio y contemplados por Botticelli y Leonardo. Admiraban en el Tríptico Portinarino sólo la poética de los pintores flamencos sino la depurada técnica del óleo y sus delicadas veladuras, no bien conocida por los florentinos que en cambio practicaban el temple y eran maestros en el fresco. Ubicado ahora el Tríptico Portinari en una de las salas de la Galeria Uffizi, rodeado de las paganas y literarias Mitologías de Botticelli, su presencia en este lugar ofrece una ocasión propicia para reflexionar sobre este trascendental contacto de las dos grandes escuelas europeas.

Ortodoxia y Decoro

Avanzando el Renacimiento se impondrán los tipos y modelos italianos, como puede apreciarse en la tabla pintada del Nacimiento de la Catedral de Pamplona debida a algún pintor de escuela toledana dentro del círculo de Juan de Borgoña. Representa a María cubriendo al Niño desnudo recostado en un sillar de piedra que se asocia con la piedra angular de la profecía de Isaías (28,16) y pone en relación con un ara martirial. María cubre al recién nacido con un pañal sujeto con sus dos manos con gran delicadeza. El niño irradia luz de su cuerpo desnudo significando que el Mesías es la luz del mundo. Según los textos, el Niño nació limpio, radiante como un relámpago. San José adora al recién nacido al igual que dos ángeles posados en el suelo y los pastores detrás son únicamente reconocibles por sus tres cabezas. La corte celeste glorifica al niño a través del Gloria in excelsis Deo que entonan los ángeles según la partitura que portan en sus manos. Unas ruinas clásicas cobijan la escena indicando que sobre el edificio derrumbado del Antiguo Testamento se edificará el Nuevo Testamento.

La Contrarreforma exigirá a las representaciones religiosas corrección temática y decoro, es decir, adecuación de figuras y escenas al tema representado además de claridad para que sean entendidas por los fieles. Muy ilustrativo resulta en este lugar el fracaso del pintor italiano Zuccaro que llegó precedido de gran fama a El Escorial ya quien Felipe II encargó la Adoración de los Pastores y la Adoración de los Reyes con destino al retablo mayor de la Basílica. El P. Sigüenza relata cómo el pintor, satisfecho de su obra, quiso mostrar al rey la Adoración de los Pastores que ofrecía en primer término una cesta de huevos. Felipe II preguntó ¿si eran huevos los que tenía allí en una cesta un pastor¿ para presentarlos a la recién parida Virgen María" y rechazó la obra que no fue colocada en el retablo para donde había sido hecha. La exigencia estricta de la corrección temática y el sentido del decoro llevó al rey a este rechazo pues los adoradores según el Evangelio eran pastores y no polleros, y la pintura fue reemplazada por otra Adoración de los Pastores del también italiano Tibaldi una vez que Zuccaro hubo regresado a Italia. En cambio, cumple toda la normativa exigida al arte religioso de este período la escena del Nacimiento del retablo de la catedral de Pamplona, ahora en la parroquia de San Miguel, mandado construir por un prelado contrarreformista fiel defensor de la ortodoxia, como don Antonio Zapata, obispo de Pamplona. El cumplimiento del principio del decoro no priva a la escena de cierta espontaneidad, representando a San José activo y no semidormido como aparece en el arte medieval. Así, domina con el ronzal a la mula en tanto que la cabeza del buey se asoma por encima del Niño ocupando el centro del círculo que forman María y el pastor con sus alforjas ofreciendo el cordero. Los pastores son tres y representaban las tres edades de la vida. Su autor, Pedro González de San Pedro, esculpió una de las escenas más bellas y acabadas de la Navidad pamplonesa dentro del clasicismo vigente a finales del siglo dieciséis.

En el mismo período contrarreformista la Adoración de los Pastores del retablo del monasterio de La Oliva, hoy en San Pedro de Tafalla, constituye una verdadera culminación de esta iconografía en la pintura cuyos ángeles y pastores por medio de la composición, gestos y color expresan el júbilo y la sorpresa del mundo ante el acontecimiento. De la complejidad de la escena y de su modernidad se hace eco la documentación de La Oliva (1571) que requiere según el pintor una composición "bien acompañada y como se ussa, el santo Joseph, y buey, y asna, y pastores que adornen, y los ángeles con gloria in ecelssis, todo a lo nuevo y muy agraciado". Obra del pintor flamenco Paulo Schepers, significa la entrada del venecianismo en la pintura en nuestro suelo en una obra perfecta del gran arte. Similar corrección temática muestra la Adoración de los pastores del monasterio de Fitero (1590), obra de Rolan Mois, que representa una escena nocturna con el Niño convertido en foco de luz quedando en la penumbra los tres pastores cuyas cabezas bien caracterizadas anuncian el naturalismo, cumpliéndose lo requerido en el contrato en el que leemos ¿procurando que las figuras sean como naturales" en sintonía con un naturalismo que se abría paso.