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Ricardo Fernandez Gracia, Director de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

El dibujo, fundamento de las artes. A propósito de una exposición del atelier del profesor Joaquín Lorda

vie, 06 sep 2019 16:31:00 +0000 Publicado en Diario de Navarra

Bajo el título de Instrumentos para la creatividad. Utensilios de dibujo y de construcción. Siglos XVII al XX, se puede contemplar en el vestíbulo de la Biblioteca Central de la Universidad de Navarra un rico conjunto de utillaje, libros y otros objetos que, a lo largo de los siglos, estuvieron presentes en los talleres y estudios de arquitectos y artistas y que, en buena parte, fueron coleccionados por el profesor Joaquín Lorda, con la pasión de quien se recrea en su conocimiento. Joaquín, fallecido inesperadamente hace ya tres años, fue calificado por la profesora García Gaínza como “profesor sabio con un punto de genialidad, generoso con sus ideas, dibujos y libros, y humilde”. Mi experiencia con él, no puede menos que rubricar ese atinado juicio, de modo especial en lo que concierne a la sabiduría, que se obtiene a partir de la reflexión y que consiste en la mezcla de saber y valores, de ciencia y conocimiento y de trabajo constante junto a una orientación vital hacia lo justo, lo verdadero y lo bello.

Durante este mes de septiembre se tiene la oportunidad de aprender junto a esas piezas y libros, de la mano de cuidadas fichas catalográficas y textos preparados con profesionalidad para su comprensión por su comisaria Mª Angélica Martínez, con la colaboración de Mª Antonia Frías y Pablo Arza. La organización ha corrido a cargo del Fondo Antiguo de la Biblioteca con la contribución de María Calonge y la Escuela de Arquitectura. A través de la página web de la citada Biblioteca se puede realizar también una visita virtual.

 

Fundamento de todas las artes en el proceso creativo

La práctica del dibujo ha acompañado al ser humano desde los albores de la historia, antes incluso que la escritura. Ha sido un medio fundamental para el aprendizaje y para la expresión de ideas y pensamientos. Albert Einstein expresaba esa idea con esta frase: “Si no puedo dibujarlo es que no lo entiendo”.

El dibujo ha sido base e instrumento del proceso creativo en todas las artes, desde la arquitectura y las figurativas a las denominadas suntuarias. Ha formado parte principal en la génesis de la obra de arte y ha sido hasta nuestros tiempos cimiento de las Bellas Artes y fundamental en la formación de los artistas, habiendo contado, en algunos países, con academias para su aprendizaje. En la Edad Media muchos artesanos obtuvieron su promoción a la maestría cuando se dejaron de manchar las manos con la cal y lo hicieron con la tinta, por su dominio del dibujo.

Giorgio Vasari (1511-1574), célebre por sus biografías de artistas italianos, consideró al dibujo como “el padre de las tres artes: arquitectura, escultura y pintura”, asegurándole una connotación intelectual como proyección plástica de la idea.  El virrey Palafox argumentaba, en la centuria siguiente, que el artista “primero hace la idea en la imaginación, después el dibujo y últimamente la imagen”

Los dibujos pueden tener un sentido de obra definitiva o bien ser trabajos preparatorios para obras realizadas en otras técnicas y soportes. En esta segunda opción, sirvió secularmente como presentación para el cliente como modelo para trabajar a mayor escala con diferentes soportes y técnicas.

Al realizar un encargo, con el acuerdo entre el comitente y el artista, éste procedía de inmediato a plasmar en un dibujo, traza o modelo su invención. Entre los medios que los artistas utilizaban para motivar su creatividad y dibujarla hay que anotar todo cuanto tenían al alcance de la vista, las fuentes escritas y las estampas grabadas. El maestro y suegro de Velázquez, Francisco Pacheco, en su Arte de la Pintura (1649), lo expresaba así: “La invención procede del buen ingenio, y de haber visto mucho, y de la imitación, copia y variedad de muchas cosas, y de la noticia de la historia, y mediante la figura y movimiento de la significación de las pasiones, accidentes y afectos del ánimo”. La importancia del aprendizaje, las relaciones con artistas y mecenas y los viajes eran aspectos importantes en el desarrollo profesional de los maestros en aras a ir almacenando en sus mentes fuentes visuales y culturales. Aquellos que poseían formación intelectual estaban mejor preparados para incluir en sus obras elementos simbólicos y alegóricos que enriquecían pinturas, fachadas de edificios, retablos y portadas de libros. Alberti, en el siglo XV, proponía como modelo al pictor doctus versado en studia humanitatis y familiarizado con poetas, oradores y hombres letras, “pues de estos ingenios eruditos obtendrá no sólo óptimos ornamentos, sino que también irá en provecho de sus invenciones”.

El fin del proceso creativo consistía, tradicionalmente, en obtener obras bellas que lograsen la captación, diálogo y empatía con quienes se acercasen a las mismas, insistiendo siempre en la constancia, el estudio y el trabajo, ya que como señalaba Picasso: “La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”.

 

El testimonio de un gran creador: Bernini

El genial y polifacético Gian Lorenzo Bernini, en junio de 1665, durante su estancia en París, dejó su testimonio acerca de la invención -hoy diríamos creatividad- y el dibujo, relatado por Paul Fréart de Chantelou en su Diario del Viaje del Caballero Bernini a Francia. En su texto podemos leer estos párrafos que hablan por sí solos de las características del taller del artista y de la relación entre creación y el dibujo. Así se relata: “Habiendo pasado después, de su habitación, donde estábamos entonces, a su galería, me dijo que en Roma tenía una en su casa, totalmente parecida, que es allí donde hace, paseándose, la mayor parte de sus composiciones; que él marca en la pared, con carbón, las ideas de las cosas a medida que le venían a la mente, que es lo que suelen hacer los espíritus vivos y de gran imaginación: amontonar sobre un mismo tema ideas e ideas. Que, les viene alguna, la dibujan, que les viene una segunda, la anotan también, luego una tercera y una cuarta, sin purgar ni perfeccionar ninguna, apegándose siempre a la última producción por un amor particular que se tiene por la novedad. Que lo que hay que hacer en tal ocasión para remediar ese defecto, es dejar descansar allí esas diferentes ideas, sin mirarlas durante un mes o dos. Después de ese tiempo, se está en disposición de elegir la que sea mejor; que si por casualidad corre prisa y aquel para quien se trabaja no da tanto tiempo, hay que recurrir a esas gafas que cambian de color los objetos, o aquellas otras que los hacen ver o más grandes o más pequeños, o mirarlos del revés. En fin, buscar por esos cambios de color, de tamaño y de situación, el remediar el engaño que nos hace el amor de la novedad, el cual impide casi siempre que pueda recaer la elección sobre la mejor idea”.

 

El atelier y extraordinarias ediciones para su contextualización

Una destacada recopilación de utensilios de dibujo y construcción desde el siglo XVII al XX que pertenecieron al profesor Lorda, a los que él mismo denominaba como atelier, se exhiben por primera vez fuera de la Escuela de Arquitectura, ya que, en las aulas de la misma, Joaquín preparaba instalaciones circunstanciales con aquellas piezas, como medio pedagógico para despertar el interés de sus alumnos.

En las vitrinas se pueden contemplar tiralíneas, estiletes, portalápices, compases de punta seca y para trazar, reglas y escuadras, curvígrafos, instrumentos de medición -reglas, transportadores y compases de proporción- y de copia, reducción o ampliación -pantógrafo y compás de reducción-. Asimismo, se incluyen algunos útiles de construcción y carpintería que ilustran diversas técnicas hoy ya en desuso. Algunos estuches de los más destacados fabricantes europeos de instrumentos de dibujo de la segunda mitad del siglo XIX también se pueden contemplar en la muestra.

Una selección de libros relacionados con los objetos procedentes del Fondo Antiguo de la Biblioteca de la Universidad de Navarra, complementan y aportan contexto a la exposición. Entre ellos se exhiben diversos tratados de arquitectura y otras artes, libros de iconografía y de utillaje para el dibujo y la construcción, así como diversos manuales de aprendizaje.

A través de los mismos se puede comprender la importancia del dibujo en la creación o invención. Vitruvio recomendaba, en el siglo I a. C., el uso del compás y la regla para plasmar las plantas de los edificios. 

El Renacimiento y la cultura humanística, tan rica en tratados de arquitectura, contra lo que cabría esperar, no consideró, de modo específico, lo referente a los instrumentos necesarios para llevar a cabo el dibujo arquitectónico, si bien figuraron sus portadas calcográficas. Bellísimas ediciones de los tratados de Vitruvio, Serlio, Vignola, Palladio, Scamozzi y Caramuel se pueden contemplar en los expositores.

Tal y como se señala, en la guía didáctica que se ha preparado para acompañar la visita, la primera publicación que recogió en sus páginas láminas con instrumentos de dibujo fue el Theatrum instrumentorum, editado en latín en Orleans en 1569 y traducido al francés a los diez años y también al español, en 1602. 

La Architectura recta y obliqua (1678) del insigne filósofo, matemático y teórico cisterciense, fray Juan Caramuel, nos proporciona el privilegio de poder contemplar en sus riquísimas láminas grabadas a buril numerosos instrumentos. 

Sin embargo, sería a partir del Siglo de las Luces, cuando se editaron tratados y manuales sobre arquitectura, albañilería y carpintería, en cuyas ilustraciones figuran utensilios necesarios para el dibujo, la proporción y el cálculo. En este apartado de literatura artística y técnica se debe destacar el libro de Giovanni Pagnini titulado Construcción y uso del compás de proporción que se tradujo al español en 1758, cuando habían transcurrido sólo dos años de su editio princeps.

La ingeniería y los ferrocarriles en el siglo XIX propiciaron en gran parte, la edición de numerosas publicaciones sobre dibujo geométrico, en una época propicia para ello, por haber sido de grandes obras, inventos y patentes. Fueron momentos de los catálogos de los productos de los fabricantes de instrumentos de dibujo, ya en la segunda mitad de la centuria, como los Haff, Riefle, Kern o Stanley.  

 

A modo de epílogo: mirar, ver y leer

La posibilidad de acudir, sin prisas, a realizar un encuentro con cuanto nos ofrece la muestra es una magnífica oportunidad para acercarnos a los bienes culturales. 

Mirar, ver y leer a través del patrimonio cultural resulta un ejercicio provechoso a la hora de realizar lecturas en clave cultural del pasado. Conocemos textos de Lope de Vega, fray Hortensio Paravicino y de otros escritores en donde se señala la diferencia entre el acto de “mirar” y de “ver”, atribuyéndose a la masa de la población la incapacidad para pasar de un estadio a otro, al entender la percepción de las obras como un verdadero acto intelectual que exigía capacidad de juicio y discernimiento, vedada a la mayor parte del público. Respecto a “leer”, Lope de Vega, al tratar de un episodio bíblico, afirmaba: “En una imagen leo esta historia” y el padre Sigüenza, al referirse a un cuadro de El Bosco, aseveraba: “Yo confieso que leo mas en esta tabla …, que en otros libros en muchos días”. El reto para el estudioso y el ciudadano de hoy consiste en realizar análisis y lecturas verosímiles de cuanto materializa el pasado.

Al comenzar esta colaboración, aludíamos a la sabiduría y con algunas reflexiones sobre la misma vamos a terminar. La exposición como tal, quiere deleitar y enseñar con un recorrido estudiado y didáctico, en sintonía con la naturaleza humana siempre proclive a aprender y saber, según explicaba santo Tomás de Aquino. 

Cicerón afirmó que “El cultivo de las letras alimenta la juventud, deleita la ancianidad, y es en la prosperidad ornamento y en la desgracia refugio y consuelo; entretiene agradablemente dentro de la casa, no estorba fuera de ella, pernocta con nosotros y con nosotros viaja y nos acompaña al campo”. Con otras palabras, Diógenes había insistido, siglos antes, en lo mismo, al afirmar que “el saber es para los jóvenes templanza; para los viejos, consuelo; para los pobres, riqueza; y para los ricos, ornato”.

Con las ganas de mirar, ver, captar y disfrutar, cierro estas líneas, en base a una reflexión de Juan Agustín Ceán Bermúdez (1749-1829), amigo de Goya, académico de San Fernando, escritor y crítico ilustrado, en la que afirmaba: “Quien no sabe ver, no puede sentir, y el que no siente, no goza. ¿Pues a qué tanta concurrencia a las Academias y a los Museos, cuando no se ve, ni se siente, ni se goza lo que hay que ellos?”.