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Prof. Francisco Javier Novo Villaverde, Departamento de Genética, Facultad de Ciencias , Universidad de Navarra

Cómo retrasar el reloj una célula

mar, 09 oct 2012 09:32:15 +0000 Publicado en le="color: #888888;">Diario de Navarra

En 1962, John Gurdon, con tan solo 29 años, hizo un experimento científico extraordinario: extrajo el núcleo de una célula del intestino de rana y lo introdujo en un óvulo al que previamente había vaciado de su material genético. Esto dio lugar a un renacuajo que era un clon de la rana a la que pertenecían las células intestinales, demostrando por primera vez que el genoma de células maduras puede reprogramarse y dirigir el desarrollo embrionario hasta producir individuos adultos perfectamente normales.

Durante décadas se intentó hacer algo similar en otros animales. Todos recordarán, por ejemplo, la famosa oveja Dolly, primer mamífero clonado por un procedimiento similar en 1996. Pero no se sabía a ciencia cierta de qué modo tiene lugar esa reprogramación, o por qué es tan difícil de conseguir. A finales de 2006, el investigador japonés Shinya Yamanaka asombró al mundo respondiendo estas incógnitas, aunque en realidad fue mucho más allá: reprogramó en el laboratorio células totalmente especializadas, como son las células de la piel de la cola de un ratón. Y lo consiguió de un modo admirablemente sencillo, activando únicamente cuatro genes. Con esa maniobra, las células especializadas se reprogramaban hasta convertirse en células prácticamente idénticas a las encontramos en las fases más iniciales de un embrión.

La reprogramación celular es una de esas cosas que, en teoría, no deberían suceder. Los libros de texto explican que las células embrionarias, a medida que aumentan en número para hacer posible el rápido crecimiento del embrión, se van "diferenciando" (especializando) hasta alcanzar su madurez como células del hígado, del cerebro, del corazón, etcétera. Siempre se había pensado que este proceso es irreversible, que no hay vuelta atrás, pero los experimentos de Gurdon vinieron a demostrar que se puede retrasar el reloj celular. Yamanaka, 45 años después, ayudó a explicarlo y abrió además la posibilidad de aplicar este conocimiento a la curación de enfermedades humanas. La concesión del premio Nobel de Medicina de 2012 a estos dos investigadores es un magnífico colofón a esta apasionante historia de descubrimientos científicos; el hecho de que solo hayan transcurrido seis años desde los hallazgos del investigador japonés indica la importancia de estos avances.

En conjunto, los descubrimientos de Gurdon y Yamanaka ponen de manifiesto el fascinante mundo de la biología del desarrollo embrionario, que con los progresos de la genética y de la biología celular y molecular permite plantearse retos que hace años eran impensables. La aplicación de estos avances a la medicina podría conducir a nuevos tratamientos para enfermedades que hoy son incurables. No sabemos cuándo, pero llegará el día en que pacientes con diabetes, con enfermedad de Parkinson o con muchos otros procesos degenerativos serán curados mediante procedimientos que, en buena medida, se deben a los descubrimientos de Gurdon y Yamanaka. Por eso hoy celebramos que el comité Nobel les haya reconocido su trabajo.