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Ricardo Fernández Gracia, Director de la Cátedra de Patrimonio y Are Navarro

El legado de Santa Teresa en Navarra

mar, 14 oct 2014 12:34:00 +0000 Publicado en Diario de Navarra

La próxima celebración del V Centenario del nacimiento de la Santa de Ávila y la apertura del Año Teresiano que se va a celebrar con motivo de su fiesta en distintas ciudades, nos llevan a reflexionar, brevemente, sobre el legado de sus hijos e hijas en Navarra, ya que sus conventos, comenzando por el primero de San José, ubicado secularmente en la misma Plaza del Castillo, han modulado históricamente la espiritualidad de los entornos sociales en donde se ubican, tanto en clave religiosa como cultural.

A favor de los jesuitas
En el contexto de la oposición al establecimiento de los hijos de San Ignacio en Pamplona por parte del clero, se contextualiza una carta de la santa fechada en Toledo el 8 de mayo de 1580, en la que se suma al obispo y al virrey en su apoyo a la presencia de los jesuitas en la ciudad. Va dirigida a la condesa de Lerín, doña Brianda de Beaumont, y le dice textualmente: "Una merced me ha de hacer ahora vuestra excelencia, en todo caso, porque me importa se entienda el favor, que vuestra excelencia me hace en todo, y es que en Pamplona de Navarra se ha fundado ahora una casa de la Compañía de Jesús, y entró muy en paz. Después se ha levantado tan gran persecución contra ellos, que los quieren echar de el lugar. Hanse amparado del condestable, y su señoría los ha hablado muy bien y hecho mucha merced. La que vuestra excelencia me ha de hacer es, escribir a su señoría una carta, agradeciéndole lo que ha hecho, y mandándole lo lleve muy adelante, y los favorezca en todo lo que se les ofreciere".

Fundaciones del Carmelo
Las fundaciones teresianas en Navarra, por cronología, son las siguientes para las Descalzas: Pamplona (1583), Corella (1722), Lesaca (1767), Echavacoiz (1910) y Donamaría (1945). Las Descalzas de Lesaca y Echavacoiz se han trasladaron a Lizaso-Calahorra, las primeras y a Olza las segundas. Los Descalzos fundaron en Pamplona (1587), Corella (1595), Tudela (1597) y Villafranca (1734). En los prolegómenos de la fundación del de San José intervino la misma Santa Teresa y el Padre Gracián, participando activamente en su realización Leonor de la Misericordia (Ayanz y Beaumont) y Beatriz de Beaumont y don Martín Cruzat. En los Padres de la capital navarra impulsaron el establecimiento la priora de la misma ciudad, la Madre Catalina de Cristo y el noble navarro don Martín Cruzat y Oiz. En Corella los frailes se establecieron a instancias del ayuntamiento, al igual que en Tudela. Las Madres de Corella también llegaron a instancias de la ciudad para ser custodias de la venerada imagen de la Virgen de Araceli, contando con un gran bienhechor en don Juan José Martínez de Boleaga. Otros benefactores hicieron lo propio en Villafranca y en Lesaca, en este último caso con patronato de don Ignacio de Arriola.

Los devotos, nobles, algunas cofradías y gremios solicitaron capillas de patronato en sus conventos, con lo que la relación de los carmelitas con las localidades en done estaban sus conventos fue un hecho repetido.
Los hijos e hijas de la santa en Navarra constituyen un capítulo notable. Entre ellos ha habido artistas, literatos, editores, impulsores de cofradías y devociones, misioneros, docentes, predicadores y músicos que fueron objeto de un estudio del Padre Higinio Gandarias, en 1982. Todos ellos mantuvieron viva la llama de la devoción y admiración por Santa Teresa en sus obras, así como una gran actividad catequética, pastoral y social, en sintonía con las necesidades de los tiempos.

Algunas cartas de la santa

Como es sabido, gran parte del epistolario teresiano, publicado por primera vez por el obispo-virrey don Juan de Palafox, fue destinado en el siglo XVII a la confección de relicarios en una tipología de éstos que se denomina precisamente relicario-firma, con lo que un gran número de las cartas de la santa desaparecieron. Otras corrieron mejor suerte, enmarcándose o custodiándose cual tesoro con todo cuidado por sus poseedores.

En Navarra, Juan Cruz Labeaga recogió en su estudio ocho, entre las que estuvieron en algún momento en la Comunidad Foral y las que aún se conservan. Entre estas últimas figuran las de la parroquia de Viana, Recoletas de Pamplona, condes de Guenduláin, Carmelitas Descalzas de Pamplona y una colección particular. Cronológicamente, abarcan fechas entre 1574 y 1582 y por sus destinatarios encontramos a su confesor, personas nobles amigas, su hermana y las religiosas de Soria. Exceptuando las dirigidas en 1574 a fray Domingo Báñez y a don Teutonio de Braganza, el resto corresponde a los últimos años de la vida de la santa. Al igual que en otras cartas, en las conservadas en Navarra, su personalidad se muestra llena de sentido común, extraordinariamente humana y atenta a los problemas de la vida diaria. Todo esto hizo dudar a los Descalzos, en pleno siglo XVII, sobre la conveniencia de publicar el epistolario teresiano, pues pensaban que alejaba a la santa del público que siempre la contemplaba como escritora, estática y seráfica, capaz de arrobarse mientras escribía. En las cartas que por fin publicó el Beato Juan de Palafox en 1658, se encuentra de todo menos arrobamientos, más bien cosas íntimas, lejos de la idealización y visualización barrocas.

Patrimonio
Junto a destacados conjuntos de arquitectura conventual, siempre con un modelo muy similar, los interiores de sus iglesias conservan ricos retablos y capillas, testigos de devociones seculares a los santos de la orden y a San José y, muy particularmente, en Navarra a San Joaquín. La Virgen del Carmen y las ánimas del purgatorio también suelen contar con pinturas y retablos en los conventos.

En algunos casos se han conservado pinturas importantes, generalmente de origen castellano y particularmente vallisoletano. Las religiosas del convento de Lesaca conservaron, casi milagrosamente, las trazas originales del convento estudiadas por la profesora García Gaínza, obra del maestro tracista de la orden fray José de San Juan de la Cruz, de amplia biografía artística en Navarra y en La Rioja.

Junto a ese patrimonio material, las comunidades de las religiosas han salvaguardado celosamente, hasta no hace mucho, un rico patrimonio inmaterial, unas tradiciones seculares, que constituyen unos testimonios, sin igual, de la conciencia colectiva y de claves de la religiosidad. Desde las recetas de cocina, sentenciarios para recitar al acostarse o levantarse al son de la carraca, bailes, poesías, teatro, hasta hechos tan singulares como la colocación del belén con sus rituales, son todavía recuperables. Hoy, resulta de alto interés recoger todo ello por la amenaza de desaparición y la necesidad de la conservación de las culturas vivas, amenazadas por la globalización.

Fiesta e iconografía
El recuerdo de la santa de Ávila ha estado ligado a sus numerosas imágenes, de diferentes estilos y categoría artística. Por el contrario, las cofradías bajo su advocación son prácticamente inexistentes, ya que con su sola titulación no figuró mas que la de Fitero, conformada por el gremio de los alpargateros desde su fundación en 1696.
La petición de la diócesis de Pamplona en 1611 en pro de su canonización y la cooperación con una cuota por parte de todas las parroquias es un hecho a reseñar, porque más tarde se traduciría en sus imágenes.

En 1627 la ciudad de Tudela la declaró por su patrona, tras celebrar solemnemente su beatificación unos años antes. En este caso parece que el acuerdo no tuvo gran trascendencia, quedando la conmemoración especial en el Carmen Descalzo, donde se describe su fiesta a mediados del siglo XVIII así: "En su día hace ostentación de tener sus corazones tan capaces como su Santa Madre en la prolijidad del culto y curiosidad del adorno y en la magnificencia de música, sermón,
Santísimo expuesto y siesta por la tarde, con que es ociosa la advertencia al concurso cuando Santa Teresa se lleva al mundo entero"

Pamplona colaboró asimismo, a través de su regimiento en los festejos de beatificación y canonización en 1614 y 1622, respectivamente.

Su iconografía es rica y variada. Recoge escenas de su vida, de modo especial las visiones y éxtasis, tan en sintonía con el siglo XVII, cautivado por el maravillosismo y la teatralidad y las formas sensibles con que la imaginación traducía grandezas inefables. Una recopilación de las mismas realizamos hace años el profesor Echeverría Goñi y el que suscribe.

Representaciones pintadas, esculpidas y grabadas de la santa sirvieron de complemento a la palabra de los sermones y de sus gozos populares para conocer y explicar su vida y obras. En tiempos en los que las personas no sabían leer ni escribir, las imágenes se convirtieron en elementos insustituibles para tales fines, junto a la predicación y otros medios orales y musicalizados.

Las fuentes de inspiración para los artistas fueron el Libro de su vida, las primeras biografías y, sobre todo, los grabados de su vida ilustrada encargados por la Madre Ana de Jesús en Amberes en 1613 a Cornelio Galle y Adrian Collaert en 1613, uno de cuyos ejemplares conservan las Descalzas de San José de Pamplona.

Firmas de pintores como Felipe Diricksen. Diego de Leiva, Pedro Orrente, Díez Ferreras, Vicente y Carlos Berdusán aparecen en lienzos dedicados a sus transverberaciones, desposorios, imposición del collar... etc. En cuanto a la escultura, se han conservado espléndidas tallas llegadas desde Valladolid a lo largo del siglo XVII y algunas de origen napolitano de excelente factura, correspondientes al siglo XVIII. Sin duda que el tema más abundante es el que la muestra como escritora, algo lógico por su fama ganada de mujer de letras que además solía repetir: "Lee y conducirás, no leas y serás conducido". El siguiente tema en cantidad es el de la transverberación, en sintonía con la popularidad que alcanzó el pasaje del capítulo XXIX del libro de su vida y con la fiesta privativa de aquella visión que la orden consiguió de la Santa Sede para celebrar, con misa propia, el día 24 de agosto.