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Ricardo Fernández Gracia, Director de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro. Universidad de Navarra

Votos inmaculistas en Navarra

lun, 08 dic 2014 12:14:00 +0000 Publicado en Diario de Navarra
El fenómeno inmaculista, en la España del Seiscientos, constituyó un caso de exaltación religiosa con amplias consecuencias. Hay que resaltar que la Inmaculada Concepción en su iconografía, poesía, sermones, música ¿etc., se convirtió en un hecho histórico y sociológico, dando lugar a singulares vivencias por parte del pueblo, así como a un auténtico hervidero de ideas, imágenes y escritos por parte de teólogos, artistas y miembros de otras élites sociales. Todo lo relacionado con el tema trascendió lo estrictamente religioso para encuadrarse en una dimensión más amplia de tipo sociológico y cultural.

La sociedad vivió con intensidad la piadosa creencia de la concepción inmaculada de la Virgen María, ya que no fue dogma hasta 1854. Algunos pueblos la proclamaron patrona, otros denunciaron a los dominicos que predicaban contra la creencia popular y otros muchos hicieron sus particulares votos concepcionistas. El fervor se vivió profundamente hasta tiempos recientes. Piénsese que en vísperas de la proclamación del dogma, a mediados del siglo XIX, los vecinos se intercambiaban el saludo angélico, como cortesía, al cruzarse por la calle. El párroco de Lacunza, en 1849, informaba al obispo de que los habitantes de aquel pueblo utilizaban el Ave María Purísima, para saludarse, ya que ¿todavía, gracias a Dios, no se han puesto en práctica, en esta gente, las salutaciones modernas".

Parroquias, ermitas y cofradías
Entre lo más legendario en relación con la Inmaculada y Navarra figura la celebración de su fiesta en el monasterio de Irache. La fiesta se venía celebrando desde los albores del siglo XII. Un texto del cardenal Sáenz de Aguirre dice que, al poco de fallecer San Veremundo, se comenzó a celebrar la fiesta el 8 de diciembre. La famosa Universidad de Irache recogería la tradición con un juramento a sus graduandos, en el que se les preguntaba: "¿Jura vuesa merced defender la Purísima Concepción de la Virgen María Santísima, según y como la Iglesia la celebra y recibe?".

En el Breviario catedralicio de 1332, considerado como el manual litúrgico más antiguo de la diócesis, figura su fiesta entre las "magnas", junto a las de la Transfiguración, Magdalena y Reliquias, aunque en la práctica se celebraba como de mayor rango y con octava, desde fines del siglo XV Su fiesta figuraba entre las de guardar, al menos desde la última década del siglo XVI.

Un total de diecisiete parroquias figuran o figuraron bajo su advocación: Egulbati, Ezperun, Garrués, Naguiz, Ollacarizqueta, Anchóriz, Errea, Ilúrdoz, Arive, Ongoz, Arce, Artozqui, Gurpegui, Ayanz, Uli de Lónguida, Uroz y Tirapu. Las ermitas fueron dieciséis, la más antigua la de la Concepción del Monte de Torralba del Río, levantada por el ermitaño Juan de Codés en 1540, aunque la más afamada fue la de Cintruénigo, con mayor proyección social, devocional y artística.

Entre las cofradías conocemos las de Ablitas (la más antigua, documentada en 1562), Cintruénigo, Echarri-Aranaz, Lazagurría, Mendavia, Fitero, Corella, Artozqui, Lodosa, Legaria, Falces, Cárcar, Torralba del Río, Caparroso y Sangüesa. A éstas hay que añadir algunos gremios como el de los cereros de Estella y las Congregaciones de los colegios jesuitas. De modo especial, hay que mencionar la Congregación de la Concepción del Colegio de Pamplona, fundada en 1613, que tuvo que dejar
la celebración de la fiesta para el 21 de diciembre, por estar la ciudad repleta de fiestas concepcionistas en la catedral, franciscanos, recoletas... etc., tanto en el día como a lo largo de toda la octava.

Los votos del Reino; ciudades y villas
El caso de Navarra, en sus territorios regidos por el obispo de Pamplona y los prelados de Zaragoza, Calahorra-La Calzada y Tarazona, no constituyó ninguna excepción respecto a cuanto ocurría en otras zonas peninsulares. El movimiento inmaculista estuvo presente, tempranamente, en las instituciones navarras, las del Reino, las locales y las diocesanas, así como en las de las órdenes religiosas -jesuitas y franciscanos especialmente y de múltiples cofradías. El juramento concepcionista de las Cortes de Navarra de 1621 y los votos de los principales ayuntamientos (Pamplona en 1618, Tudela en 1619, Estella en 1622, Olite en 1624 y Sangüesa en 1625) constituyen una buena muestra de ello. Al mismo sentir se debió la obligación de jurar la defensa del misterio para cuantos se avecindaban o naturalizaban en estas tierras, o bien entraban a formar parte de una institución estrictamente civil o religiosa, ora las Cortes de Navarra o el cabildo catedralicio. A todo ello se deben unir las celebraciones festivas, las procesiones, la música, los torneos y diversiones con los que el pueblo festejó, de modo extrovertido, la fiesta. El placer de sentir y el gozo de celebrar se hicieron muy presentes en sintonía con el arte y cultura del Barroco siempre tendente a cautivar a las personas mediante los sentidos, más frágiles que el intelecto.

Los obispados de Tarazona y Calahorra, con territorios de su jurisdicción en el Reino de Navarra también hicieron sus votos inmaculistas en 1650 y 1652, respectivamente. En 1760 el Papa, a instancias de Carlos III, declaró a la Inmaculada como patrona de las Españas. La Diputación de Navarra recibió la misiva real en 1761 y dejó la resolución sobre el modo de celebrar la fiesta para que lo determinase el Reino reunido en Cortes. En 1765 esta última institución decidió conmemorar tal fiesta como se hacía con los santos patronos, figurando la Inmaculada, en años sucesivos, como copatrona del Reino en cuantos actos oficiales se realizaron.

Tal y como hemos señalado, la ciudad de Pamplona realizó el voto más temprano, en 1618. Anualmente se renovaba el voto con una fiesta en la iglesia del Hospital, en los Franciscanos la mayor parte de las ocasiones y, tras la Desamortización, en San Cernin. La imagen protagonista del voto se conserva en esta última parroquia, a donde fue trasladada del citado convento en 1842. Se trata de una imagen de vestir, típicamente seiscentista. El Libro de Ceremonial de la ciudad recoge pormenorizadamente todo el protocolo festivo.

En Tudela, se hizo en 1619, solemnizado anualmente en la colegiata. En 1620 se dispuso un torneo en su honor, quizás el de mayor importancia de los celebrados en la ciudad en los siglos de la Edad Moderna. La corporación municipal acordó que fuese fiesta de guardar en 1646, y salirse en cuerpo de comunidad de la iglesia si el predicador "por su ignorancia o cualquier otra causa" dejaba de proclamar el misterio inmaculista.

El Reino, mediante acuerdo de las Cortes de Navarra, hizo lo propio el 14 de marzo de 1621. De la solemnidad del acto nos dan testimonio algunas partidas de las cuentas, como los 700 reales abonados a la capilla de música o los 200 destinados a los ministriles.

La ciudad de Estella hizo su voto en 1622 y conocemos el texto empleado, al que pertenecen estas líneas: ¿juramos y fielmente proponemos de tener y defender y guardar y hacer guardar y defender en cuanto a nosotros fuere que la Virgen Santísima nuestra Señora Santa María, Madre de Dios, fue concebida sin mácula alguna de pecado, culpa original, por los méritos de Jesucristo nuestro Señor y Redentor, su Hijo. Y en esta misma sentencia y opinión estaremos, haremos ser y estar siempre jamás, entre tanto que por su Santidad o por nuestra Madre Iglesia no se resolviere, determinare o propusiere para tener o creer otra cosa". En la ceremonia anual de renovación del voto, los regidores lucían, a modo de collar "la estampa e imagen de la Madre de Dios, con señal de su Concepción Purísima, y a la otra parte de la estampa una estrella con corona, que son las armas de la dicha Ciudad", que con el tiempo se convertiría en venera de los concejales.

Olite formalizó el voto en 1624, y poco más tarde, en 1643, se declaró a la Inmaculada como Patrona por parte de la misma institución municipal. De aquellos momentos data la venera municipal, cuya entrega figura en las actas municipales de 1630 y que aún lucen los concejales. Como en otras localidades, la insignia ostenta por un lado el escudo de la ciudad y por otro, la imagen de la Purísima Concepción.

Sangüesa realizó su voto el 24 de octubre de 1625, en este caso por motivo de una gran crecida del río Aragón que hizo temer por la conservación del casco urbano. Los bandos anuales para su celebración en los Franciscanos nos dan cuenta de los festejos y de las indicaciones del Ayuntamiento para que los vecinos encendiesen hogueras y colocasen luminarias en balcones y ventanas de sus casas. La procesión se acompañaba con un pífano y atabales.

Las veneras de plata sobredorada de los regidores del Ayuntamiento de Sangüesa lucen por un lado la imagen de la Inmaculada con los rayos de sol y la luna a sus pies y por otro, el escudo de la ciudad. Un testimonio visual que ha llegado a nuestros días y que, como cualquier bien cultural, posee el profundo significado histórico y sociológico de cuánto la localidad vivió en torno al misterio inmaculista que acabaría con la fundación de una importante cofradía en 1727.

Entre los factores que hay que tener en cuenta para comprender todo aquel ardor mariano hemos de señalar: la tradición mariana española, que lo preparó; la rivalidad entre escuelas y órdenes religiosas, que lo avivó; los artistas, poetas líricos y dramaturgos, que lo reflejaron y cantaron; los oradores sagrados, que lo exaltaron y propagaron; el pueblo, que lo vivió con intensidad, al modo barroco y la generosidad de los monarcas, que lo sostuvo.