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Javier Laspalas, Profesor de Educación y Psicología

A propósito de los horarios escolares

jue, 19 ene 2017 12:03:00 +0000 Publicado en Diario de Navarra

Durante estos días se está discutiendo en el Parlamento de Navarra sobre la implantación de la llamada jornada continua en las escuelas. Se trata de un asunto complejo, porque las alternativas en este terreno son muy variables, y no parecen responder a intereses formativos, sino que más bien dependen de las limitaciones inherentes a una organización social que gira en torno a la actividad económica.

Es claro que, en muchos países, tanto ricos como pobres, y en especial en las grandes urbes, donde los desplazamientos al trabajo son muy largos, los padres y las madres tienen serios problemas para estar con sus hijos. Por ello, se tiende a ampliar el número de horas que los niños pasan en las instituciones docentes.

En esto, como en tantas otras cosas, la experiencia de los EE.UU., donde desde hace bastantes décadas los alumnos pasan la mayor parte del día en las escuelas, es muy ilustrativa. Sin embargo, en otros lugares, singularmente Alemania, lo normal suele ser que no haya muchos deberes, y gran parte de los niños y jóvenes consagran las tardes a actividades artísticas, en particular musicales.

Cabe plantear si los cambios que se proponen repercutirían positiva o negativamente en el rendimiento académico, pero es dudoso que las evidencias sean concluyentes al respecto. Sospecho que lo esencial es que los maestros hagan bien su trabajo, y sus discípulos estén atentos en clase y cumplan con las tareas que se les asignen. Para ello, deberían haber dormido lo suficiente el día anterior, lo que contrasta con la inclinación al noctambulismo que se suele atribuir a los españoles.

Dadas las circunstancias, la racionalización de los horarios parece algo inevitable, pero no deberíamos limitarnos a suprimir los síntomas. Habría también que combatir sus causas facilitando la conciliación familiar y laboral. Tal vez por el envejecimiento (a día de hoy el 40% del presupuesto del Estado se destina al pago de pensiones) es muy poco lo que se hace en nuestro para apoyar a quienes deciden tener hijos.

Es evidente que las prioridades de gasto van en otra dirección, porque a la mayoría de la población no le preocupa este asunto. Dándole la vuelta al título de una película, podría decirse que el nuestro no es país para niños y jóvenes. Sin embargo, España tiene un acuciante problema demográfico que debería afrontar con decisión.

También habría que reflexionar sobre el tipo de educación al que aspiramos. Corremos el riesgo de reducirla al aprendizaje escolar, de carácter esencialmente intelectual. Sin embargo, son los padres y su entorno más inmediato los que pueden contagiar valores y actitudes a las nuevas generaciones. Si no disponen de tiempo para ello, serán los medios de comunicación, en especiall Internet, quienes lo hagan. Ahora bien, su lógica no es en absoluto pedagógica, sino puramente comercial.