Fernando Echarri, Doctor en Educación Ambiental, Facultad de Ciencias
Los valores del agua
¿Qué percepción tiene nuestra sociedad acerca del agua? Para la mayoría, la respuesta a esta pregunta es sencilla: se trata de un bien esencial, necesario para vivir, que todas las personas utilizamos diariamente.
Si además nos preguntan si es fácil conseguir agua para consumo, la respuesta también sería sencilla: abrimos el grifo y aparece toda la cantidad que queremos con una calidad suficiente para poder beberla. En resumen: percibimos que el agua es un recurso ilimitado, lo que favorece su despilfarro.
Por añadidura, si nos preguntan cuánto cuesta un litro de agua casi seguro que no lo sabremos, aunque es posible que aseguremos que "muy poco". Esto se debe, entre otras cosas, a que el agua que sale de nuestro grifo está subvencionada, como un bien básico fundamental y necesario. Sin embargo, si nos repercutieran todos los costes de captación, conducción, potabilización y saneamiento, hablaríamos de un precio más elevado. Tanto que podríamos escandalizarnos si nos cobrasen el litro de agua como el de gasolina. Y es que no es lo mismo precio que valor.
Por suerte, gracias al esfuerzo de muchos profesionales esta percepción va cambiando poco a poco. Cada vez somos más conscientes de los problemas ambientales que afectan al agua dulce, como su escasez, contaminación, salinización, etc.; así como de la repercusión socioeconómico-ambiental de esta circunstancia; y de que el agua es un elemento distintivo de la Tierra: un elemento esencial para todas las formas de vida.
Quizá esta evolución se relacione con las noticias, frecuentes en los últimos años, que muestran poblaciones con cortes estacionales de agua. Estas limitaciones han provocado que la sociedad entienda que el agua dulce puede ser un bien escaso del cual debemos hacer un uso racional siempre, no sólo en momentos de carestía.
Así pues, tenemos que ahorrar agua siempre. Una postura que podría resumirse en el eslogan "utiliza lo que necesites y no contamines".
Por otro lado, a través del ahorro del agua se pueden fomentar valores como el respeto, la justicia y la solidaridad con los demás, pues el agua que nosotros ahorramos podría utilizarse para cubrir las necesidades de terceras personas que, sin nuestra colaboración, sufrirían problemas de escasez. Por todo ello, y de forma progresiva, los valores anteriores se fomentan de la mano de la responsabilidad en el uso del agua.