Rosa Fernández Urtasun , Profesora titular de Literatura Contemporánea
La necesidad imperiosa de escribir
Mercedes Salisachs se definía a sí misma como una mujer que necesitaba escribir. No deja de ser sorprendente que publicara su última novela hace apenas unos meses, con 96 años y una grave enfermedad degenerativa diagnosticada hace cinco años. Con ella cerraba una larga y fructífera carrera que en la que se deben destacar no solo sus cuarenta títulos y sus múltiples premios (Planeta, Ciudad de Barcelona, Fernando Lara, Alfonso X el Sabio...), sino también las numerosas ediciones de sus obras (La gangrena llegó a sumar 60) y las traducciones a otras lenguas. A pesar del escaso reconocimiento que obtuvo por parte de la crítica académica, saber que sus novelas eran apreciadas y valoradas por un gran número de lectores fue para Mercedes Salisachs uno de sus mayores orgullos.
La cercanía con los lectores y la necesidad de escribir son en su obra dos caras de la misma moneda: la inquietud por reflexionar sobre las relaciones humanas tal y como se configuran en los contextos más próximos. Sus novelas están situadas en los tiempos y espacios en los que vivió, y aunque siempre subrayó que en sus obras no había nada autobiográfico, también explicó que ¿desde niña tuve la necesidad de explicarme a mí misma las incongruencias, los desafueros y los desatinos que yo percibía en mi entorno". Salisachs vivió en un contexto de grandes cambios sociales. Nacida en 1916, durante la primera guerra mundial, se casó en 1935, un año antes de que comenzara la guerra civil. Las experiencias vividas en esa época, tanto en Barcelona como en el exilio (su padre era un conocido republicano), marcaron profundamente su visión dura de la existencia. También suele subrayarse la temprana muerte de su segundo hijo como una crisis vital que dejaría huella en muchas de sus obras (Vendimia interrumpida, El declive y la cuesta). Para ella fue sobre todo un momento de cambio de horizontes: a partir de entonces sus creencias religiosas encontraron una plenitud de sentido.
Su mente inquieta no dejó de reconocer las transformaciones que supusieron los acontecimientos de finales de los años 60, o la apertura de la transición. Y frente al creciente aceleramiento de los modos de vida, en sus novelas siguieron apareciendo relaciones descritas en su proceso de autocomprensión, de aceptación, de frustración. Dilatadas en el tiempo para poner conscientemente sobre la mesa las consecuencias del largo plazo. Retadas por el dolor de la enfermedad y la muerte.
Para muchos serán novelas que resulten lejanas hoy. Dialogan con situaciones que ya no son las actuales, responden a presiones sociales que afortunadamente se han superado, o a planteamientos en los que el lector contemporáneo no se ve reflejado. Pero también habrá quien encuentre en estas obras, como en tantas que han trascendido a su propia época, relatos que permiten al corazón tener un lugar en el que conversar con sus propias experiencias.