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Ricardo Fernández Gracia, Director de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

Patrimonio e identidad (7). Imágenes de las Cortes de Navarra

vie, 18 ene 2019 11:26:00 +0000 Publicado en Diario de Navarra

Las Cortes de Navarra durante el Antiguo Régimen encarnaban la personalidad del Reino navarro y reunían a los representantes de los tres estados para hacer leyes, votar impuestos y asegurar el respeto a las instituciones. Poseemos tres representaciones correspondientes a aquel periodo que, con cierta fidelidad, muestran cómo era el lugar de una de sus sesiones solemnes, así como una recreación decimonónica realizada bajo los presupuestos de la pintura de historia, propia de aquella centuria. Las primeras tienen como escenario la Sala Preciosa en la catedral de Pamplona, convenientemente dispuesta, con el trono vacío bajo el dosel, los escaños de los tres brazos, el rey de armas, la capilla de música … etc. A ello se agregan otros elementos como  la imagen de la titular de la catedral presidiendo y el alzamiento sobre el pavés del rey, mostrando gráficamente la ceremonia propia por excelencia de la monarquía navarra, sin parangón con otros reinos peninsulares: el alzamiento sobre el pavés.

Como es sabido, éste último era uno de los ritos tradicionales de la monarquía, recogido en el denominado Fuero Antiguo, base del Fuero General de Navarra. En el rito de acceso al poder del nuevo monarca se sucedían la jura de los fueros, la vela de armas, la misa, el ofrecimiento de limosnas a los pobres y a la Iglesia, el  alzamiento por los ricos-hombres y la aclamación por el pueblo. A partir, de 1234 se añadirían, la coronación y la unción, que se practicaban en otros reinos.

No debe extrañarnos que, como portada del corpus jurídico-público, se eligiese el rito del alzamiento sobre el pavés, como recreación evocadora de los orígenes del Reino, en donde que se hacía patente el compromiso o pacto entre los caballeros, los nobles y el rey. Sus antecedentes históricos radican en el reconocimiento de Sancho Ramírez por parte de los destacados caballeros de Pamplona en 1076, aunque Moret lo retrotraía al año 716. Se trata de una inclusión de un rito medieval, en el ambiente más propio de los siglos de la Edad Moderna. En definitiva, una imagen con profundo calado político que se ha de incluir entre los ejemplos de construcciones visuales que englobaban el pasado con el momento en que se realizaron.

 

El primer grabado en 1686

No es ninguna casualidad que la primera representación grabada de la institución acompañase a un texto legal de los Fueros, junto a una recopilación de leyes desde 1512 realizada por Francisco Chavier, en base a un encargo de la Diputación del Reino con claras intenciones de defender el régimen propio de Navarra. El profesor Floristán Imízcoz ha puesto de manifiesto cómo la elaboración de la obra de Moret y Alesón, junto a la recopilación y ordenación de los fueros y leyes del Reino de Chavier, fueron un exponente clarísimo de un despertar de la conciencia de Navarra, en los campos de la historia y del derecho. El rescate de un pasado glorioso, como cimiento de un renovado “foralismo” fue la intención del Reino cuando ordenó al famoso jesuita la redacción de los Anales, que en lo sucesivo serían fundamento de todas las historias de Navarra hasta el siglo XX.

Chavier no se limitó a una reunión de disposiciones legales desde 1512, ya que realizó tres aportaciones: un rico prólogo acerca de los fueros navarros, el grabado a buril y la versión en letras de molde del Fuero General. En el prólogo explicó el simbolismo del juramento-unción-coronación regia de 1494 con otros antecedentes bajomedievales documentados, y lo ilustró con el grabado en el que figuradamente se representa a Carlos II, levantado sobre el escudo en medio de los tres brazos o estamentos. De este modo, se fundamenta la identidad jurídica del reino en el pasado, idealizado, salvando la quiebra que supuso la conquista e incorporación de Navarra a Castilla. Se trataba de recrear el pasado de forma abstracta, reviviéndolo como argumento.

El autor de la composición, que firma con un monograma la estampa, lo identificamos con don Dionisio de Ollo, secretario del tribunal eclesiástico, que estuvo casado con María de Guesa y ostentó el título de señor del palacio de Torres. Poseyó una buena biblioteca y se ejercitó, según su propia declaración, en “dibujar y alguna otra curiosidad”. Dionisio de Ollo debió de tratar con artífices de diferentes especialidades en Pamplona y por sus manos pasarían un sinnúmero de proyectos y trazas por su  puesto en el tribunal eclesiástico, desde 1654. A su afición como grabador, hemos de añadir otras obras también relacionadas con el mundo del diseño, ya que don Dionisio fue el legatario de todas las estampas y dibujos que poseía el pintor flamenco Pedro de Obrel, autor de las pinturas del retablo de Salvatierra de Álava, que dictó su testamento en Pamplona, en 1671.

En la composición destacan junto a los tres brazos de las Cortes, el dosel y la decoración de la Sala Preciosa de la catedral, enriquecida con ricos tapices y columnas salomónicas. El modelo de estas últimas se puede poner en relación con los grabados que ilustran la obra de Juan Caramuel sobre arquitectura oblicua, editada en 1678 que tanto contribuyó a la barroquización del retablo hispano. Los escaños en donde se sientan los llamados a cortes son de rica factura y decorados con motivos geométricos y animados. Gran protagonismo tiene el rey de armas, con su dalmática o cota de armas que luce el escudo de Navarra. Sus funciones las conocemos por los estudios de M. P. Huici e I. Ostolaza.

La mayor parte de los caballeros lucen la golilla que sustituyó a la tradicional lechuguilla en el cuello desde 1624, en virtud de la pragmática sobre vestidos. Consistía en un soporte de cartón y lienzo blanco almidonado sobre él.

El rey luce un vistoso manto envolvente con bordados de castillos y leones y forrado de armiño, que se asociaba con la pureza de intención. La corona real (dignidad y autoridad) el cetro (poder político) y el orbe (poder y justicia)  son los elementos propios de su estatus.

La capilla de música dispuesta para entonar el Te Deum aparece junto al altar, distinguiéndose al organista frente a su instrumento con las puertas abiertas, en el que se ven tanto los tubos canónigos o de fachada, como la trompeta de batalla típicamente hispana, el maestro de capilla, un bajonista y varios cantores.

 

En la edición de 1766 de los Anales

El libro trigésimo primero de los Anales en su edición ilustrada de 1766 incorpora, según leemos en su inscripción el tema: “Es levanto en el Escudo el Rey Carls 3 de Navara por los Ricos Hombres”. Se trata quizás, de la única escena que tenía para aquellas fechas un precedente iconográfico, en el gran grabado a buril de Dionisio de Ollo que ilustra, como hemos visto, la obra Fueros del Reyno de Navarra, de A. Chavier (1686). Se conservan el dibujo preparatorio del maestro aragonés José Lamarca y la prueba de estado. Se trata de un versión simplificada del modelo citado de Ollo del siglo anterior.

Moret describe el alzamiento sobre el pavés, tras narrar los ritos con la corona, el cetro y la espada con este párrafo: “Levantaron pues los dichos diputados de la nobleza y de Pamplona el escudo al rey don Carlos gritando por tres veces Real, Real, Real. Y al mismo punto, estando el rey alzado sobre su escudo real, derramó a todas partes moneda, recientemente batida para este intento y antes que bajase del escudo, se llegaron a él el cardenal legado y los obispos de Pamplona y de Tarazona y le guiaron a un trono real elevado que estaba prevenido con gran magnificencia, donde le asentaron y desmontándolo del escudo y diciendo los prelados otras oraciones propias de la entronización. Después de esto, inmediatamente, comenzó el obispo de Pamplona a entonar el Te Deum Laudamus y continuaron cantando todo el himno en voces alternadas los obispos y prelados, a que se siguieron las alegres aclamaciones y aplausos de los tres Estados y gentes que en grande número se hallaban presentes”.

 

Una versión académica por Manuel Albuerne en 1815    

El grabado a buril de Manuel Albuerne, por dibujo de Antonio Rodríguez, es portador del mismo mensaje que los anteriores. Apareció en la edición de los Fueros de Chavier, publicada en Pamplona en 1815, aunque en esta ocasión las formas han variado muchísimo, respecto a los anteriores, por pertenecer la estampa a unos modelos académicos, acordes con la estética imperante en aquellos momentos. La plancha o matriz se conserva en el Archivo General de Navarra.

El inventor de la composición, el pintor Antonio Rodríguez (Valencia, 1765- d. 1823), se formó en la Academia de San Carlos de la ciudad del Turia. En 1786 se trasladó a Madrid, ingresando en la Academia de San Fernando, obteniendo en 1790 un segundo premio y el nombramiento de Académico de Mérito en 1795. Rodríguez debió contar con algún dibujo enviado desde Pamplona o con la propia versión de don Dionisio de Ollo, transformándola a los gustos estéticos del momento, eliminando la escenografía más barroca de la versión seiscentista. El grabador Manuel Albuerne se formó en la Real Academia de San Fernando, donde realizó diferentes estampas de reproducción de obras artísticas famosas. Colaboró con el mencionado Rodríguez en la Historia de los trajes y en 1808 grabó los retratos de la Guía de Forasteros. Para 1815 ya había trabajado en otros encargos que le llegaron desde Navarra como la gran estampa devocional de las Vírgenes del Milagro y del Remedio de Luquin (1797-1798).

La estampa, fruto de la colaboración de estos maestros valencianos, resulta fría y académica, aunque su esquema es similar a la de 1686. Los muros aparecen vacíos sin ornato de ninguna clase, como corresponde a un interior de tipo clasicista. El retablo de la Virgen presenta un severo orden arquitectónico, mientras que el rey simbólico no permite identificación concreta. En los trajes de los nobles que alzan el pavés, a diferencia del grabado seiscentista, lucen la lechuguilla tradicional de regidores de los siglos de la Edad Moderna en Tudela, Pamplona y otras poblaciones.

 

La recreación de las Cortes en el Salón del Trono del palacio foral. 1864

Carácter bien distinto a las anteriores representaciones posee el lienzo que, junto a otros de género histórico, se encuentra en el salón del trono del palacio de Diputación, hoy Gobierno de Navarra. En un ámbito ligado a la memoria colectiva, las Cortes se volvieron a juzgar como una de las instituciones más identitarias. Sin embargo, la ambientación buscada en los tiempos medievales es propia de la pintura de aquellos momentos, como evidencian sobre todo los trajes de cuantos aparecen en la escena. En cuanto al tema, hay que poner de manifiesto que el alzamiento sobre el pavés, ocupa otro de los cuadros del salón por ser una ceremonia y rito propio de Navarra y, por tanto, ya no era necesario evidenciarla, como en los ejemplos de la Edad Moderna, en una reunión de las Cortes. En la tercera edición de los Fueros de Chavier de 1869, encargada por la Diputación a Pablo Ilarregui y Segundo Lapuerta, con una depuración del texto de inexactitudes y manipulaciones, ya no cabía la inclusión de la imagen de las Cortes de Navarra junto al acontecimiento histórico del alzamiento sobre el pavés, tan contrario a la nueva soberanía nacional y que ya nadie pretendía restituir en su plenitud primitiva.

El autor de la pintura,  Francisco Aznar (Zaragoza, 1834-1911), se hizo cargo de otras pinturas del mismo salón y fue un pintor de historia, grabador e ilustrador. Se formó en la Academia de San Luis de la capital aragonesa y en la de San Fernando de Madrid con Federico de Madrazo y Carlos Luis Ribera. En 1854 marchó a Roma como pensionado y allí conoció a Johann Friedrich Overbeck. En las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes obtuvo mención honorífica en 1860 y 1867.

El formato apaisado de la composición proporcionó al pintor la posibilidad de incorporar numerosos elementos, entre ellos las urnas de plata de votación de las Cortes que figuran sobre la mesa de los que registran actas y actúan como secretarios. Las urnas fueron realizadas en 1675 por el platero José López Calvo. Un gran trono bajo dosel da cobijo a una reina acompañada por una dama, el estandarte real también ocupa un lugar privilegiado. Los miembros de los distintos estamentos parecen disputar acerca de algo que se les lee por parte de un dignatario. Llaman la atención las paredes de la estancia decoradas con grandes tapices en cuyos registros se adivinan escenas sin identificar pero indudablemente con hazañas y gestas por la presencia de caballeros, jinetes y armas.