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María Concepción García Gaínza, Catedrática de Historia del Arte de la Universidad de Navarra

El Greco. Una nueva mirada

lun, 07 abr 2014 11:18:00 +0000 Publicado en Diario de Navarra

Se cumplen ahora cuatrocientos años de la muerte del Greco acaecida en Toledo el 7 de abril de 1614. Las conmemoraciones organizadas con motivo de esta efeméride brindan ocasión para revisar su figura y mirar al Greco con nuevos ojos que sirvan para desmontar los tópicos que sobre el pintor han ido surgiendo, tras unos siglos de olvido, a partir de la aparición en 1908 de la obra de Cossío -quien lo consideraba quinta esencia de lo español- y en relación con los místicos Santa Teresa de Jesús o Fray Juan de la Cruz. Otros autores vieron en él un astígmata por el alargamiento de sus figuras, o un loco por su mundo visionario, y finalmente un expresionista que recordaba al expresionismo alemán contemporáneo. La visión actual del Greco, tras el conocimiento de nuevos documentos y sobre todo de sus anotaciones -marginalia- a los libros del Vasari y Vitruvio por las que conocemos sus ideas sobre las artes a lo que se une la restauración de sus obras, nada tiene que ver con los tópicos anteriores todavía hoy ampliamente difundidos. El Greco ahora es entendido como un pintor de su tiempo, pintor caprichoso como buen manierista, cuya creatividad inagotable se plasmó en una obra subjetiva de altísima calidad artística. Este hecho y su rebeldía alo establecido hicieron de éluno de los pintores que dejarán más huella en la pintura moderna.


Una larga formación
La vida del Greco describe un itinerario singular, Creta, Venecia, Roma y Toledo en el que se produce un encuentro de civilizaciones. Nacido en 1541 en Candía (Creta) actual Heraclión, su primera formación tendrá lugar en la iconografía griega ortodoxa, en la tradición de los iconos bizantinos que impone el fondo plano en la composición y niega por lo tanto el ilusionismo especial de la tercera dimensión. Ya como maestro, firma sus primeras obras como Maestro "Menegos (Doménikos) Theotokópoulos pintor". La asimilación profunda de la manera griega se muestra en la Dormición de la Virgen de Syros y en la Adoración de los reyes del Museo Benaki y este carácter griego neobizantino ha de quedar como substrato indeleble en el pintor, que aparecería en su obra posterior tanto en su tendencia a negar el fondo como en la abstracción de las formas de su última época. Su traslado a Venecia en 1567 le pondrá en contacto con la gran pintura que se desarrolla en la Serenísima República y, sobre todo, descubrirá en Tiziano una nueva manera de pintar basada en el color, la pintura tonal, el color-luz como antítesis de la pintura florentina que descansa en la línea. Además, tomará del maestro veneciano el tipo de figura humana, su volumen y formas dinámicas que se integran en una composición dramática y compleja. El Greco estará aún más próximo a Tintoretto por su manierismo y procedimientos de trabajo, como servirse de pequeñas esculturas para su copia y de los Bassano. Sorprende la asimilación del Greco de la pintura veneciana y su técnica al óleo sobre la que va a ser un experto, así como la apropiación del color de factura deshecha a modo de manchas, que Francisco Pacheco llamará "crueles borrones". Al final de su vida la gama de color se irá haciendo más manierista a base de azules, verdes, amarillos y grises. De esta manera, el Greco se convierte en un pintor del Renacimiento iniciado asimismo en la teoría del arte. Resulta enigmático el paisaje del Monte Sinaí lleno de ecos religiosos y emocionales que representa en el Tríptico de Módenainspirado en un grabado italiano.


Su traslado a Roma tiene lugar en 1570 tras un viaje a Padua, Vicenza, Verona, Parma y Florencia que le permitirá conocer a los grandes pintores y arquitectos. En Roma, donde residirá siete años, contemplaría las grandes obras de Miguel Ángel y sus numerosos seguidores, un arte como el florentino basado en el diseño diametralmente opuesto al veneciano que el Greco practicaba. Aunque critica a Miguel Ángel por su falta de color -si bien admira su dibujo y su escultura- cae subyugado por el genio florentino según dejan ver algunas pinturas del Greco posteriores. No obstante las obras de época romana del Greco , que según Mancini fueron muy admiradas en la ciudad como la Curación del ciego o la Expulsión de los mercaderes, muestran la asimilación de la manera veneciana si bien desarrolla una escenografía arquitectónica llena de citas clásicas en las que Roma marca su impronta.


Pintor intelectual
El Greco fue un pintor intelectual conocedor de la teoría del arte además de artista práctico en pintura, escultura y arquitectura. Para su formación en estas materias fue definitiva la asistencia en Roma a las reuniones de la élite de intelectuales entorno al erudito Fulvio Orsini, bibliotecario del cardenal Alejandro Farnesio, que tenían lugar en su propio palacio y a las que acudían un selecto grupo de españoles como Benito Arias Montano, humanista y bibliotecario de El Escorial, el clérigo Pedro Chacón y Luis de Castilla, hijo del deán de la catedral de Toledo Diego de Castilla, que ayudaría al Greco a introducirse en la ciudad del Tajo y recibir el primer encargo de la catedral. Perteneció también a la Academia de San Lucas romana y abrió taller practicando el retrato. Ya en su fase toledana, el Greco escribió tratados de pintura y arquitectura a la manera de los italianos que hoy se han perdido, y defendía la nobleza del arte y su concepto de 'arte ingenua o liberal', libre del pago de alcabalas. Como intelectual el Greco poseyó una gran biblioteca con libros en griego, latín e italiano. El primer Francisco Pacheco, suegro de Velázquez, escribe del Greco que "fue gran filósofo de agudos dichos y escribió de la pintura...". Considera la pintura como el arte superior sobre las otras artes, ya que estima que la mayor dificultad está en el color con el que se consigue la ilusión de realidad, y muestra su admiración por Tiziano, Rafael, Correggio y Parmigianino, este último ¿por la esbeltez y gracia de sus figuras", según analizaron F. Marías y A. Bustamente en susmarginalia. Acepta el Greco la idea de un arte artificial, intelectual y caprichoso propio de la teoría manierista y prefiere las figuras alargadas por ser más bellas que las de canon normal, figuras de 9 a 12 cabezas.


La imperial Toledo
El Greco se halla primero en Madrid y en 1577 en Toledo apoyado en sus contactos romanos. En esta ciudad oriental por su trazado y mística según se le califica popularmente recibe su primer encargo del deán don Diego de Castilla para la catedral, el Expolio, que muestra su genial modo de pintar -aunque el cabildo le discute su alto precio y algunas libertades iconográficas- y a continuación tres retablos para Santo Domingo el Antiguo. Al año siguiente nace su único hijo Jorge Manuel de Jerónima de las Cuevas con la que nunca contraería matrimonio. Fracasado su intento de pintar en El Escorial como otros pintores italianos tras ser rechazado por Felipe II el Martirio de San Mauricio (1584), se establecerá definitivamente en Toledo donde había abierto taller y en el que trabaja hasta su muerte ayudado por su hijo Jorge Manuel y por el italiano Francesco Preboste que había venido con él de Italia. Desde sus primeros tiempos en la ciudad del Tajo, su dedicación será la de retratista y pintor religioso atendiendo así a su clientela sin tocar la naturaleza muerta. Como retratista está considerado a la altura de los grandes del género como Tiziano o Rembrandt. Sus retratos sobrios de gran penetración psicológica como el Caballero de la mano al pecho, visto ahora después de la restauración sin el oscurecimiento neoclásico, Fray Hortensio Paravicino o el Retrato de Jorge Manuel son obras antológicas como lo son los retratos de los caballeros que contemplan el Entierro del Señor de Orgaz, verdadero unicum de su pintura. Según parece el Greco nunca se integró del todo ni dominó el idioma español, sino que siempre fue un griego, un pintor extravagante y excelso que firmó su obra en griego toda su vida. Pese a ello pintó Toledo repetidas veces, si bien se trata de una representación intelectual que distorsiona la realidad y cambia el sitio de los monumentos emblemáticos como la catedral, el Alcázar o del Tajo. Abandonada la escenografía de las obras romanas, Toledo ocupa ahora los fondos de las pinturas y se convierte en la Inmaculada Oballe en los símbolos marianos, en la Crucifixión en la Jerusalén celeste y en el Laocoonte en la legendaria Troya, según Martínez-Burgos, reclamando así los orígenes míticos de la ciudad.


El Greco y Carranza
El Greco fue un pintor que expresó los ideales de la Contrarreforma reafirmando los dogmas contra el protestantismo tal y como propugnaba la archidiócesis de Toledo. Sus penitentes, como la Magdalena o las Lágrimas de San Pedro, las series de apostolado y las representaciones de la Virgen María o de la Sagrada Familia vienen a responder a esta demanda. Los patronos del Greco transmitieron al pintor algunas ideas de Bartolomé Carranza, navarro de Miranda de Arga y arzobispo de Toledo, que había sufrido un proceso de la Inquisición al ser acusado de difundir herejías en su Comentarios sobre el Catecismo cristiano, como estudió Tellechea Idígoras. Carranza fue encarcelado durante diecisiete años pero el Concilio de Trento aceptó varias de las afirmaciones del Catecismo que fue considerado como "el más excelente manual sobre los sacramentos de la Iglesia". D. Davies ha desarrollado por extenso la relación de la pintura del Greco con la reforma espiritual en Toledo y las ideas de Carranza y ha querido ver en elLaocoonte la metáfora del arzobispo cuya voz fue silenciada al igual que la del sacerdote troyano. Para R. Mann, D. Diego de Castilla, apasionado defensor de Carranza, encargó al Greco los retablos de Santo Domingo el Antiguo, en cuya Resurrección de Cristo representó a San Ildefonso caracterizado con los rasgos faciales de Carranza -que conocemos por el retrato del arzobispo de Luis de Carvajal en la Sala capitular de la catedral toledana-, cuestión esta discutible para Álvarez Lopera. Otro de los patronos del Greco fue Pedro Salazar y Mendoza -quien se ocupó con sus escritos de rehabilitar la figura de Carranza basándose en la ortodoxia e inocencia de su Catecismo-, Administrador del Hospital de Afuera de Toledo, que encargó sus retablos al Greco en los que se plasmaba la historia de la Salvación según las ideas de Carranza que finaliza con la Visión del Apocalipsis en la que los cuerpos desnudos reflejan las cuatro gracias que, según Carranza, deben caracterizar a los justos: espiritualidad, ligereza, resplandor y carencia del más mínimo dolor, rasgos que parecen definir las figuras del Greco. El griego de Toledo, en palabras de F Marías, fue capaz de pintar como ningún otro artista "el mundo de lo visible y lo invisible". El Greco además logró con su pintura hacer la síntesis de las dos grandes escuelas italianas del Renacimiento, el color de Venecia y la línea y el contenido intelectual de Roma, que se fundieron en un genio subjetivo y original.