Publicador de contenidos

Volver 2016-02-18-opinion-ICS-propsitos-cambio

Javier Bernácer, Investigador del Grupo ‘Mente-cerebro'. Instituto Cultura y Sociedad (Universidad de Navarra)

Cuatro consejos para que los propósitos de cambio tengan éxito

     

jue, 18 feb 2016 12:43:00 +0000 Publicado en El Correo, Diario Vasco, El Diario Montañés, El Norte de Castilla, La Verdad, Ideal, Las Provincias, Diario Sur, El Comercio, Hoy y La Rioja.

Por mucho que uno trate de evitar ser arrastrado por la marea del vulgo, acabará cayendo en una de las tradiciones los primeros meses del año: los propósitos de cambio. Ir al gimnasio, aprender inglés, salir a correr, dejar de fumar, ampliar el círculo de amigos o ser más amable con los allegados suelen ser los más frecuentes. Rara vez nos proponemos un evento simple, como hacer un viaje concreto o asistir a cierta obra de teatro; casi siempre nos proponemos un cambio de hábitos, bien sea adquirir alguno que nos va a hacer mejores, o dejar algún otro que aparentemente nos está perjudicando.

La fuerza de los hábitos es arrolladora: no son simples acciones, sino que transforman el tipo de persona que somos. Pero, del mismo modo, su adquisición y cambio es un proceso duro, tedioso, que nos hace abandonar antes de que termine el primer mes del año. ¿Podemos hacer algo para cambiarlo? Aquí van cuatro consejos para aumentar nuestras probabilidades de éxito.

1. Aunque usted no note los efectos en su salud de modo inmediato, su cerebro ya ha empezado a cambiar. Nuestros experimentos demuestran que cuando una persona sedentaria pasa a hacer ejercicio físico habitual, aunque sea suave, su cerebro empieza a cambiar antes de que se noten los efectos en el resto del cuerpo. Desde que empieza a realizar su propósito, su cerebro ya se está haciendo a él. La mayoría de los buenos hábitos se consolidan poco a poco; los efectos inmediatos no son evidentes de modo consciente para usted, pero existen.

2. Márquese objetivos fáciles y permítase un capricho cuando los consiga. Nos marcamos objetivos ambiciosos que tratamos de conseguir inmediatamente. Como se ha demostrado con gran multitud de experimentos, una recompensa inmediata, por pequeña que sea, suele tener más valor que un gran premio dentro de unos meses. Los premios pequeños pero inmediatos le ayudarán a seguir en la lucha por adquirir el buen hábito.

3. Si quiere eliminar un mal hábito, trate de sustituirlo por otro mejor. Pero, ¿cómo podemos distinguir un buen hábito de otro malo? La neurociencia no tiene muy clara esta distinción ya que, como dice la experta Ann Graybiel, esta ciencia ha tenido que separarse de la visión popular del hábito, y dejar de interesarse por algunas de sus características para poder llevarlo a la experimentación con animales. Para entender un poco más el hábito humano podemos recurrir a Aristóteles: según él, un hábito es bueno si conlleva aprendizaje, y malo si se trata de una rutina rígida. El hábito es una disposición adquirida que nos acerca o nos aleja de lo que nos corresponde como seres humanos: la salud, la felicidad, el bien social, etc. Por naturaleza estamos dispuestos hacia estos fines, y los hábitos son una segunda naturaleza que, a través de nuestras acciones, nos facilitan o dificultan alcanzarlos. Si ir al gimnasio se convierte en una obsesión que nos lleva a consumir sustancias nocivas para nuestra salud, sin duda se ha convertido en un mal hábito. Por ello, el buen hábito tiene dos características que lo diferencian del malo: permiten pensar y aprender mientras se están llevando a cabo, y aproximan hacia los objetivos que nos corresponden como seres humanos.

4. No se olvide del fin último que se ha propuesto: mejorar la salud, ser capaz de entender su serie favorita en versión original, mejorar su imagen ante los demás… Este punto no se contradice con el segundo, sino que ambos son complementarios. Tenemos que fijarnos objetivos a corto plazo, pero manteniendo el fin último, que se alcanza en el propio ejercicio del hábito.

El símil deportivo siempre es útil para entender las diferentes características de los hábitos. Pensemos, por ejemplo, en el saque de un tenista: si a base de repetirlo se convierte en una rutina cerrada que escapa a nuestro control cognitivo –es decir, que nos impide pensar– no tardará en convertirse en un fracaso: por muy bueno que sea, el oponente se adaptará a él y nos superará con su resto. Lo que hace que el saque sea efectivo no es que se haga rápido, fuerte o automático, sino que ayude al tenista a alcanzar su fin, que es ganar el punto. La automatización del saque le permite pensar cuál es la mejor opción en ese momento del partido. El saque-rutina aleja del fin último, que es ganar el partido, mientras que el saque-aprendizaje aproxima a él.

Y si en algún momento comete una doble falta, no se preocupe: lo importante es aprender de los errores y poner todos los recursos cognitivos para que el siguiente sea un ace. De aquí a fin de año queda mucho tiempo.