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Rafael María Hernández Urigüen, , profesor en ISSA y la Escuela de Ingenieros - Tecnun

Condeno firmemente el atentado de París…, pero no soy ni seré Charlie, gracias

lun, 12 ene 2015 16:24:00 +0000 Publicado en Revista Palabra

La terrible noticia de los atentados de París me llegó mientras impartía la primera clase de Ética después  de las vacaciones navideñas. Comenté con el alumnado lo abominable de estas acciones y el rechazo de la violencia por todas y todos fue unánime.

Los valores de la libertad, el respeto incondicional a la vida humana en todas su etapas han aparecido frecuentemente en los diálogos de este curso, al mismo tiempo que el respeto hacia las culturas, religiones y valores en un mundo intercultural cuyo referente se expresa en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Recordamos la necesidad de promover una ética universal fundamentada en la Ley Natural como propugnó el documento redactado el 12 de junio de 2009 por la Comisión Teológica Internacional.

Resultaban especialmente luminosas en este contexto también las palabras de la Oficina de prensa Vaticana en nombre del Santo Padre:

"Cualquiera que pueda ser la motivación, la violencia homicida es abominable, nunca se puede justificar, la vida y la dignidad de todos deben ser garantizadas y tuteladas con decisión, toda instigación al odio debe ser rechazada, y cultivado el respeto al otro".

Dos días después antes de comenzar las lecciones de antropología en TECNUN propuse un minuto de silencio a las alumnas y alumnos en recuerdo de las víctimas y sus familiares y añadimos el recuerdo de los niños no nacidos, las víctimas del Ébola las de la violencia doméstica, los asesinados por el terrorismo las guerras y torturas… Un minuto de silencio (en mi caso la oración silenciosa mientras miraba al crucifijo del Aula) encierra una sobrecogedora elocuencia, sobre todo cuando lo acompañan más de cien universitarios por grupo docente.

Sin duda para que el diálogo por la paz y la erradicación de la violencia terminen siendo una realidad las instigaciones al odio que hemos leído habrán de ser rechazadas y el cultivo del respeto al otro promovido.

¿Cómo conjugar la necesaria libertad de expresión con el respeto al otro? Esta pregunta encuentra pistas, a mi entender, luminosas en las últimas palabras de la nota vaticana en las que el Papa expresaba su "apoyo a todos aquellos que, en función de sus diversas responsabilidades, siguen comprometidos con constancia por la paz, la justicia y el derecho, para sanar en profundidad las fuentes y causas del odio".

Se trata de una "sanación en profundidad" capaz de afrontar honradamente dónde se encuentran las fuentes y causas del odio.

Avanzando por esta línea, la nota del Pontificio Consejo para el Diálogo interreligioso exponía en su nota la condena del atentado, la necesaria libertad de expresión y una llamada a los medios: "Teniendo en cuenta el impacto de los medios de comunicación, [los firmantes] invitan a sus responsables a proporcionar una información respetuosa de las religiones, de sus seguidores y sus prácticas, promoviendo así una cultura de encuentro".

La información respetuosa de las religiones sus seguidores y prácticas, lamentablemente, no aparecían, por ningún lado, en las páginas de la publicación sarcástica "Charlie Hebdo", y quizá este pormenor no se ha resaltado en las declaraciones políticas de esta luctuosa semana. Sin duda, el rechazo incondicional a la violencia, el apoyo a la libertad de expresión son valores indiscutibles y que pertenecen al patrimonio de Europa. Habrá que seguir cultivándolos y protegiendo con las medidas constitucionales necesarias.

Al mismo tiempo, la libertad de expresión nunca se ha considerado ilimitada ya que la dignidad de las personas y de las instituciones ha de ser tuteladas por el Estado de Derecho. El Estado Laico ha de proteger la libertad religiosa y la buena fama de las diversas confesiones.

Si se penaliza el atentado contra el honor y buena fama de las personas en los estados democráticos también habrá que proteger con las herramientas jurídicas oportunas la buena fama de las religiones.

Apoyo con todo mi corazón y plegarias a las víctimas del atentado de París a los familiares  de la revista Charlie y a Francia. Condeno sin paliativos los atentados, y al mismo tiempo, por mi respeto incondicional a la dignidad de la persona humana y de sus dimensiones religiosas, condeno la obscenidad, las expresiones calumniosas  de algunas publicaciones sarcásticas, que por ejemplo representan viñetas del misterio trinitario en posturas de sodomía y critican a las religiones desde el lenguaje expresamente pornográfico. Lo siento mucho, y aunque suene "políticamente incorrecto" pero yo no soy ni seré jamás Charlie Hebdo.