Ricardo Fernández Gracia, Director de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
Los trabajos y los días en el arte navarro (23). Imágenes de fiesta, ocio y diversión
El mundo del arte románico dejó amplios testimonios en su repertorio icónico de temas profanos que convivían con los sagrados en portadas e interiores de iglesias, así como en los claustros. Algunos de aquellos motivos, convenientemente moralizados, se hicieron transmisores del pensamiento religioso, aunque en otras ocasiones resulta muy complicado buscarles más trascendencia que la de un recurso de los responsables de los programas en aras a hacer más atractivo el mensaje cristiano.
Los siglos del gótico vieron crecer y desarrollarse aquella vertiente profana, tal y como se puede observar en las misericordias de los coros, los márgenes de los manuscritos ilustrados o escultura monumental. Contamos para esa época bajomedieval con un excelente trabajo monográfico de E. Martínez de Lagos, titulado Ocio, diversión y espectáculo en la escultura gótica. Las iglesias navarras como espejo de una realidad medieval. Los temas de ocio y diversión presentan cierta abundancia, aunque no siempre es fácil precisar si se trata de un espectáculo, un juego o un deporte.
La época del Renacimiento y del Barroco, tan rica en relaciones de todo tipo, no nos legó imágenes de aquellas fiestas efímeras que, como tales, se preparaban con prontitud, se vivían con intensidad y se olvidaban con cierta rapidez. Los componentes ineludibles de aquellos festejos fueron la música, las escenografías, las campanas, la pólvora, los fuegos artificiales y, en muchas ocasiones, el exceso de comida y bebida. Por otra parte, sabido es que las expresiones artísticas de la Contrarreforma cedieron menos hueco para todos aquellos temas, otrora con su espacio, al requerir propiedad, decoro e historicidad a los artistas. La pintura de género que representó a músicos y danzas, así como fiestas de todo tipo, no llegó a Navarra.
Como en otros temas ligados a la vida ordinaria y cotidiana, sería la fotografía, desde el siglo XIX, la llamada a recoger gráficamente testimonios de todo lo relacionado con el ocio y la diversión. Al mismo tiempo, pintores como Javier Ciga dejaron espléndidas muestras de diversiones de las gentes y otros artistas de menor categoría se explayaron en sus dibujos con las fiestas populares, como Florentino Andueza.
Algunos ejemplos medievales
Juegos, luchas con animales y torneos están presentes en diferentes escenarios. A la cabeza de la recreación de un enfrentamiento entre caballeros se encuentran el capitel de la lucha de Rolan y Ferragut del palacio estellés y el combate entre caballeros del capitel de la ermita de Santa Catalina de Azcona, ambos del siglo XII.
La Baja Edad Media, tal y como hemos adelantado, fue pródiga en este tipo de representaciones, según han estudiado los profesores Fernández-Ladreda, Martínez Álava y Martínez de Lagos. A la cabeza de todas ellas las relacionadas con la juglaría, las fiestas de toros y los juegos de ejercicio y lucha.
Algunos capiteles y ménsulas bajomedievales constituyen excelentes ejemplos de escenas de tauromaquia, torneos, contorsionistas y luchas. El claustro de la catedral de Pamplona, tan rico en iconografía profana, posee temas de músicos y juglares, tauromaquia y de lucha. Todas esas representaciones constituyen un testimonio de la forma de vida y del modo de pensar y sentir de una sociedad en la que la distinción entre lo sagrado y lo profano era muy difusa y ambos mundos estaban ligados y entremezclados entre sí.
El mundo de la juglaría y de los músicos estaba totalmente inmerso en la cultura de la época. En muchas ocasiones, las referencias son litúrgicas por su contexto pero, en otras ocasiones, las razones de su presencia pueden obedecer a motivaciones didácticas, estéticas o simbólicas y relacionarse con el entretenimiento y la diversión, pese a la condena de las canciones profanas por parte de los tratadistas del momento. En relación con el mundo festivo, es de obligada cita el capitel de la carola del claustro de Pamplona, o representación de la danza medieval por excelencia. En los claustros del monasterio de la Oliva y Pamplona, y en los conjuntos de Olite, Ujué, San Zoilo de Cáseda y en otros monumentos encontramos numerosa iconografía musical.
En cuanto a los instrumentos representados, siempre es bueno releer el estudio de iconografía musical del claustro pamplonés de la profesora Fernández-Ladreda y los trabajos de Enrique Galdeano Aguirre.
Las escenas de fiestas de toros hay que ponerlas en relación, como advirtió Isabel Mateo Gómez, con aquellos territorios en donde la cría y lidia de las reses bravas tienen tradición y raigambre. En el claustro catedralicio, la capilla Barbazana, la parroquia de Cizur Mayor y la nave de San Zoilo de Cáseda existen representaciones de alanceamiento de toros. En el refectorio catedralicio, concluido para 1335, se muestra en una ménsula policromada el mejor ejemplo de la escena del mancorneo, en la que aparece un fuerte hombre barbado sujetando los cuernos del toro, mientras un perro de presa muerde la oreja izquierda al animal.
Escenas de ejercicio con luchadores sin armas encontramos en el claustro pamplonés, San Saturnino de Artajona, Santa María de Olite, Cizur Mayor y Ujué. En Cáseda se asocia la lucha al juego de dados y los contendientes con armas aparecen en San Zoilo de Cáseda, la Barbazana y el claustro de la capital navarra. El desarrollo de estas escenas de desafíos se debe poner en relación con el ideal caballeresco y el mundo de los torneos y justas.
El juego con los naipes editados en Pamplona
Entre los testimonios materiales y visuales que se han conservado del Antiguo Régimen en Navarra en relación con el ocio y la diversión, destacaremos algunos naipes editados en Pamplona, que fueron estudiados por Ignacio Baleztena. En torno a 1630, la capital navarro dejó el estanco del naipe a favor del Hospital de Nuestra Señora de la Misericordia, tras la petición de las Cortes a la Corona. Las razones argumentadas para tal consecución radicaban en que en el establecimiento tenían que atender todo género de enfermedades y albergar los pobres.
Los naipes más antiguos conocidos datan de 1688 y están realizados de forma rudimentaria. La producción pamplonesa adolecía de calidad, por lo que se traían de contrabando de Francia y Aragón. Ante ello, los administradores hicieron venir de Verona a un experto en la materia, José Floren. En 1768, Pedro Berangot realizó unos naipes con dibujos parecidos a los anteriores, aunque con mejor calidad. En 1759 se convino con el francés Carlos Requiran, para que corriera con la fabricación del naipe en San Sebastián, donde tenía su taller, por un tiempo de cuatro años, conforme a la baraja de muestra elegida por el Hospital. En 1784 se arrendó el taller a Manuel Antonio de Balmaseda por seis años. En 1789 la junta del Hospital puso al cargo de la fábrica a Marcos Barangot, maestro naipero y vecino de San Sebastián, por tiempo ilimitado. Al siglo XIX pertenecen diversas tiradas de naipes como la de 1875 realizada por José Serrano.
Visitas reales, escenas históricas, toros y pelota
Afortunadamente, conservamos espacios construidos para la fiesta, especialmente los de los siglos de la Edad Moderna, destacando la Plaza Nueva de Tudela levantada entre 1687 y 1691. Las formas y el protocolo fueron evolucionando durante el siglo XVII hacia una opulencia, nunca vista antes. De hecho, las Cortes de Navarra, se expresan así, en 1621, en relación con torneos, vestimenta y sortijas: “Los gastos que se hacen en las ocasiones de fiestas generales y públicas que se ofrecen en este Reino son tan excesivos y grandes, que obligan a que se mire atentamente por el remedio de este daño”.
Si las descripciones de festejos de todo tipo en siglos pasados son abundantes, no ocurre lo mismo con su plasmación gráfica. Excepcionales son los dos grabados que representan a las Cortes de Navarra del Antiguo Régimen, obra de Dionisio de Ollo (1686) y Manuel Albuerne (1816). Algunas visitas reales quedaron plasmadas en las ilustraciones de la edición de los Anales de 1766 y en cuadros como la vista de Pamplona en la visita de Felipe IV de Juan Bautista Martínez del Mazo (1647-1648) conservada en una reducción en The Wellington Museum, y de la que hay fragmentos en distintas colecciones, entre ellas una en el Museo Lázaro Galdiano. Palomino, pintor y tratadista, vio las vistas de Zaragoza y Pamplona en el Pasadizo de la Encarnación de Madrid, elogiándolas como “cosa excelente, pues no solo están los sitios ejecutados con gran puntualidad, sino con historiejas de aquellas casualidades, que en el campo suelen ocurrir, merendando unos, y paseando otros, ya a pie, o ya a caballo, observando los trajes de aquel tiempo o estilo de la tierra, con tal propiedad y tan bien regulada la degradación de las figuras según sus distancias, que es una maravilla, pues de la proporción de las inmediatas al castillo o murallas, se puede inferir la grandeza de sus fábricas”.
En cuanto a pasajes históricos y concretos de la vida local plasmados en piedra o madera, hay que destacar, por su excepcionalidad, el relieve pétreo del claustro renacentista del monasterio de Fitero (c. 1545), que representa la entrada del abad en la localidad de su señorío, con la presencia de la comunidad cisterciense y alcalde en cortejo cívico-religioso. Pero, por su carácter festivo, hay que mencionar de modo especial la entrega de las tres vacas, documentada en el valle de Roncal desde 1375, que se representó por primera vez en las artes en un ámbito sagrado, en uno de los tableros de la sillería de la parroquia de Isaba, obra del primer tercio del siglo XVIII, posiblemente realizada por el escultor Pascual de Lorea, examinado en Pamplona en 1686 y fallecido en torno a 1736.
Escasísimas imágenes hasta tiempos recientes nos han quedado de sendas aficiones que ostentaban el primer puesto en diversiones: la pelota y los toros. En cuanto a escenas taurinas, no se han conservado lienzos costumbristas que copiaban los numerosos grabados dieciochescos de aquella temática. Testimonio monumental es el balcón de toros del ayuntamiento de Viana en el coso, obra monumental levantada a partir de 1685 por Juan de Raón y otros maestros, imitada por otros balcones de toros para el cabildo y los nobles, cuyos diseños se conservan en el Archivo General de Navarra. Los carteles y los programas de las fiestas de San Fermín constituyen otra de las grandes manifestaciones artísticas de la fiesta taurina. El estudio de los carteles ha sido objeto de un concienzudo trabajo por parte de I. Urricelqui. Respecto a los programas, generalmente reproducían el cartel oficial, pero no siempre y en la contraportada solían lucir litografías más pobres que las de la portada.
En cuanto a la pelota, hay que esperar a la llegada de la fotografía y a la contemporaneidad para encontrar expresiones figuradas de una afición tan documentada en las fuentes escritas. Un conjunto de dibujos acuarelados de jugadores de cesta punta en distintas posiciones realizó Florentino Andueza, hace poco menos de un siglo.
Pintura del XX y escenas de café
Algunas pinturas de Javier Ciga dedicadas a temas de ocio, como la Sokadantza (París, 1914), nos proporcionan una idea de lo que significó el baile en la vida cotidiana de los pueblos, pese a haber sido denostado en épocas anteriores, tanto por la legislación civil, como por la eclesiástica, siendo famoso el edicto del obispo de Pamplona de 1750, por sus reparos y prohibiciones. El citado Javier Ciga nos dejó otros dos temas relacionados con la diversión, destacando los lienzos de los Borrachos (1908-1910), Despachando chacolí (1915), Partida de mus (1940-1960).
A Florentino Andueza (1899-1988), formado en Madrid, sordomundo y amigo de los hermanos Zubiaurre, debemos varios dibujos y acuarelas en donde representa fiestas populares con encierros y bailes. Respecto a las de cafés y tertulias, destacaremos un par de ellas. En primer lugar un dibujo con título de Café navarro, con un interior con una estufa de leña, un reloj y un calendario de un fabricante de chocolates, más unas mesas con sus sillas y unos hombres tocados de boina tomando café y leyendo el periódico. En segundo lugar una caricatura colectiva publicada en La Voz de Navarra, el 8 de abril de 1928, que tiene como protagonista principal al poeta Alberto Pelairea dirigiendo a una rondalla en Fitero. El corresponsal del periódico afirma acerca del dibujo: “A la amabilidad de nuestro querido Sr. Andueza debemos el placer de presentar a nuestros lectores la simpática agrupación en uno de sus ensayos. El mágico lápiz del dibujante supo fijar en el papel un interesante momento en el que el maestro explica una lección escuchada por todos atentamente, religiosamente, a la vez que buscan sobre las cuerdas de sus instrumentos el efecto armónico del tema explicado”.