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Leonor de Aquitania: «aquella que, vaya adonde vaya en todo el mundo, no tiene igual»

18/03/2024

Publicado en

National Geographic

Julia Pavón |

Catedrática de Historia Medieval

La quietud del espacio sepulcral donde se conserva la tumba de Leonor de Aquitania, situada en la real abadía de nuestra Señora de Fontevrault, contrasta con la intensa actividad de la reina a lo largo de su larga vida. Hija del duque de Aquitania, Guillermo X, y de Leonor de Châtellerault, Leonor fue protagonista de los más destacables acontecimientos de una época que consolidó las bases de los reinos europeos de la Cristiandad Occidental.

Su fallecimiento, el 1 de abril de 1204, a la edad aproximada de 82 años, tuvo lugar cuatro años después de regresar de la Península Ibérica donde había ido a escoger entre sus nietas, las infantas de Castilla (hijas de su hija Leonor y Alfonso VIII), a la que se convertiría en mujer del futuro monarca francés Luis VIII, la infanta Blanca. Este hecho ejemplifica la especial fortaleza de una mujer en edad avanzada embarcada en un largo viaje.

La construcción de una leyenda

No es fácil separar a la mujer de su leyenda, incluso para quienes se dedican al quehacer histórico, dado que los abundantes testimonios conservados sobre el personaje dibujaron desde un primer momento en el siglo XIII, un cuadro nada neutral. Relatos, crónicas o baladas posteriores a su muerte muestran, entre otras leyendas, a una reina que rompió los moldes y clichés femeninos del medioevo al enamorase, por ejemplo, del sultán de Egipto Saladino, cometiendo adulterio con su tío Raimundo en Antioquía. Todo ello refleja que, desde un primer momento, se elaboraron juicios sumarios ante una mujer liberal e independiente, transmitiendo opiniones subjetivas sobre su carácter que han quedado perpetuadas hasta casi la actualidad. Y también alimentadas por las líneas vertidas de los clásicos franceses como Jules Michelet, Charles Petit-Dutaillis o Joseph Calmette que la tildaron de “fiera y violenta”, “alegre y sensual” o “meridional aventurera”.

Aquitania y París

Leonor pertenecía a la estirpe ducal aquitana, entre la que destacó su abuelo, el controvertido Guillermo IX el Trovador, uno de los hombres más influyentes de su tiempo en la promoción del amor cortés. Tras la muerte de su padre, el duque Guillermo X, durante su peregrinación a Santiago de Compostela, se convirtió en heredera de uno de los espacios territoriales más importantes del continente y en esposa del usufructuario del trono de Francia, el futuro Luis VII, dentro de una de las operaciones diplomáticas más estratégicas de la época (1137). El proyecto matrimonial con el Capeto acabó fracasando y tras su viaje a Tierra Santa durante la Segunda Cruzada se consumó una separación que contó con una contraria opinión papal (1151).

Reina de Inglaterra

Apenas un año después, la duquesa concertó un nuevo matrimonio con el conde de Anjou y duque de Normandía, Enrique Plantagenet, diez años menor que ella. Apenas imaginó que el normando se convertiría en rey de Inglaterra (1153) y que sería coronada en Westminster, aportando una importante prole, al dar a luz a tres niñas y cinco niños que aseguraban la continuidad dinástica.

La caballería y la cortesía conformaron los modelos de comportamiento de una época liderada por una aristocracia principalmente militar en una sociedad guerrera. Construir una ética para el conjunto de esa sociedad fue parte de la razón de ser de la Iglesia que impulsó un modelo de vida que refinase conductas en y fuera del campo de batalla. Se relaciona a Guillermo IX, el abuelo paterno de la reina, con el impulso del género del amor cortés y las formas trovadorescas de la lírica occitana. El fin´amors o “fino amor”, eje del espíritu cortés, presuponía un deseo de amar lleno de obstáculos que convertían a quien aspiraba a ello en virtuoso ante la espera satisfactoria generando los más bellos versos de admiración “vasallática” ante la mujer amada.

De igual forma, se atribuye a Leonor un papel protagonista en la extensión de estas tradiciones literarias del Midi en la Francia del norte, por su primer matrimonio, y en Normandía e Inglaterra, por el segundo. Incluso, algunos autores han llegado a relacionar ciertas composiciones con la figura y experiencias de una mujer etiquetada tempranamente con una “belleza inalcanzable” y con un carácter “independiente e indomable”. Buen ejemplo de ello es el Tratado De Amore de Andrés el Capellán (c. 1150-1220) o de canciones y relatos históricos que se supone se compusieron por parte de letrados, trovadores y eruditos alrededor de su corte de Poitiers, en tanto centro promotor de las artes; tesis esta última cuestionada, dado que la creatividad en las letras, contando igualmente con el desarrollo del ciclo artúrico, se inscribe dentro de un gran cambio continental de las mentalidades y los espíritus. Pero sea como fuere, las tradiciones colectivas seguirán identificando su inquietante y controvertida figura con una leyenda histórica y literaria que incluso podría superar.

Crisis

Hacia 1165 Benoît de Saint-Maure, en el Roman de Troie o Poema de Troya, identificó a Leonor de Aquitania con: «aquella que tiene en sí tanta belleza, aquella que posee también mucha nobleza, gloria y valor, virtud, sentido y honor, bondad, mesura y pureza, generosidad y probidad, aquella cuyos méritos borran las fechorías de todas las demás damas, aquella en quien abunda la prudencia, aquella que, vaya a donde vaya en todo el mundo, no tiene igual. Poderosa dama, esposa de un poderoso rey».

Esta fortaleza regia contrastó con la debilidad de un matrimonio tras la entrada en escena de Rosamunda Cliffort (1165), la hermosa amante de Enrique. La leyenda atribuirá a Leonor el asesinato de Rosamunda, según cuenta en este último caso la balada Fair Rosamond.

La historiografía apunta a que los celos de una ya madura Leonor ante Rosamunda, provocaron un enfrentamiento matrimonial y la rebelión de tres de sus hijos contra el padre (1173). Pero lejos de detonar un conflicto familiar, que recogió la conocida película escrita por James Goldman y hoy convertida en todo un clásico del séptimo arte (The lion in winter, 1968), la insurrección manifestó los conflictos de intereses y la problemática gubernativa de dos grandes potencias políticas al mando de un mismo rey, pero separadas por el canal de la Mancha: la emergente Inglaterra normanda y la feudal Aquitania occitana. Durante el conflicto, una Leonor ataviada con vestimentas masculinas fue detenida por las tropas de su esposo y conducida al castillo de Chinon, donde quedaría bajo arresto inicial y luego trasladada al castillo de Salisbury, hasta la muerte del rey que tuvo lugar en 1189.

La complejidad gubernativa feudal de los territorios continentales en manos de sus hijos y futuros herederos encendió la mecha de un polvorín que salpicó también a un rey de Francia interesado en mermar el poder del Plantagenet, principalmente instalado en la isla británica. Sus hijos Enrique el Joven (el primogénito), Godofredo y Ricardo entraron en conflicto con su padre, quizá aconsejados por una madre desairada (1173). Así lo refleja las noticias de cronistas contemporáneos a los hechos como los ingleses Ralph de Diceto, Gervase de Canterbury, Guillermo de Newburgh o Roger de Howden, quienes no dudan en convertir a la reina en “alma de la rebelión”. De nada sirvió la carta que le dirigió a Leonor el arzobispo de Ruán, Rotrou, quien le recuerda la unidad de un vínculo sacramental para evitar la ruina de unos territorios en guerra: «Por ello todos nosotros, en una queja y lamento unánimes, deploramos que tú, una mujer tan prudente, te hayas separado de tu marido […]. Peor aún, y eso es más contrario todavía a las reglas, permites que tus hijos, la progenie de tu señor rey, se rebelen contra su padre, como dice precisamente el profeta: “Alimenté y crie hijos, pero se han rebelado contra mí”» [Isaías I, 2].

El fallecimiento de su hijo mayor (1183) y de su esposo seis años después marcará el inicio de una nueva etapa, ya que Ricardo se convirtió en el heredero Plantagenet; una monarquía acosada por su nuevo rival político, Felipe II Augusto de Francia (1180-1223). El Capeto no cejó hasta fracturar y conquistar una gran parte del puzle territorial dependiente de los angevinos y Leonor, retirada en la abadía de Fontevrault, aún tuvo que intervenir políticamente cuando falleció su hijo Corazón de León para apoyar la coronación de su hijo Juan sin Tierra (1199), que iniciaría un complejo reinado.

Inhumada en el santo lugar de Fontevrault, donde reposaban su segundo esposo y su hijo Ricardo, su sepultura presenta una escultura yacente en piedra policromada encargada personalmente para ubicar en la nave de la iglesia. Su cabeza, ceñida con una corona real, muestra un rostro sereno y sus manos sostienen un libro abierto que denota el carácter de una mujer piadosa que medita ante ¿un salterio o un romance cortés? no sería descabellado pensar que el ejemplar que sostiene es un texto poético y un ejemplo del «amor cortés», un género literario que estuvo íntimamente vinculado a la reina, dado que el cultivo de las artes y las letras formaron parte del entorno cortesano ducal de Poitiers donde creció. Sin embargo, los modelos piadosos de su tiempo inclinan a pensar que más bien se trata de un libro religioso.

Cuadros complementarios

Guillermo el Mariscal (c. 1145-1219): un hombre con sentido de lealtad a una dinastía

La Historie de Guillaume le Maréchal, escrita en anglonormando en el segundo tercio del siglo XIII, nos relata la apasionante vida de un hombre con una proyección similar en el campo histórico-literario del Cid hispánico. Sobrino de Patricio, conde de Salisbury, Guillermo aparece documentado desde muy temprano sirviendo a Leonor en Francia ante la revuelta de Godofredo de Lusignan (1168). Su valor y defensa de la reina en dicha ocasión, incluso tras ser herido y hecho prisionero, le valió una especial cercanía con la aquitana que incluso pagó su rescate. Con el tiempo se convertiría en maestro en caballería y mentor de su hijo Enrique el Joven hasta su muerte (1183). A partir de entonces pasó a servir a su padre, el rey Enrique II, también hasta el fin de sus días (1189) y más tarde a sus nuevos soberanos, Ricardo Corazón de León, Juan sin Tierra y Enrique III; incluso a pesar de las rivalidades e intrincados enfrentamientos habidos con ellos. De hecho, llegaría a ser uno de los firmantes de la Carta Magna, del lado de un débil rey Juan (1215).

Hombre versátil e inteligente sobre el tablero político, llama la atención que fuera el encargado de liberar a la reina de su cautividad inglesa y que Ricardo le procurase fama e influencia al procurarle el matrimonio con Isabel de Clare, condesa de Striguil y Pembroke, convirtiéndose en uno de los más destacados y acaudalados barones de la corte. Enterrado en la iglesia del Temple de Londres, donde se conserva su sepulcro, su familia encargó el relato de una larga y rica trayectoria al servicio de una de las más importantes dinastías medievales.

El entorno de la reina: el abad Suger y Saint-Denís

El Museo de Louvre conserva un jarrón de cristal de roca conocido como el “jarrón de Leonor” con la siguiente inscripción: “Este jarrón fue ofrecido al rey Luis por su esposa Leonor. Mitadolus lo había dado a su abuelo. El rey me lo ofreció a mí, Suger, y yo a los santos”. Suger, abad de Saint-Denís, fue el principal consejero de Luis VI y de su hijo, Luis VII, el primer esposo de Leonor. Tras encargarse de conducirle desde la corte parisina a la boda en Burdeos con la aquitana en 1137 se convirtió en valedor de la pareja real, una confianza que incluso llegó a manifestar oponiéndose inicialmente a la iniciativa de embarcarse en la Cruzada a Tierra Santa (1146) y a su posterior separación, según consta en la correspondencia mantenida con el monarca durante su viaje a Ultramar. Principal impulsor del prestigio de la monarquía Capeta, dotó de bases intelectuales a un proyecto político que acabó por madurar en tiempos de Felipe II Augusto, convirtiendo su abadía construida en el nuevo estilo gótico en pulmón cultural de una soberanía que custodiaba los símbolos soberanos en su templo, ya que se consagraban y coronaban en Reims.

La excepcional pieza de cristal de roca llegó a la abadía francesa procedente del tesoro ducal de Aquitania, siendo adquirido por el abuelo de Leonor, Guillermo IX el Trovador, durante sus campañas reconquistadoras ante los Almorávides en la Península Ibérica a comienzos del siglo XII.

Fresco de Sainte-Radegonde

Cabeza y cuerpo de un linaje

El fresco de la capilla de Sainte-Radegonde (Chinon) nos presenta, con toda probabilidad, la comitiva real a caballo camino del confinamiento inglés de Salisbury, presidida por Enrique II y seguida de un equino montado por Leonor y conducido quizá por su hija Juana. El cortejo lo cierra su hijo Ricardo Corazón de León, que recibe un halcón o un águila de su madre, símbolo este último del poder. Sea o no la representación del séquito en dirección a la humillante reclusión, nos sitúa ante una figura protagonista. Rodeada por sus hijos, la reina ocupa el centro de la escena pues, aunque cabalga tras su esposo, focaliza la atención del espectador al estar girada hacia atrás en dirección a su hijo varón Ricardo, quien recibe el testigo del poder. Transmite así un carácter director y protector de su estirpe simbolizadas en el águila, que las profecías de la época identifican con la duquesa.

Cronología

c. 1120-1022. Nace probablemente en la localidad de Belin, próxima a Poitiers, capital del ducado de Aquitania, donde recibió una educación cultural exquisita

1137, abril. Fallecimiento de su padre, el duque Guillermo X, durante una peregrinación a Santiago de Compostela, catedral en la que está enterrado

1137, julio. Casamiento con Luis, hijo de Luis VI de Francia, en la catedral de San Andrés de Burdeos y coronación como reyes en Navidad, tras el deceso del monarca Capeto

1147. Se embarca en la Segunda Cruzada con su esposo Luis VII. Destaca su estancia en Constantinopla, donde serían recibidos por el emperador Manuel Comneno

Algunos cronistas destacan la “sospechosa” relación de Leonor con su tío Raimundo en Antioquía, que algunos transforman en adulterio

1152. Tres años después de su regreso ultramarino, contrae matrimonio con Enrique, conde de Anjou y duque de Normandía, tras su divorcio del rey francés, En 1153 se convertirán en reyes de Inglaterra

1173. Rebelión contra Enrique II de tres de sus hijos: Enrique, Ricardo y Godofredo, alentados por su madre que le traerá consigo un confinamiento en Chinon y luego en Salisbury, hasta la muerte del rey en 1189

1180. Comienza su reinado Felipe II Augusto, monarca Capeto que dirigirá su fuerza política a la incorporación de los territorios continentales bajo dominio del rey de Inglaterra, Ricardo Corazón de León desde 1189

1191. Ricardo se incorpora a la empresa de la Tercera Cruzada y Leonor queda al frente como regente

1199. Muerte de Ricardo y entronización de Juan sin Tierra. La iniciativa y fuerza política francesa fue mermando la hegemonía feudal Plantagenet en el continente

1200. Viaje de Leonor a Castilla, a la corte de su yerno Alfonso VIII

1204. Fallecimiento de la reina y entierro en la abadía de nuestra Señora de Fontevrault

Para saber más

Martin Aurell, L´Empire des Plantagenets, 1154-1224, París, 2003.

Georges Duby, Guillermo el Mariscal, Madrid, 1997 (orig. 1984).

Jean Flori, Leonor de Aquitania. La reina rebelde, Barcelona, 2005.

Régine Pernoud, Leonor de Aquitania, Barcelona, 2009 (orig. 1966).