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Ricardo Fernández Gracia, Director de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

Los trabajos y los días en el arte navarro (12). Los marginados y excluidos (I): Pobres y enfermos desde la Edad Media al siglo XVI

vie, 10 nov 2017 12:19:00 +0000 Publicado en Diario de Navarra

El Museo Nacional de Escultura de Valladolid exhibió hace unos años un conjunto de piezas en torno a una muestra titulada Figuras de la exclusión. Una mirada desde la imagen religiosa. A lo largo de sus cuatro secciones dedicadas a los denominados como “inútiles para el mundo, la marca de Caín, Fuga mundi y vidas de mujeres”, se ofrecía al visitante una mirada general hacia todo lo relacionado con la marginación y la exclusión, en una particular visión de la historia de las gentes sin historia.

A lo largo de los siguientes párrafos realizaremos un breve repaso sobre algunas piezas del patrimonio navarro, en donde se refleja la enfermedad y la pobreza, en definitiva la exclusión social, un tema muy del gusto de los historiadores pero que ha tenido un papel secundario en lo que a la historia del arte se refiere, puesto que los estudios de esta última disciplina se han orientado, por obvias razones de abundancia de piezas, sobre aquellos protagonistas del pasado que estuvieron en la cúspide social en riqueza y poder, gentes de Corte, monarcas, príncipes, grandes mecenas y personajes eminentes del Estado y de la Iglesia.

El arte religioso, que es el mayoritario en nuestra sociedad, ofrece y documenta magistralmente, en algunos casos contados, la realidad de aquellos habitantes al margen, que vivían su situación de una manera difícil y desgarrada. Dejaremos para otra ocasión la representación de otras minorías muy significativas como presos, herejes, prostitutas, judíos o esclavos que constituyen grupos de interés, por sus escasas representaciones.

Llagas, heridas, muletas, piernas de palo, desnudez, inmovilidad, delgadez extrema, cabezas y otros miembros del cuerpo vendados fueron los modos de mostrar enfermedad y pobreza que, frecuentemente, iban de la mano. A la caracterización del pobre dedicó unas páginas Camino Oslé en su estudio sobre la Casa de Misericordia de Pamplona, siempre obra de referencia, en donde analiza el fenómeno de la pobreza en la Navarra de siglos pasados.

 

Pobreza  y enfermedad en algunos ejemplos medievales

La miseria y el amparo social a los necesitados constituyeron una realidad  siempre presente en tiempos pasados, con respuestas diferentes en otros tantos contextos. Sin embargo, las posturas en relación a las mismas, fueron muy ambiguas. Hasta finales de la Edad Media, la pobreza se concebía como un valor positivo porque se entendía que servía como prueba para lograr la santificación y un medio de compartir para los ricos. El tipo de pobre y marginado presentaba unos vestidos harapientos junto a deficiencias físicas, como una de sus principales características y elemento de identificación para ser reconocido como tal y poder ejercer la mendicidad.

Un excelente ejemplo del enfermo lo encarna el capitel de Job procedente del claustro románico de la catedral de Pamplona, actualmente en el Museo de Navarra, obra sobresaliente en su estilo en el panorama hispano que se data a mediados del siglo XII. Junto a Tobías, Job es el personaje de la Antigua Ley que de un modo más insistente encarna la paciencia en el Señor. El acoso y los tormentos a los que fue sometido por el demonio fueron interpretados como prefiguraciones del escarnio y la pasión de Cristo, y también como anticipo de las persecuciones sufridas por la Iglesia. A ello contribuyó, sin duda, la celebérrima obra de San Gregorio Magno Expositio in Librum beati Job sive Moralia.

En una de las caras del capitel de Job se narran los pasajes finales de su historia en dos momentos. En el primero lo muestra junto a su mujer, aquejado por su dolorosa enfermedad con el cuerpo salpicado de pústulas, cogiendo con su mano izquierda un cascote para rascarse y así evitar el picor. El segundo momento presenta al justo y paciente Job ante Dios, con la consecuente curación y cicatrización de las llagas de la parte superior de su cuerpo. El escultor, muy didácticamente, representa las úlceras curadas sin relieve, en tanto que las restantes de la parte inferior mantienen el resalte.

La imagen del pobre, al igual que en tiempos sucesivos, se hizo especialmente presente en la figura de San Martín partiendo su capa con el pobre. Se trata de una representación de la caridad de San Martín, que relata cómo el santo, en un riguroso invierno, estaba en Amiens cuando encontró a un pobre desnudo y con la espada partió su clámide en dos y dio una parte al menesteroso. Aquella misma noche, mientras dormía, se le apareció Cristo en un sueño vestido con aquel trozo de su capa.

Entre los ejemplos de escultura románica del siglo XII con el tema en que se repite el santo a caballo partiendo la capa son su espada y el pobre a sus pies, semidesnudo y con escarcela, encontramos capiteles en San Martín de Unx, San Miguel de Estella, Tudela –claustro y portada en la catedral- y monasterio de Irache. Su presencia en puertas de iglesias tenía todo el sentido para estimular a los fieles a aportar limosnas para los pobres, con la misma generosidad que el santo. A fines del siglo XV o comienzos de la centuria siguiente pertenecen la tabla del retablo de los Santos Juanes de Muruzábal, en la que el pobre cubre su desnudez con la media capa, y la escultura de Irurre. De carácter popular y también de época gótica es el mismo tema desarrollado en un relieve reaprovechado en los muros de la parroquia de Beriain.

En otros pasajes de vidas de santos también tienen su protagonismo los indigentes, como ocurre en el capitel románico del siglo XII del claustro de San Pedro de la Rúa de Estella, en donde se narra la distribución entre los menesterosos por parte de San Lorenzo de los tesoros y bienes de la Iglesia que le había confiado el papa San Sixto. Asimismo, el texto evangélico del rico Epulón y el pobre Lázaro proporciona un buen ejemplo para contemplar la iconografía del necesitado y hambriento. En el claustro románico de la catedral de Tudela podemos ver el citado relato traducido a la piedra en uno de sus capiteles.

Caso especial y singular encontramos en la arquivolta intermedia de la portada románica de San Pedro de Echano, del primer tercio del siglo XII, en la que se encuentran varios personajes sentados tras el bocel, entre los que destacan un par de músicos cojos, con el pie amputado, que se apoyan con una pata de palo. El conjunto, estudiado por Agustín Gómez, presenta un total de veintiséis personajes con largas cabelleras alborotadas, uno con el vestido roto y otro con un cuchillo. Esos datos llevaron al citado investigador a identificarlos como pobres y marginados y a relacionarlos con aquellos lugares comunes en ciertos actos de caridad y en ceremonias singulares, en sintonía con los convidados descorteses de San Mateo (XXII, 1-10). Al respecto, hay que recordar que la caridad estaba codificada en diferentes momentos del año, con la obligación de proteger y acoger a pobres y enfermos.

 

Un informe del Padre de Huérfanos de Pamplona de 1593

Lamenta Salinas Quijada en su estudio sobre el Padre de Huérfanos en Navarra, la falta de datos acerca del tema en Pamplona, remitiéndose a un memorial del que ejercía el cargo en 1592, Miguel de Ollacarizqueta, en donde proponía algunos datos interesantes sobre la demanda y costumbre como dar unos reales a los huérfanos que iban a rezar el responso a casa de los fallecidos. En otro memorandum, custodiado en el Archivo de la catedral, suscrito por el mismo Ollacarizqueta en 1593, plantea algunas reformas en torno a los hospitales pamploneses, amén de abogar por acabar con la mendicidad de los más pequeños “porque desde niños se habitúan a ello y pierden la vergüenza y no aprenden oficio ni arte de vivir y crecidos han de venir a vivir o vagabundos y dar en muchos vicios e inconvenientes”.

El texto hace recuento de los hospitales de la ciudad de Pamplona, instituciones que en muchos casos eran simplemente una domus pauperum. Señala, en primer lugar, al Hospital General y va enumerando otros ocho y uno fuera de las murallas. Por el interés histórico del documento transcribimos unos párrafos: “Primeramente hay que advertir que en la dicha ciudad fuera del dicho Hospital General hay ocho hospitales dentro y uno fuera, cerca de la puente de la Magdalena; cuatro dentro de la dicha ciudad están en la parroquia de la iglesia mayor, dos para recoger pobres que van u vienen en romería a Santiago de Galicia, el uno se dice de Santa Catalina para recoger hombres y el otro en la casa de la dignidad de la Hospitalería para recoger mujeres a costas de la dignidad. Otros dos, que son para recoger pobres viudas, están el uno en la calle que llaman del Obispo y se llama el Hospital de Corpore Christi y el segundo está en la calle de las Caldererías en la basílica y cofradía de San Martín. De los otros cuatro hay uno en frente de San Cernin que llaman de Santa Catalina, dedicado a los peregrinos que van y vienen a Santiago, no dando lugar a hombres en caso que hayan venido mujeres. Y con la misma institución hay otro hospital que llaman San Fermín en frente de la iglesia del Señor San Llorente. Y en esta misma parroquia hay otro que se llama Hospital de Pobres Labradores, donde hay cuadra de hombres y cuadra de mujeres. Y el otro con la misma institución hay en la parroquia de San Nicolás que se llama de San Miguel y el último que está junto al puente de la Magdalena, dedicado para recoger en él los pobres que no llegan a las puertas de la ciudad, cuando aquéllas hallasen cerradas. Parece supérfluo, pues para estos tales hay hospitales en Burlada, Villava y otros lugares vecinos. No se usa del dicho hospital sino para recogimiento de ladrones y bellacos que los padres de huérfanos echan de la ciudad y se acogen luego allí y andan bellaqueando y robando, de día, todo el fruto de los campos y al anochecer, como se cierran las puertas de la ciudad, se recogen en el dicho hospital …. Y porque de noche no puede el padre de huérfanos visitar dicho hospital, ni aún de día muy de ordinario porque tiene mucho en que ocuparse dentro de la dicha ciudad”.

 

Tullidos, menesterosos en las artes del Renacimiento

La llegada del Humanismo en el siglo XVI y más tarde la crisis del siglo XVII, coincidió en algunos momentos con el debilitamiento social, provocado en parte por las epidemias, las malas cosechas, el despoblamiento, la subida de los precios y la caída de los salarios que trajeron consigo una situación desfavorable y un alarmante incremento del número de mendigos, vagabundos, enfermos y marginados. Entonces, surgió una corriente culta de opinión, encabezada por humanistas como Vives o Domingo de Soto, contraria a la figura del pobre que mendigaba, planteando como solución la racionalización de la caridad a través de un examen de pobres a fin de distinguir mendigos verdaderos y “falsos” que amparados en su situación eran realmente delincuentes, vagos y tramposos.

El siglo XVI nos ha dejado un sinnúmero de imágenes pintadas y esculpidas de San Martín con el pobre. Éste último, en la práctica totalidad de los ejemplos aparece semidesnudo o vestido con harapos, con una muleta y frecuentemente con una pierna de palo para acentuar su desgracia. A veces se figura como un anciano, otras como un hombre maduro y en ocasiones con la cabeza vendada y barbado. No estará de más recordar que San Martín es la advocación con mayor número de parroquias en Navarra, exactamente noventa y dos. En pintura, destacaremos las tablas de Orísoain, Berriosuso y Lete, del taller de los Oscáriz y pertenecientes al tercer cuarto del siglo XVI, así como la de Fitero de fines de la misma centuria.

Los relieves y esculturas del siglo del Renacimiento son abundantísimas y, en general, de buena calidad. Al Primer Renacimiento pertenecen los ejemplos de Equiza, Artaiz, Peña, Aldaz, Arlegui, Beriain, Obanos, Maquirriain, Labayen y Orcoyen. De clara filiación romanista y de las últimas décadas del quinientos son los de Leyún, Adiós, Senosiain, Arbeiza, Arguiñáriz, Esténoz, Legaria, Egüés y Ezcároz, entre otros.

Otros santos de nuestro patrimonio ligados a obras de caridad y en relación con los indigentes son San Veremundo y San Pedro. A San Veremundo de Irache se le representó en su arqueta relicario realizando milagros con enfermos y menesterosos de todo tipo. Se trata de una pieza excelente realizada en 1584 como exvoto del abad Comontes, tras haber recuperado la salud. Es obra de un escultor llamado Francisco y de Martín de Morgota. En uno de sus relieves, se representa al santo sanando a enfermos y tullidos, e incluso un ciego al que devuelve la vista. En otro de los pasajes se narra el momento en que celebra misa ante un enorme grupo de personas que habían llegado al monasterio por una hambruna, mientras una paloma sobrevuela el ámbito de la iglesia, dejando a todos saciados.

El retablo mayor de Ichaso, dedicado a San Pedro, contiene un interesante ciclo en tablas pintadas del apóstol, realizado por Juan de Bustamante en el segundo tercio del siglo XVI. Entre las escenas, encontramos curaciones y auxilios del apóstol, basadas en los textos evangélicos.