Gerardo Castillo Ceballos, Profesor de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra
No a los deberes escolares
Me imagino que la mera lectura del título de este artículo de opinión contrariará a algunos padres de familia: “Otro experto progresista que minusvalora las calificaciones, dejando a los estudiantes indefensos en una sociedad competitiva”, pensarán. Otros padres se alegrarán: “Ya es hora de que alguien desmitifique la utilidad de los deberes escolares”. No existe consenso sobre la conveniencia y utilidad de las tareas para casa. En mi opinión, se les han venido atribuyendo posibilidades poco realistas. Supuestamente, sirven para crear hábitos de trabajo autónomo y responsable, reforzar lo aprendido en el aula, completar el programa de las diferentes materias e implicar a los padres en los estudios de sus hijos. Ojalá fuera cierto. Estas posibilidades son metas educativas de gran valor en sí mismas, pero, según mi larga experiencia, se cumplen sólo en muy pocos casos. Pienso que se cumplirían más y mejor a otra hora y en otro escenario. La situación real es la siguiente: niños que madrugan mucho para salir de casa con su mochila o maleta de libros; que regresan muy cansados, tras un mínimo de seis horas de clase; que la mente y el cuerpo les piden una tregua para no hacer “más de lo mismo” y descansar, disponiendo, por fin, de un merecido y necesario tiempo libre para el ocio creativo (no para la ociosidad), con actividades lúdicas, deportivas, artísticas, etc. Pero, desgraciadamente, los deberes escolares no admiten treguas. Lo habitual es que cada profesor asigne tareas para casa sin coordinación con los demás profesores, por lo que los alumnos pueden encontrarse con una excesiva carga de trabajo que puede originar fobia al estudio y a la escuela. Para algunos padres eso no es un problema, porque creen, erróneamente, que cuanto más se estudie más se aprende, y que todo es poco para ser competitivos en el futuro. Según un Informe reciente elaborado por la OCDE, España es el quinto país con más carga de deberes, dentro de una lista de 38 naciones. Se añade que esos deberes son la actividad extraescolar a la que más tiempo dedican los niños. ¿El hogar familiar suele ser un buen lugar para estudiar con aprovechamiento? La experiencia dice que es más difícil concentrarse que en un aula o biblioteca, porque no hay silencio y, además, se está expuesto a muchas interrupciones. El aprendizaje requiere un mínimo de continuidad. Los problemas aumentan cuando el criterio de exigencia de los padres es diferente al de los profesores. Otra dificultad es la que se produce cuando los hijos tienen que hacer la tarea en una casa vacía; la ausencia de los padres por motivos de trabajo suele inducir a los hijos a encender la tele y/o la “tableta” al regresar del colegio. La psiquiatra infantil Andrea Aguirre, de la Clínica Universidad de los Andes, sostiene que “lo ideal es que los niños realicen todas las actividades académicas en el colegio. Se debe centralizar el tiempo y el espacio definido para el aprendizaje y el estudio en la escuela, que es el lugar donde los niños deben aplicar lo aprendido, y no quitarles tiempo a los espacios destinados al descanso, juego y relaciones sociales. Varios estudios han comprobado que no por hacer más y más tareas o dedicarle más horas al estudio en horario extraescolar, se aprende más y mejor. La sobrecarga en esta materia puede generar niños estresados, con somatizaciones que se manifiestan en dolores físicos, desánimo, ansiedad e incluso fobia escolar”. Por otra parte, los deberes escolares no suelen desarrollar competencias para aprender. La excesiva carga de trabajo que conllevan los deberes escolares es un claro síntoma de que el aprendizaje en el tiempo escolar no está bien planteado. Por ejemplo, si la mayoría de las clases consisten en tomar apuntes de las lecciones dictadas por los profesores, no queda tiempo para el estudio personal; en cambio, si los profesores no lo explican todo, se gana mucho tiempo para el aprendizaje autónomo, y, además, en un ambiente más favorable para el estudio que el doméstico. Algunos profesores creen erróneamente que lo que no explican no se aprende; también que para desarrollar todo el programa de la asignatura hay que explicarlo todo. En mi larga tarea de formación de profesores incluyo siempre capacitarles para convertir algunas clases en “Estudio dirigido”. De este modo se obtiene mucho tiempo de estudio personal y la clase es más práctica; además los alumnos aprenden a estudiar con la orientación del profesor. En cada sesión se trabaja el tema del día; sólo cambia el método. Pienso que este planteamiento deja “en fuera de juego” a los deberes escolares para casa, salvo que se reduzcan a lecturas recreativas