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Juan Ignacio Ruiz, Profesor de Teología

El Colegio de Navarra y el Descubrimiento de América

vie, 16 oct 2015 11:38:00 +0000 Publicado en Diario de Navarra

La idea de que la Edad Media habría sido un tiempo oscuro y tenebroso ha sido siempre desacertada y los trabajos de los historiadores la han terminado de desterrar. En palabras de un especialista, semejante concepto "es un cadáver histórico que se resiste a morir". En efecto, la Edad Media puede presumir de una larga lista de éxitos y, entre otras cosas, se hallaba embebida de un profundo deseo de saber.

Entre estos éxitos se encuentra la gran gesta del Descubrimiento de América, que fue posible gracias a la interacción de muchas pequeñas historias. El Colegio de Navarra de la Universidad de París, que en sí mismo es otro de los éxitos de la cultura medieval, también tuvo su papel en la historia del descubrimiento. En el contexto de este colegio universitario se desarrolló un importante trabajo científico que había de preparar el despegue de la ciencia moderna pocas centurias después.

El Colegio de Navarra fue una de las instituciones más prestigiosas de la Universidad de París. La reina Juana de Navarra (+1304) dispuso en su testamento la fundación de un colegio universitario encuadrado en el marco la universidad parisina. Los colegios mayores surgieron en esta universidad a lo largo del siglo XIII como instituciones donde residían alumnos sin suficientes recursos que estudiaban en las distintas facultades de la universidad: filosofía, derecho, medicina y teología. El testamento de la reina Juana dotaba también al Colegio de una importante renta anual de dos mil libras. Esta renta se empleaba para cubrir todos los gastos de sus residentes, en total setenta alumnos sin recursos para costear su estancia en París de manera digna. Además de los estudiantes, residían también algunos profesores que colaboraban en la formación integral -académica, humana y cristiana- de los residentes.

El Colegio de Navarra comenzó sus actividades en 1315, una vez terminada la construcción de su sede. Hasta la supresión de los colegios universitarios durante la Revolución Francesa, por espacio de casi cinco siglos fue una de las instituciones más relevantes de la universidad parisina y ejerció una notable influencia. Desde su mismo comienzo, personalidades de prestigio en diversas ramas del saber se sucedieron en distintos cargos en el colegio. Entre otros muchos nombres que se podrían citar, Nicolás Oresme (+1382), primero maestro y después Gran Maestre del colegio, es uno de los estudiosos que formaron parte de la llamada Escuela física de París, y es reconocido como un precursor de la ciencia moderna.

Sin embargo, la figura que más nos interesa en este momento es Pedro d'Ailly (+1420), primero residente, después maestro y por último Gran Maestre del colegio. Más tarde sería nombrado obispo de Cambrai y Cardenal de la Iglesia. Fue un hombre de amplias inquietudes intelectuales, y dedicó su trabajo a muy diversas ramas del saber: cosmografía, geografía, astronomía, filosofía, teología y otras. En el terreno de la cosmografía, publicó en 1410 un libro titulado Imago mundi (Representación del mundo), que fue objeto de una edición en imprenta en Lovaina hacia 1480 y que poco tiempo después habría de ocupar un lugar en la historia del descubrimiento de América. En este libro, d'Ailly se ocupa, entre otros temas, de establecer el tamaño de la esfera de la Tierra, de las zonas climáticas en que está dividida, de los distintos continentes y del Océano que bañaría a la vez las costas de Asia y de Europa occidental.

Bartolomé de las Casas escribe respecto a Pedro dAilly que "este doctor creo cierto que a Cristóbal Colón más que entre los pasados movió a su negocio [al viaje del Descubrimiento]" y que el libro del que venimos hablando "fue tan familiar a Cristóbal Colón, que todo lo tenía por las márgenes anotado y rubricado de su mano en latín". En efecto, en la Biblioteca Colombina se puede consultar este ejemplar de Imago mundi con sus 898 anotaciones de puño y letra de Colón. Según uno de sus biógrafos, este libro "parece haber sido el libro de cabecera durante algunos años". Hay quien piensa que Colón habría leído y anotado este ejemplar después del Descubrimiento, pero hay tres anotaciones de su puño y letra fechadas en 1481 y 1488.

Una vez obtenido el patrocinio real en abril de 1492, Cristóbal Colón zarpó del puerto de Palos el 3 de agosto siguiente con la intención de abrir una ruta comercial con Oriente a través de "la Mar Oçéana", es decir, del Océano Atlántico. Una de las dificultades más importantes que tuvo que afrontar ante las comisiones reales que se ocuparon de estudiar su plan, afectaba a la idea de que aquel era un viaje de distancias increíbles, imposible de llevar a cabo con éxito. Los cálculos del geógrafo griego Eratóstenes (siglo III a.C.) respecto al tamaño de la esfera de la Tierra parecían hacer imposible la empresa. Sin embargo, los cálculos de Ptolomeo (siglo II d.C.) eran más favorables, y todavía más los de Pedro d'Ailly. "Porque es evidente que el mar es navegable en muy pocos días si el viento es propicio" escribe este último apoyándose en autores clásicos. Colón calculó todavía más a la baja las distancias entre la Península y Oriente argumentando sobre la base de los relatos de Marco Polo que el continente asiático se extendía hacia nosotros más de lo que se pensaba. Sin embargo, los cálculos de Colón eran, en realidad, bastante erróneos. Pensaba que la distancia que separaba Japón de las Islas Canarias era de unos 4.450 km, cuando en realidad es de unos 22.000 km. De no ser porque las islas del Caribe y el continente americano se encontraban por medio, su viaje habría terminado en el fracaso.

Como se ve, ni Colón ni ninguno de sus interlocutores dudaban de la forma esférica de la Tierra. Se trataba de una idea común desde la época de la antigua Grecia, con sólo algunas excepciones. Es verdad que siempre ha habido imágenes peregrinas y pintorescas del mundo. Conservamos la declaración enjuicio de un labrador francés del siglo XIII que se imaginaba la Tierra como un queso. También hoy un 27,5 por ciento de los españoles cree que el Sol gira alrededor de la Tierra, según la VII Encuesta de Percepción Social de la Ciencia realizada en abril de este año. Sin embargo, la corriente mayoritaria de la Antigüedad y de la Edad Media sostenía con normalidad que la Tierra es una esfera.

La idea de que Cristóbal Colón se hubiera visto obligado a convencer a sus interlocutores de que la Tierra era en realidad una esfera, es una idea interesante que tiene un solo inconveniente, que es una idea falsa. Las dificultades a las que se enfrentó Colón para convencer a los Reyes Católicos de la viabilidad de abrir una ruta marítima hasta Oriente navegando hacia Occidente fueron sobre todo de orden económico y práctico, y no se debían de ningún modo a que se pensara que la tierra fuera plana. La celebración del aniversario del descubrimiento este mes de octubre es una buena ocasión para recordarlo.