Ramiro Pellitero, Profesor de Teología Sistemática
Sobre la eminente dignidad de los pobres
Una de las propuestas principales del Papa Francisco en Evangelii gaudium es "la inclusión social de los pobres". Se sitúa en el capítulo cuarto, titulado La dimensión social de la evangelización. Cabe recordar a este respecto el célebre libro de Henri De Lubac citado por Benedicto XVI en su encíclica sobre la esperanza cristiana, "Catolicismo: aspectos sociales del dogma" (Paris 1938).
Una de las propuestas principales del Papa Francisco en Evangelii gaudium es "la inclusión social de los pobres". Se sitúa en el capítulo cuarto, titulado La dimensión social de la evangelización. Cabe recordar a este respecto el célebre libro de Henri De Lubac citado por Benedicto XVI en su encíclica sobre la esperanza cristiana, "Catolicismo: aspectos sociales del dogma" (Paris 1938).
Tres puntos, como vértices de un triángulo, determinan, en la Evangelii gaudium, el marco introductorio de esta propuesta: la inseparable conexión entre confesión de la fe y compromiso social; las consecuencias sociales del Evangelio; el hecho de que la auténtica fe –que nunca es cómoda ni individualista– lleva a procurar ayudar a los demás y mejorar el mundo.
Son aspectos importantes de la fe cristiana que han puesto de relieve los últimos Papas. Benedicto XVI trató a fondo esta esencial relación entre la fe cristiana y el compromiso social, especialmente con los más necesitados, sobre todo en sus enseñanzas sobre las virtudes teologales, y también cuando se refería a la naturaleza y la misión de la Iglesia, a la Eucaristía y a la autenticidad de la oración cristiana.
Para el Papa Francisco el punto de partida es "nuestra fe en Cristo hecho pobre, siempre cercano a los pobres y excluidos" (n. 186). Subrayamos otros cinco puntos tomados de los epígrafes que el Papa mismo desarrolla.
a) Primero, los cristianos, unido a Dios, están llamados a escuchar el clamor de los pobres, y no pueden hacer oídos sordos. Esto requiere –señala Francisco– trabajar para resolver las causas estructurales de la pobreza y promover el desarrollo integral de los pobres, y a la vez realizar "los gestos más simples y cotidianos de solidaridad ante las miserias más concretas que encontramos" (n. 188). Y todo ello pide, ante todo, cambios de convicciones y actitudes interiores.
b) Segundo, la importancia de la misericordia, precisamente como expresión sintética de la caridad, según las Sagradas Escrituras, y por "fidelidad al Evangelio para no correr en vano". Sobre todo ante el "individualismo hedonista pagano" (n. 193) que los Padres de la Iglesia combatieron, con una resistencia profética y contracultural. Ya San Pablo recibió como criterio de autenticidad evangélica, el de que no se olvidara de los pobres (cf. Ga 2, 10). La opción por los últimos es "un signo que no debe faltar jamás", no como algo extrínseco a la fe o al trabajo humano cristianamente vivido, sino como un aspecto esencial, que pertenece al corazón del Evangelio. Y con frecuencia lo olvidamos.
Sin embargo, es un mensaje tan claro, dice el Papa, que no se puede oscurecer. "No nos preocupemos –propone, en consecuencia– sólo por no caer en errores doctrinales, sino también por ser fieles a este camino luminoso de vida y de sabiduría" (n. 194); porque "a los defensores de ‘la ortodoxia' se dirige a veces el reproche de pasividad, de indulgencia o de complicidad culpables respecto a situaciones de injusticia intolerables y a los regímenes políticos que las mantienen" (Instrucción Libertatis nuntius, de 1984).
c) Tercero, de ahí se deduce el lugar privilegiado de los pobres en el Pueblo de Dios. Una forma de la caridad testimoniada en toda la tradición de la Iglesia, y que la Iglesia ha profundizado especialmente en las últimas décadas.
Sin la opción preferencial por los más pobres, escribió Juan Pablo II, "el anuncio del Evangelio, aun siendo la primera caridad, corre el riesgo de ser incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras al que la actual sociedad de la comunicación nos somete cada día" (Carta Novo millennio ineunte, de 2001, n. 50).
"Para la Iglesia –afirma Francisco– la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica" (n. 198). Ahora bien, ¿en qué consiste o cómo se concreta? "Nuestro compromiso no consiste exclusivamente en acciones o en programas de promoción y asistencia" (más adelante hablará de la necesidad de resolver los problemas de los pobres, atacando sus causas estructurales).
Ante todo consiste en una "atención amante", en un "valorar al pobre en su bondad propia, (…) con su modo de vivir la fe", en un amor contemplativo que lleva a dar, con gratuidad, cercanía y cordialidad. Pero sobre todo, señala el Papa, "la opción preferencial por los pobres debe traducirse principalmente en una atención religiosa privilegiada y prioritaria" (n. 200).
Resuena particularmente, al llegar a este punto, esta advertencia de Francisco: "Nadie debería decir que se mantiene lejos de los pobres porque sus opciones de vida implican prestar más atención a otros asuntos". Y observa: "Ésta es una excusa frecuente en ambientes académicos, empresariales o profesionales, e incluso eclesiales". Respecto a los laicos, señala: "Si bien puede decirse en general que la vocación y la misión propia de los fieles laicos es la transformación de las distintas realidades terrenas para que toda actividad humana sea transformada por el Evangelio, nadie puede sentirse exceptuado de la preocupación por los pobres y por la justicia social" (n. 201; cf. Instrucción Libertatis nuntius, de 1984, XI, 18).
Y añade, como en confidencia: "Temo que también estas palabras sólo sean objeto de algunos comentarios sin una verdadera incidencia práctica. No obstante, confío en la apertura y las buenas disposiciones de los cristianos, y os pido que busquéis comunitariamente nuevos caminos para acoger esta renovada propuesta" (Evangelii gaudium, n. 201).
d) Cuarto, todo lo anterior pide una reforma a fondo de la economía y de la política: que los que se dedican a estas actividades tengan un alto sentido de la dignidad y de la trascendencia de la persona humana, lo que va a unido a la preocupación por los pobres.
En todo caso, insta el Papa, la atención preferencial por los pobres, afecta a todos los cristianos: "Cualquier comunidad de la Iglesia, en la medida en que pretenda subsistir tranquila sin ocuparse creativamente y cooperar con eficiencia para que los pobres vivan con dignidad y para incluir a todos, también correrá el riesgo de la disolución, aunque hable de temas sociales o critique a los gobiernos. Fácilmente terminará sumida en la mundanidad espiritual, disimulada con prácticas religiosas, con reuniones infecundas o con discursos vacíos" n. 207).
Y pide perdón Francisco si alguien se siente ofendido por sus palabras; pero insiste en que sólo le mueve liberar de sus indignas cadenas a los esclavizados por una mentalidad individualista, indiferente y egoísta.
e) Quinto y último, finaliza este pasaje de su texto exhortando a cuidar la fragilidad, también en las nuevas formas de pobreza: los sin techo, los toxicodependientes y los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos y los inmigrantes, las nuevas tratas de personas y esclavitudes en el trabajo, los niños por nacer, también las mujeres que se encuentran en duras situaciones y se sienten tentadas al aborto; y, en un sentido amplio, la indefensión de otras criaturas de esta Tierra que hemos contaminado.
Al concluir la lectura de estos párrafos, vemos que es verdaderamente incisiva la llamada de Francisco a la Iglesia para poner al pobre en un lugar privilegiado y encontrar cómo hacerlo, apoyándose en el amor. En la medida en que participan del "sentido de la fe" y conocen a Cristo sufriente, es necesario dejarse evangelizar por ellos, y atender a cada uno "considerándolo uno consigo mismo" (Santo Tomás de Aquino, STh, II-II, q 27, a2).
Atender a los pobres –se lee también– comporta una particular belleza: la belleza del servicio gratuito, totalmente opuesto a la manipulación de los pobres para intereses personales o políticos.
Este "alto valor" que Francisco concede a los pobres, porque en ellos ve a Cristo, evoca la célebre expresión de Bossuet, pronunciada ante los poderosos de la corte del rey Luis XIV y citada por Pío XII (Discurso, 30-III-1941): "La eminente dignidad de los pobres en la Iglesia".
Ese valor alto, la eminente dignidad del pobre, es todo un principio para la educación en la fe de cada cristiano. Y también para contribuir a educar en la fe al pobre; pues solo si se ve y se siente considerado en la verdad de su dignidad y valor, alcanzará a captar la verdad del cristianismo.