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Antonio Aretxabala Díez,, Geólogo. Profesor de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra

El año de los terremotos

mié, 08 may 2013 10:24:00 +0000 Publicado en Diario de Noticias

Navarra ha registrado casi 400 terremotos desde que comenzó 2013. Los medios han estado volcados con el fenómeno sísmico desde el principio del ya denominado año de los terremotos y a estas alturas prácticamente toda la población sabe que está incluida en la tercera zona más sísmica de Iberia; todo el mundo habla de la falla de Pamplona. Muchos hemos experimentado el impacto de alguno de los tres terremotos más fuertes de los días 21 y 23 de marzo o el del20 de abril. En total, en los barrios del sur y en las localidades afectadas más de una treintena han sido bien sentidos.

Pero, verdaderamente, ¿hemos aprendido algo? ¿Ha servido para fortalecernos? ¿Ha tenido el interés científico y no sólo mediático que merece? La sismicidad no es algo exótico con lo que pasar el tiempo o rellenar artículos de periódicos locales, regocijarse en un fenómeno incontrolable o sorprenderse con su poder. Está claro que han surgido muy interesantes iniciativas parlamentarias como revisar los códigos urbanísticos, la pedagogía sísmica y las inspecciones técnicas de edificios, pero aún no se ha materializado ninguna. Las promesas de una investigación seria han quedado olvidadas. Ni siquiera se ha podido obtener un apoyo oficial explícito para estudiar el fenómeno hidrosísmico, a pesar de que las evidencias sean manifiestas en un año sin precedentes históricos en lo que a pluviometría se refiere. Aún hay quien se resiste a tener que cambiar sus criterios y clichés heredados, los paradigmas consolidados pesan como losas ante las nuevas observaciones; a lo sumo pueden verse como enigmáticas, pero el espíritu de comodidad que nos acompaña es tan falto de valentía y arrojo como para dejar pasar un episodio tan interesante y molesto a la vez.

El Plan Territorial de Protección Civil de Navarra (Platena), en el marco competencial que el ordenamiento jurídico atribuyó a la Comunidad Foral, previó específicamente la necesidad de elaborar un plan autonómico para hacer frente al riesgo derivado de los terremotos dentro del territorio de Navarra; aunque como tercera zona sísmica de Iberia, existen áreas físicas de la geografía foral cuya importancia y trascendencia están muy por encima de generalidades debido a la demografía, la concentración de sectores productivos, industria, patrimonio, etcétera. Sin duda, el área principal es la Cuenca de Pamplona.

Al igual que otros territorios, Navarra también ha olvidado la realidad del suelo sobre el que vive. Pamplona fue escenario de un terremoto múltiple el 10 de marzo de 1903 cuando 30.000 personas habitaban en la Cuenca de Pamplona en caseríos desperdigados; aún el hormigón casi no había hecho su aparición; hoy domina el paisaje urbano. La ciudad estuvo recibiendo impactos durante tres horas. Los últimos acontecimientos también han llenado los bares de expertos, se ha hecho habitual escuchar conversaciones en torno a los terremotos vividos en los primeros meses de 2013. No han dejado a la población indiferente, son muchos los que ya tienen una explicación, otros los tratan con respeto, miedo...

Es significativo el hecho de que la memoria histórica de los terremotos en Navarra llegue apenas a los dos siglos y medio, un espacio de tiempo irrisorio en lo que a los tiempos de la Geología se refiere. Prueba de ello es que el primer terremoto navarro que aparece en los catálogos oficiales es el del 15 de noviembre de 1755 en Sangüesa, y se le adjudica una intensidad V-VI. No habían pasado ni dos semanas del destructor terremoto jamás conocido por Europa: el de Lisboa del 1 de noviembre de 1755, cerca de 100.000 muertos con efectos que llegaron hasta el norte del continente.

Nuestra falta de diálogo con los historiadores, expulsados de las comisiones urbanísticas, es la que ya ha demostrado en LAquila, Emilia, Lorca..., que caer en la amnesia sísmica puede ser catastrófico; el pasar de los siglos sin contemplar la herencia cultural y ambiental que nos transmiten nuestros antepasados ha sido letal para sus poblaciones. Hay sectores irrecuperables. ¿Quién paga un precio tan alto?

Uno de los mejores ejemplos lo tenemos precisamente aquí en Navarra, y es más, en las mismísimas Sangüesa y Pamplona. Decimos que Sangüesa es la primera ciudad en los registros históricos oficiales (15-11-1755) golpeada por un terremoto. Sin embargo, un estudioso de la historia religiosa, Juan Cruz Labeaga, nos cuenta un acontecimiento mucho más conmovedor y espectacular que el acontecido en aquel 1755. Un siglo y medio antes, en 1612, precisamente en esa localidad y también en Pamplona como cuenta el biógrafo de los Felipes III y IV, sucedió algo que nunca ha computado en los catálogos de la sismicidad navarra, y por supuesto en los protocolos y normativas urbanísticas o sectoriales.

Aquel año, un significativo episodio de varios terremotos tuvieron lugar en Sangüesa y Pamplona durante varios días. El gran error derivado es que este fenómeno no está recogido en las bases históricas de nuestro Platena, pero la impresión dejada en aquellos hombres de principios del XVII, y el reflejo de lo que pudo acontecer, es demasiado contundente como para pasar desapercibido. Entonces el bando municipal propuso a los vecinos, como el mejor de los remedios, acudir a Dios nuestro Señor, con gran devoción, para que, usando de su misericordia divina, librara al pueblo de su aflicción. ¿Qué vamos a hacer nosotros en pleno siglo XXI?