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Ricardo Fernández Gracia, Director de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

Los trabajos y los días en el arte navarro (2). Así eran los agricultores y los ganaderos

vie, 21 abr 2017 13:03:00 +0000 Publicado en Diario de Navarra

En 1948, Julio Caro Baroja publicó un artículo en la revista Príncipe de Viana titulado “Arte e historia social y económica”. En él analizó algunas obras de patrimonio navarro en su contexto socioeconómico, concretamente un relieve de la portada de Santa María de Olite y algunos detalles de la sillería coral de la parroquia de Isaba. En el texto reflexionaba sobre los condicionantes de artistas y artesanos a la hora de trabajar y la naturaleza como fuente de observación, a la vez que se preguntaba sobre el sinnúmero de motivos de inspiración en la realidad de la vida diaria. Todos aquellos temas eran aptos para reproducir la cotidianeidad y facilitaban la comprensión por parte del público sencillo. De ese modo, escenas bíblicas y de las vidas de santos se reproducían con arreglo a criterios de gran realismo.

Partiendo del examen de numerosas obras que atesora nuestro patrimonio se pueden realizar observaciones muy precisas para reconstruir el trabajo, el ocio y la vida cotidiana en los diferentes periodos.

 

Escenas agrícolas: del Génesis y los mensarios medievales a los santos agricultores

Un agricultor podando la viña encontramos en los canecillos de comienzos del siglo XIII de la Magdalena de Tudela junto a otras representaciones de otros oficios y el mismísimo diablo, dando a entender que el trabajo es consecuencia del triunfo de Satanás y consecuencia del pecado original, obedeciendo a una interpretación negativa de los oficios representados, como señaló Esperanza Aragonés en su estudio sobre la imagen del mal en el Románico navarro.

El texto del Génesis inspira también obras como el capitel de la puerta del Juicio  de la catedral de Tudela, del primer tercio del siglo XIII, con Adán con la azada y Eva hilando. La portada de Santa María de Olite, perteneciente al gótico radiante, cuenta con un pasaje muy descriptivo de Adán labrando con un arado de ruedas radiales tirado por sendos bueyes o vacas, que fue objeto del mencionado estudio de Caro Baroja. Adán viste con túnica corta con las mangas libres, altas botas y capucha, con una mano sujeta al arreo y con la otra presiona la reja para hacerla penetrar en la tierra. Adán y Eva en sus labores se repetirá en los siglos siguientes. Valga como ejemplo la pintura procedente del palacio de Oriz de mediados del siglo XVI, hoy en el Museo de Navarra, en donde los encontramos sujetos al trabajo y a la muerte.

Las representaciones de los calendarios con las labores de cada uno de los meses se desarrollaron en España en la época románica y lo hicieron con la visión del trabajo impuesto por Dios, aunque en el transcurso del siglo XII, algunos comentaristas bíblicos de gran proyección, como Hugo de San Víctor, glosaron el trabajo no tanto como un castigo divino, sino como una revalorización como penitencia y medio redentor. Además, aquellas faenas hablaban gráficamente del paso del tiempo en el devenir humano, y constituían un recurso didáctico para que los agricultores pagasen el diezmo a la iglesia. En los ámbitos monásticos y de vida regular recordaban la importancia del trabajo manual para combatir el ocio, el gran enemigo del alma, tal y como recuerda la Regla de San Benito, en sintonía con San Agustín que, siglos atrás, había sentenciado “La ociosidad camina despacio, por eso la alcanzan todos los vicios”.

El relato del Génesis es la fuente textual de los cobres de la serie procedente del convento de la Merced de Pamplona, del último tercio del siglo XVII, hoy en el Museo de Navarra. Su autor Jacob Bouttats siguió las estampas grabadas por Jean Sadeler. Los dedicados a Adán trabajando la tierra y a Caín agricultor y Abel pastor nos sitúan en escenas agro-ganaderas, con utillaje y un sinfín de detalles. La llegada de estas pinturas a Pamplona se ha relacionado con el fallecimiento, en 1682, en el convento de la Merced de Pamplona del pamplonés y General de la Orden, fray Sebastián de Velasco, que legó al convento otras obras artísticas.

Los mensarios poseen en Navarra varias versiones de época gótica, en unos momentos en que pasaron a ocupar lugares más marginales y en marcos de arte mueble, como ha puesto de manifiesto en su estudio para España el profesor Manuel A. Castiñeiras. Los encontramos en los frontales de Eguillor -actualmente en Turín-, Góngora y Arteta -ambos en el Museo de Arte de Cataluña-, las claves del claustro de la catedral de Pamplona y en las pinturas murales de la parroquia de Ardanaz de Izagaondoa. Todos parecen obedecer a una visión positiva y edificante del trabajo, lejos de aquellas representaciones del Románico en donde escenas de trabajo se consideraban como consecuencia del pecado original, con una interpretación punitiva. En la seo pamplonesa encontramos la poda de las viñas en marzo, la siega en julio, la trilla en agosto, el trasiego del vino en septiembre, y el arado y sembrado en octubre. Las pinturas de Ardanaz, estudiadas por Carlos Martínez Álava, también ofrecen la siega del heno y del trigo en junio y julio, la trilla en agosto, el tonelero en septiembre y la labranza en octubre. Mikel Zuza, en base a unos escudos las pone en relación con don Luis de Beaumont, hermano de Carlos II y las fecha entre 1354 y 1361. En el caso de los frontales de Arteta y Góngora, las representaciones del mensario se localizan en la parte superior de los mismos, siendo el de Arteta el que mejor conserva el ciclo y el de mayor calidad.

En otro contexto, hay que recordar una de las grandes ménsulas de la capilla Barbazana, en el claustro de la catedral de Pamplona, que muestra a un agricultor empuñando un azada, de la que sólo se ha conservado el mango.

Pasando a otras muestras de la Edad Moderna, hemos de recordar que la siega, protagonista de los calendarios medievales, la volveremos a encontrar en un detalle de la tabla de la Huída a Egipto del retablo mayor de Santa María de Olite (Pedro de Aponte, 1529). En el fondo de la composición se representa el milagro del trigo, cuando la Sagrada Familia en su caminar hacia Egipto, se vio perseguida por los soldados de Herodes. Al llegar junto a un hombre que estaba sembrando el campo le dijeron que cuando llegasen los soldados les respondiese que vio pasar por allí a los tres en el momento de la siembra. A continuación se produce el milagro del trigo, que crece y está listo para la siega. Así, al llegar los soldados, renunciaron a seguir la persecución pensando que hacía muchos meses que habrían pasado por allí. El escultor Juan de Biniés realizó un relieve con el mismo tema en el retablo del Rosario de Cintruénigo  (1610), que fue policromado por Juan de Lumbier.

En el primer cuarto del siglo XVIII, en uno de los relieves de la sillería de Isaba, también figuran unos hombres segando con guadañas de una manija y otros afilando las hojas de las mismas. Se trata de una obra que se debe atribuir a Pascual de Lorea, maestro roncalés residente en Garde, examinado en Pamplona en 1686 y fallecido en torno a 1736. El esquema de los tableros recuerda a las obras del siglo XVI, particularmente la de algunos maestros de Sangüesa, como la sillería de San Martín de  Uncastillo, por lo que es posible que los viejos modelos fuesen impuestos, si bien la realización obedece a una talla claramente barroca.

Diversos lienzos de los siglos XVII y XVIII muestran a varios santos en tareas agrícolas, singularmente y en cabeza de ellos a San Isidro arando con los bueyes o estos últimos dirigidos por el ángel mientras el santo reza. En el primer caso lo encontramos en sendos lienzos de las Agustinas Recoletas de Pamplona y de las Concepcionistas de Estella. En algunas ocasiones, viste atemporalmente, pero en la mayoría lo hace siguiendo las modas del siglo XVII, incluida la golilla.

Pero no es sólo San Isidro, ya que en la serie de San Elías, conservada actualmente en Leire, procedente de los Agustinos de Pamplona, hay un lienzo que presenta a Eliseo arando junto al profeta, con todo tipo de detalles en el apero. Se trata de una obra realizada en Pamplona por el pintor italiano Jacobo de Bari en 1704 y que copia un grabado de Abraham Van Diepenbeeck que figura en el libro Speculum Carmelitanum sive Historia Eliani del Padre Daniel de la Virgen María (Amberes, 1680).

Entre los ejemplos de pintura contemporánea que recogen escenas agrícolas, destacaremos el lienzo de la Siega, obra de hacia 1900 del pintor Natalio Hualde (1873-1951), estudiado por J. M. Muruzábal. Se trata de una obra de pequeño formato con un carro tirado por bueyes y una mujer en primer término que se afana en su trabajo. Por su realismo, sigue el estilo de Millet o Breton. También hemos de citar las yuntas de bueyes de García Asarta (1893) y de Ciga (1915).

 

Con el ganado

Todo lo que tiene que ver con el mundo pastoril y, sobre todo, con el cuidado del ganado, encontró su reflejo icónico en el Anuncio a los pastores del ciclo de la infancia de Cristo. El arte figurativo desde la miniatura, pintura y escultura desde la época románica hasta los grandes belenes decimonónicos proporcionan un universo de imágenes al respecto. En las diferentes épocas encontramos a sus protagonistas con distintas vestimentas, en algunos casos de modo atemporal, y en otros con indumentaria más ajustada a los usos de la tierra.

Especial mención de ese pasaje merecen los rebaños de la Biblia de Sancho el Fuerte (1197), de los capiteles de la portada de San Miguel de Estella y de los claustros de Tudela y San Pedro de la Rúa de Estella, obras de la segunda mitad del siglo XII, así como las pinturas murales italogóticas (c. 1333) de la capilla de la Virgen del Campanal de Olite. En el claustro gótico de la catedral de Pamplona encontramos una delicada escena de pastoreo entre los capiteles de temática profana. En algunas pinturas del siglo XVI del Nacimiento en donde el pasaje se funde con el de la Anunciación de los pastores también hay copiosos rebaños, como ocurre en el retablo de los Caparroso de la catedral de Pamplona (1507) o el mayor de Santa María de Olite, obra de Pedro de Aponte (1529).

El ganado también es protagonista en el capitel de Job del claustro románico de Pamplona (Museo de Navarra) que se data a mediados del siglo XII y en la misma escena de la mencionada Biblia de Sancho el Fuerte (1197), conservada en la Biblioteca Municipal de Amiens. El tema del rebaño de Job, según ha estudiado la profesora Soledad Silva, deriva de la miniatura bizantina, en donde fue muy representado.

Dejando esos ejemplos ligados al ciclo de la infancia de Cristo, el cuidado del ganado y una mujer ordeñando a una vaca aparecen en sendos dibujos preparatorios y sus grabados correspondientes que ilustran la edición dieciochesca de las Congresiones del Padre Moret (1766). Se trata de emblemas, que aúnan representación gráfica y un lema en latín alusivo al tema al texto.

Para ilustrar la sexta congresión se acude a un dibujo preparatorio de un rebaño de ovejas y el lobo atacando, que se completó en la versión grabada definitiva con un par de pastores, uno vigilando y otro azuzando al perro para perseguir al lobo. El lema que acompaña a la composición gráfica reza: “Eripe pastor ovem servo raptoris ob ore” (Libera, oh pastor, la oveja de la boca servil del raptor) alude al contenido del texto que glosa el Padre Moret con la intencionalidad de hacer verdad sobre lo escrito por el Padre Larripa en sus escritos. Para la aprobación definitiva del dibujo preparatorio de esta Congresión, la Diputación del Reino exigió al autor de la composición, José Lamarca, añadir “un pastor con su criado, animando al mastín para que persiga al lobo”, como hizo en la plancha destinada a la estampación.

La octava congresión se ilustra con un podador y a ella nos referimos en un artículo anterior, al glosar la viña y las uvas. La duodécima muestra a una mujer ordeñando a una vaca en un sencillo paisaje rural, con el lema: “Dulcius accipies quo plus expresseris uber” (Recibirás un fruto más dulce cuanto más exprimas), insistiendo en el valor probatorio de las investigaciones históricas con un trabajo a fondo.

Una devoción mariana propia de los Capuchinos, la de la Divina Pastora, incorporará en su iconografía algunas ovejas representadas junto a la Virgen con gran realismo, especialmente en pinturas y grabados. Como es sabido, la citada advocación fue difundida por fray Isidoro de Sevilla a partir de 1703, en que hizo pintar un lienzo a Alonso Miguel de Tovar. Existen ejemplos en las Concepcionistas de Estella, las Comendadoras de Puente, Araceli de Corella y entre todas destaca la de las Agustinas Recoletas de Pamplona, regalo de doña Antonia de Ripalda Marichalar, hermana del conde de Ripalda y residente en Sevilla en las primeras décadas del siglo XVIII.

Por último, no podemos olvidar algunas pinturas del siglo XX en donde el pastoreo o el cuidado de los animales se hacen protagonistas, destacando dos obras de Javier Ciga, el Pastor (Museo de Navarra, 1910-1911) o un delicado cuadro del mismo autor titulado Cuadra, fechado en 1910,  perteneciente a una colección particular de Elvetea, que es una expresión más del interés del pintor por los paisajes y los hombres de Baztán.